EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El negocio de la basura

Jesús Castillo Aguirre

Enero 18, 2018

Cuando definí que mi proyecto de investigación doctoral trataría el problema del manejo de los residuos sólidos (basura) urbanos en Acapulco, tardé seis meses en definir que debería entenderse por “basura”. La doctora América Rodríguez no daba visto bueno a parte de mi marco teórico si no tenía una definición clara sobre la basura. Y es que recurría a las definiciones de los diccionarios, incluido el de la Real Academia Española; o a las del Instituto Nacional de Ecología. Y nada. Todo era inútil. Finalmente mordí el anzuelo y definí la basura como sinónimo de dinero. Y seguí avanzando.
Son muchos los agentes que intervienen en el manejo de la basura. Y ello es así porque la basura representa mucho dinero. Comienza con la aprobación del botín presupuestario de los municipios para saneamiento básico. Aquí hay presupuesto, hay infraestructura (camiones, diésel, maquinas, salarios, nómina, influencias), hay servicios especiales y hay separación por parte del personal del servicio oficial municipal de recolección. Hay combustible que se roba y se vende; hay refacciones que se roban y se venden; hay servicios que se prestan sin declarar los ingresos; hay recolección de basura prioritariamente donde la gente da más propinas; hay recolección garantizada donde la “basura” tiene mayor valor económico (basura blanca). Con el dinero público para saneamiento básico, el servicio institucional de los municipios dispone de toda la infraestructura financiera, material y humana para hacer negocio en grande… con la basura. Es tanto el dinero que representa la basura, que los trabajadores municipales de saneamiento básico ganan el doble o el triple por la propina, la pepena, los “servicios” o por el robo, que lo que cobran como salarios, (descuéntame toda la quincena pero no me bajes del camión, alegan).
Sigue con los trabajadores informales que se dedican también a recoger basura de los domicilios, los negocios y demás sectores, muchos de ellos considerados altos generadores de residuos sólidos. Estos compiten seriamente por los beneficios económicos que derivan de la propina y la pepena. Hay casos donde este trabajo de recolección de basura no sólo es informal, sino también raya en lo criminal. Son cientos de personas las que trabajan en este subsector informal de recolección de la basura. En Acapulco les llaman pechugueros.
Pero no son los únicos. La lucha por los beneficios económicos de la basura continúa en los tiraderos, la inmensa mayoría, a cielo abierto. En estos tiraderos se ubican centenares de personas que esperan ansiosamente cada camión o camioneta con la basura colectada en los domicilios y demás establecimiento. Son ejércitos de personas, muchas de las cuales son niños, niñas y ancianos que dan una segunda hurgada a la basura, buscando todo lo que tiene un valor monetario para el mercado: todo lo que para unos es basura, para ellos es dinero. Día y noche no paran; bajo el sol y la lluvia. En los tiraderos es común ver las enormes barcinas (contenedores) copeteadas de envases de plástico (pet) y otros montones más de estufas, refrigeradores y todo tipo de metales como cobre, envases de aluminio, bronce y fierro, entre otros desechos de muy diversos géneros del hogar, escuelas y de oficinas de gobierno. En su momento, le dimos una estimación económica de millones de pesos a estos residuos que para algunos es basura.
Pero la cadena de negocios con la basura no termina aún. ¿Cuál es el mercado de lo pepenado? Los compradores. Hay un subsector de “empresarios” que son los que verdaderamente se benefician del manejo de la basura por cuenta de los trabajadores. Ellos son los que compran los subproductos a precio de ganga. Estos empresarios y políticos son los que se quedan con la mayor parte de la riqueza que proviene de la basura: compran barato a los colectores callejeros y pepenadores, tanto del sector “formal” como del informal, para después vender estos subproductos a buen precio en los centros donde transforman industrialmente estos residuos. Muchos de estos empresarios se autonombran ambientalistas, ecologistas, sustentables o amigos del medio ambiente.
Pero hay aún más: la basura, además de dinero, es también un caudal de votos en los procesos electorales, por el número de personas que actúan en su manejo y control. Entre estos agentes de la basura y los políticos, hay un intercambio de favores. Se permite la informalidad a cambio de que nutran mítines, acarreen gente, bloqueen calles y voten por un candidato a regidor, síndico o diputado (de cualquier partido). El subsector informal de la basura se alinea con el político o el gobernante que le ayuda a actuar en la informalidad.
De lo anterior se desprende que el problema de la basura en las ciudades no es sólo un problema técnico o de que falten camiones o presupuesto público. No. Normalmente camiones los hay; dinero, también; personal, también. Tampoco es un problema de que las familias no separan su basura desde su hogar (separación desde la fuente). Igual: separan en su casa pero la revuelven cuando la echan al mismo camión recolector. En medio de todo está la lucha por el control de los beneficios económicos dentro de una estructura jerárquica muy interrelacionada, que opera en la sombra de lo subterráneo. Últimamente, ante los conflictos, los que ganan y mandan empiezan a mostrar parte de su cara. Y es que el control por estos cuantiosos beneficios económicos deriva en luchas sin cuartel, para mal de los ciudadanos y de los ecosistemas.

* Director de la Facultad de Economía de la UAG