EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

El jefe vergonzoso

Raymundo Riva Palacio

Septiembre 09, 2005

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Durante una década, el ex presidente Carlos Salinas guardó un bajísimo perfil público huyendo del linchamiento popular. En una fuga hacia delante, hizo una huelga de hambre en una zona popular de Monterrey cuando el entonces presidente Ernesto Zedillo lo acusó de la crisis financiera de diciembre de 1994 y voló al extranjero tras el arresto de su hermano Raúl, acusado por el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. El hasta entonces ex presidente más popular que había habido en México cayó en la desgracia pública, pues el proceso contra su hermano derivó en acusaciones de enriquecimiento inexplicable que, hasta hoy, no se ha podido lavar.

Apestado mediáticamente al grado que pocos lo reconocían públicamente como su amigo, repudiado por algunos a quienes más ayudó, relación vergonzosa para muchos, Salinas se acercó a ser una especie de paria. El ex primer ministro canadiense Brian Mulroney lo invitó a Montreal, de donde se fue a La Habana, huésped de Fidel castro. Viajó entonces a Dublín, donde estableció su base de operaciones más prolongada, y casi al final de su autoexilio vivió en Roma. En casi una década, visitó México en repetidas ocasiones, pero siempre con discreción extrema, para regresar del infierno en este 2005, luego de la liberación de su hermano al derrumbarse el proceso judicial que les inició Zedillo.

Si bien Salinas estuvo ausente una larga temporada, en realidad nunca se fue. Desapareció del ojo público, pero jamás del político. Su reaparición pública es la consecuencia lógica de la actividad política que no cesó en todos estos años y que, liberado de la carga de tener un hermano en la cárcel, ahora está en abierto proselitismo. Salinas prepara una fundación que ayude a los pobres –la eterna misión noble que todos los políticos ven con ojos clientelares–, que le da la coartada para ocupar espacios en los medios y a jugar sin pudor en el campo del resto de los actores políticos. El candidato del PRD a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador, piensa que Salinas va sobre de él, pero se sobrevalora. El objetivo de Salinas apunta a Zedillo, donde López Obrador sería, ante sus ojos, instrumento del ex presidente.

Hay quien está observando la reaparición portentosa de Salinas, como un fenómeno político. Sin embargo, se puede argumentar que no es tan inédito. La presencia de Salinas entre las élites fue permanente. Durante todo el tiempo del autoexilio, los empresarios lo siguieron cortejando en cenas y reuniones cada vez que venía a México, o lo iban a visitar a donde estuviera para compartir una comida o el té de las cinco de la tarde. Los principales empresarios mexicanos siempre estuvieron cerca de él. En términos políticos, tuvo relación muy fuerte con gobernadores como Arturo Montiel del estado de México, o René Juárez, hasta hace poco el mandatario en Guerrero. Quien no lo conocía lo buscó, como Manuel Ángel Núñez Soto, cuando gobernaba Hidalgo. Apoyó a Roberto Madrazo cuando contendió contra el zedillista Francisco Labastida por la candidatura presidencial en 2000, y se distanció decepcionado de aquellos que habían sido sus incondicionales o le voltearon la espalda, como el senador Emilio Gamboa.

A través de la primera dama Marta Sahagún ofreció apoyo al presidente Vicente Fox para sacar adelante reformas estructurales, por lo que, en su casa, los diputados Francisco Rojas y Francisco Suárez Dávila, se reunieron con Elba Esther Gordillo, en ese entonces coordinadora de la fracción priísta en la Cámara baja, para revisar la propuesta del entonces también diputado Tomás Ruiz, para cargar el IVA a alimentos y medicinas. Diseñó la estrategia de los videoescándalos que buscaban el hundimiento de López Obrador, pero una deficiente operación redujo el daño buscado. Viajero continuo, nunca fue errante.

Tampoco se le cerraron las puertas del mundo. Tantas veces lo pedía, lo recibían líderes y figuras. Cada año es invitado al cumpleaños del ex presidente George Bush, padre del actual jefe de la Casa Blanca, en Houston. Cada vez que lo desea, las oficinas de los dueños y directores de los grandes barones de la prensa internacional están abiertas. Su poder en las sombras no es exagerado, aunque él haya insistido que no es como lo pintan. En el último año, por ejemplo, ha ayudado a varios gobernadores a resolver sus problemas presupuestales con el gobierno foxista, mediante llamadas telefónicas que resuelven, casi en automático, cualquier dificultad.

Sujeto ahora a un escrutinio político, uno puede argumentar que la importancia que le dan al poderío de Salinas, con una admiración disfrazada de crítica en muchas de ellas, tiene mucho de razón. Operó ampliamente durante la contienda de Unidad Democrática, llamado Tucom, para que el senador Enrique Jackson, a quien veía como un candidato zedillista, no obtuviera la candidatura, que recayó en Montiel. Y hoy media, intercede y pone en contacto a Montiel y Madrazo para que hablen y negocien. Su huella en el estado de México en tan abierta, que su equipo de imagen y propaganda en la primera parte de su sexenio donde esa estrategia fue vital para su legitimidad, está ahora al servicio del Montiel, mientras que la sombra sobre el gobernador electo Enrique Peña Nieto es cada vez mayor. Esto último ha hecho que dentro del equipo de Madrazo surja cada vez más fuerte la pregunta de ¿en qué lado está Salinas? El desconcierto, en realidad, define al PRI y su futuro. ¿O alguien enterado podría alegar que hoy en día Carlos Salinas no es el jefe máximo político del PRI? Claro que no. El futuro y el destino dependen de un jefe máximo del quien en público, qué paradoja, se siguen avergonzando.

 

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