EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El otro virus

Jorge Camacho Peñaloza

Junio 05, 2020

 

La civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza.
Platón.

No cabe duda de que como humanidad atravesamos tiempos de inflexión, antes y después del Covid-19, y un antes y después de otro virus igual o más antiguo, que igual no sólo está matando gente, sino que la ha separado en grupos negándose violentamente unos a otros, me refiero al otro virus, el del racismo.
Este virus es el culpable del homicidio de George Floyd, el afroamericano asesinado la semana pasada por un policía blanco en Minneapolis y que ha desatado toda una violenta reacción de población negra contra Donald Trump, vandalizando calles de primer mundo de Washington y otras ciudades de la Unión Americana, al más puro estilo de los normalistas de Ayotzinapa, al grado de que tuvo que ser resguardado en el búnker de la Casa Blanca y apagadas las luces de la residencia por primera vez en la historia de la sede del gobierno estadunidense.
A pesar de los mejores esfuerzos de muchos oficiales, históricamente la policía nació en el mundo como un ente que protege la supremacía de la cultura blanca, está al servicio de personas que nacieron con menos pigmentación en la piel, como parte del privilegio blanco. Como institución, la policía comenzó en el siglo XVIII como las patrullas de esclavos en el Estados Unidos precolonial, en donde la esclavitud era normal y la raza negra no era considerada humana. Una institución diseñada para proteger los intereses de las élites “blancas”, no puede servir a una sociedad humana real.
George Floyd murió por representar una raza que ha sido abusada y vejada por el paradigma de la modernidad blanca desde siglos, una raza que se está dando cuenta que ni siquiera debería ser catalogada como distinta y mucho menos inferior a la caucásica. Murió porque el ente policiaco norteamericano sigue considerando a los afroamericanos como subhumanos.
El policía que lo asesinó es el resultado de siglos de adoctrinamiento de una ideología supremacista y eugenista, cuya matriz es el espíritu del capitalismo que describió Max Weber, quien alertó de la condición de blanquitud de la civilización humana capitalista, un racismo que está más arraigado en el alma estadunidense que la fetichización de su famosa bandera de barras y estrellas, más profundamente arraigada que su creencia religiosa en el capitalismo e individualismo, más que paradigma del derecho a obtener y portar armas; un racismo que está socavando las bases de la democracia y libertad en el país icono mundial de las mismas.
El racismo es resultado del miedo, de la ignorancia y estos a su vez del odio hacia lo que representa una amenaza al estatus ganado, de ahí que la represión y la mano dura sea más que una política de seguridad, una en defensa del interés propio. Cuando las élites que se consideran superiores se encuentran ante una amenaza, ya sea a nivel cultural, físico o social, tiende a reprimirla, condenarla y odiarla.
Gobernar a partir de racismos, de supuestas superioridades de “raza”, de separar grupos y comunidades por “raza”, “cultura”, “etnias”, “nivel económico y social”, “religion”, etc., está desenmascarando en todo el mundo a gobiernos que se asumen como adalid de la libertad y la democracia, y motivando a movimientos emancipadores que están dispuestos a ir por su rescate de manera radical. La democracia y la libertad no pueden estar en manos de quienes odian y tienen miedo al otro que consideran inferior.
En México ya nos está contagiando el virus de ese racismo, de esa supuesta superioridad civilizatoria de represión de los inferiores, en Jalisco con la muerte de Giovanni López, antes en Guerrero en el vado de Aguas Blancas y en el 2014 con los 43 de Ayotzinapa, urge una pausa en la polarización para evitar que la convivencia se nos vaya de las manos.
Vuela vuela palomita y ve y dile: A toda la paisanada que no sea burra, indolente, confiada o dejados, que el Covid-19 nomás anda queriendo, que se cuiden y se les quite lo apende…jados.