Raymundo Riva Palacio
Febrero 05, 2021
La enfermedad del presidente Andrés Manuel López Obrador paralizó al gobierno. La imagen de que las cosas marchan con su liderazgo a distancia es mentira. El trabajo y las reuniones en Palacio Nacional se han reducido al máximo; las decisiones, prácticamente se pararon. El presidente ha mantenido contacto con un reducido grupo de colaboradores, sobre los que aborda temas en general y establece algunas directrices, y por recomendaciones médicas, ni está esforzándose mucho ni tampoco lo han presionado sus colaboradores para que atienda asuntos que no consideran de alta prioridad. Todos los días recibe oxígeno varias veces.
Lo que se percibe como una crisis en el gobierno por el diseño centralizado de López Obrador, es una realidad. Las cosas no avanzan si no las atiende. Y en su equipo están tan condicionados al sistema impuesto, que señalan impulsivamente que hasta que regrese se discutirán y resolverán algunos de los pendientes que surgieron en estos días. La primera semana de confinamiento fue un problema para los más cercanos colaboradores del presidente, quienes no pudieron resolver problemas hasta la segunda semana de aislamiento, cuando sus condiciones físicas mejoraron.
Uno de los temas fue la reforma a la Ley del Banco de México, que su creador, el senador Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado, quería poner a discusión este jueves y viernes. En una reunión del gabinete de seguridad, el consejero jurídico presidencial, Julio Scherer, habló de la urgente necesidad que López Obrador se recuperara plenamente para que pudiera hablar con Monreal, quien, dijo, se aprovechó de su ausencia para impulsar esa ley. Esta semana, esa iniciativa perdió vapor y probablemente será discutida hasta el siguiente periodo de sesiones.
Algo similar pasó con la ley sobre el outsourcing, endurecida por Monreal y que estaba afectando la negociación de la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, que en vísperas que el presidente enfermara, le comentó que ya estaba acordada con los legisladores. Monreal le dijo a Bloomberg que también esta ley se aplazaría. La molestia con Monreal en Palacio Nacional es grande, y la semana pasada no hubo quien lo pudiera frenar. Uno de los temas que quedaron pendientes es su idea de entregar al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, una nueva distinción que creó el Senado, que consideraron los consejeros de López Obrador como un error que generaría problemas para el presidente, quien ha descalificado varias veces al zar del coronavirus.
Todos estos son problemas de política interna, que tendrían que haber sido resueltos por la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, como jefa del gabinete y representante del presidente, pero ha sido omisa. Sánchez Cordero sólo ha acatado la instrucción de López Obrador de que lo remplazara en el atril de Palacio Nacional en las mañaneras, porque ni siquiera las tareas que le corresponden directamente las ha atendido. La semana pasada, el subsecretario de Gobernación para Derechos Humanos, Alejandro Encinas, la buscó en la reunión del gabinete de seguridad –porque no se ha parado en Bucareli, contra lo que afirmó ayer–, para informarle de la creciente beligerancia de los padres de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, que están exigiendo que el gobierno condene y procese a los militares que aseguran son responsables del crimen contra sus hijos. El presidente no parece tener la intención de actuar contra los militares, pero Sánchez Cordero le dijo a Encinas que esperaran a que se reintegrara a sus actividades cotidianas para que decidiera él como abordar este problema.
La ausencia del presidente también desarticuló las acciones que se estaban haciendo desde Palacio Nacional en Morena, donde hay pugnas por varias candidaturas a gubernaturas. El caso de Guerrero es uno de ellos, donde las luchas internas llevaron a que un grupo acuse al pre-candidato Félix Salgado Macedonio de “violador”. Jesús Ramírez, vocero presidencial, que había hecho campaña a favor de Pablo Amílcar Sandoval hasta que lo frenó López Obrador en los días previos a su contagio, ha sido un mañoso opositor a la candidatura del senador, y le ha organizado en ausencia de su jefe un ataque en las redes sociales a través de colectivos feministas, de las que forma parte.
Otra gubernatura que se le salió de las manos al líder de Morena, Mario Delgado, a quien los colaboradores de López Obrador en Palacio Nacional no bajan de inepto, es el Estado de México. López Obrador había cuidado esa candidatura nombrando a Delfina Gómez como secretaria de Educación, a fin de neutralizar la amistad que tenía con el gobernador Alfredo del Mazo, que consideraba un riesgo electoral, pero en la semana de confinamiento, su jefe político, Higinio Martínez, prácticamente aseguró la candidatura, ante la inacción en Palacio Nacional, y contra los deseos del presidente.
No son los únicos problemas políticos que se agudizaron porque nadie pudo resolverlos sin la instrucción e intervención de López Obrador. Uno central, porque se está pudriendo, es la acción de desafuero de Mauricio Toledo, que está siendo impulsada por la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Ramírez, el portavoz presidencial, presumió en las reuniones de gabinete que había logrado conciliarlos, lo que era importante porque Toledo había financiado acciones de comunicación de Morena –por lo que le abrieron la puerta en el PT–, y para lanzar un mensaje de no proceder contra el ex alcalde de Coyoacán, por enriquecimiento ilícito, quería que el presidente intercediera por él.
La paralización del gobierno ante la ausencia del presidente fue notoria. La exasperación de algunos de los colaboradores de López Obrador fue pública dentro del ámbito del gabinete de seguridad. La centralización del poder que se aprecia desde afuera del gobierno es una realidad. La falta del líder exacerbó la falta de iniciativa y gestión de su equipo. Ciertamente, cuando se habla de un gabinete y un equipo incapaz, no se califica, se describe lo que rodea a López Obrador.
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