Fernando Lasso Echeverría
Febrero 11, 2020
(Décima novena parte)
Concluimos el anterior artículo, comentando las confidencias que hizo el presidente Miguel de la Madrid en sus memorias, editadas en el año 2004, con el título de Cambio de Rumbo, las cuales fueron criticadas acremente por Salinas de Gortari, afirmando que don Miguel ya estaba “chocheando”.
Exponíamos al final de él, que De la Madrid comentaba en su texto que durante el proceso electoral todos tenían los nervios de punta debido al desarrollo de las votaciones, y que después de muchas dudas, estaba convencido, que era necesario dar la noticia del triunfo del candidato del PRI a pesar de los riesgos que existían.
Uno de estos peligros era que los miembros de los partidos de oposición se retiraran de la Comisión Federal Electoral, irritados porque el PRI sin cifras oficiales, proclamara su triunfo. No obstante y a pesar de ello, concluí –dice De la Madrid– que si no actuábamos, existía el riesgo de que al día siguiente cundiera un peligroso desconcierto general entre la ciudadanía. Esto podría convertirse en pánico si los otros candidatos se declaraban vencedores.
Otras “perlas” reveladoras que se pueden leer en el capítulo correspondiente a las elecciones presidenciales del texto mencionado, son las siguientes:
“El 7 de julio tuve conocimiento de cómo había estado la votación en el Estado de México. Sentí horror al enterarme del tamaño de la debacle priista en el área”.
“La línea, que le di a la Comisión (Federal Electoral), es que limitara los recuentos de votos al mínimo posible. No sabía si existían elementos suficientes para comprobar algunos fraudes, pero ya no quería sorpresas. Además, a estas alturas, nada de lo que hiciéramos nos quitaría el ‘sambenito’ del fraude, por lo que el recuento de votos no nos ofrecía ningún beneficio”.
“La Comisión Federal Electoral, concluyó sus trabajos a fines de agosto. Para entonces, había dado información desglosada de lo ocurrido en 30 mil casillas y dejado pendiente el desglose de la información de otras 25 mil, de las que solo se dieron resultados agregados por Distrito”.
Es decir, lo que De la Madrid revela a fin de cuentas en este párrafo, es que no se desglosó la información de 25 mil casillas (45 por ciento del total) o que se hizo, pero no se hicieron oficiales las cifras encontradas; sólo contabilizaron los “agregados por Distrito” cómo él los llama, con cifras a conveniencia del partido oficial. Qué más aclaraciones podemos esperar los lectores de De la Madrid, para comprobar las irregularidades del proceso electoral que dieron el triunfo a Carlos Salinas de Gortari…ninguna. Las que anota son más que suficientes para convencerse del fraude cometido.
Es justo recordar, que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano luchó tenaz e inútilmente –en forma pacífica– contra lo que consideraba una usurpación; sin embargo, es razonable reconocer que el hijo de Lázaro Cárdenas pudo haber escogido la lucha violenta e incendiar el país, ya que existían las condiciones para ello, entre las cuales estaba el respaldo popular de millones de mexicanos indignados por el fraude y por la burla a su opinión electoral.
Al respecto, Cárdenas Solórzano, afirma en su libro Sobre mis pasos lo siguiente: “nadie se había preparado para llevar acciones que pudieran realizarse con procedimientos que no fueran pacíficos o dentro de la ley”; e insiste en su texto que: “Una revolución no se hace por decisiones voluntaristas, ni a partir de reacciones viscerales; una revolución se prepara, y en este caso, nadie en la Corriente Democrática o en el Frente Democrático Nacional, pensó en la vía revolucionaria para resolver la situación política del país, y nadie –por lo tanto– se preparó para tomar ese camino”. Con esta filosofía personal, Cárdenas le hizo un enorme servicio al país; se contuvo y no encabezó una revuelta que hubiera sido de enormes consecuencias para México, cualquiera que hubiese sido el resultado de ella. Finalmente, optó por formar un nuevo partido político de izquierda, que en sus siglas definía la democracia como su principal objetivo: el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Los debates en el Congreso para la evaluación de las elecciones, fueron feroces y reñidas; se solicitó reiteradamente la nulidad del sufragio; se demostraron fraudes inobjetables como la falsificación de boletas electorales por la empresa “Novagraf” y otras más. Camacho Solís, ya nombrado secretario general del PRI para –otra vez– “apagar el fuego”, sacó adelante a su amigo Salinas en dicho acto y logró que se le declarara formalmente presidente electo; al parecer –por todo lo que se ha sabido posteriormente– en los inicios de sus carreras políticas, Salinas de Gortari y Camacho Solís, se habían comprometido para que “de llegar alguno de los dos a la presidencia el otro lo sucedería”, pero algo o alguien (¿el poder atrás del trono: Córdoba Montoya?) hizo cambiar de parecer al presidente Salinas. El distanciamiento político entre estos dos personajes, fue gradual y se inició durante el gobierno de De la Madrid, cuando Camacho Solís fue nombrado secretarios de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue) llevándose con él a sus colaboradores más cercanos y formándose en ese momento dos grupos dentro del salinismo: el de Camacho y el de Córdoba Montoya, que se quedó con Salinas en la Secretaría de Programación y Presupuesto, supliendo en gran parte las funciones oficiales y extraoficiales que había tenido Camacho en esa secretaría.
Pero había otras razones de peso, que enfrentaron a Camacho y su grupo con los Cordobistas; de todos los colaboradores cercanos a Salinas de Gortari, Camacho Solís, era no sólo el más político de ellos, sino también el menos tecnócrata. Su pragmatismo y preparación política le facilitó el camino a Salinas hacia la presidencia de la República, pues cuando algo se ataba, Camacho era enviado por Salinas para destrabarlo y eso molestaba al grupo encabezado por Córdoba. Como ya se mencionó, es una realidad que el conflicto de las elecciones de 1988, fue resuelto en gran parte por Camacho Solís y su equipo de colaboradores, a pesar de que no fue llamado para colaborar en la organización de la Campaña presidencial de Salinas de Gortari, pues fue rechazado por Córdoba Montoya, jefe del grupo responsable de la misma.
Este distanciamiento provocó que a Camacho no le dieran la Secretaría de Gobernación, sino la regencia del Departamento del Distrito Federal, en donde les parecía menos peligroso a los cordobistas; sin embargo, Camacho como regente de la Ciudad de México fue un funcionario conciliador, que con su gestión política y administrativa en esta institución, se volvió realmente popular y logró acercamientos hasta con enemigos de Salinas, hecho que al presidente no le agradó y lo cual –al parecer– influyó también que Salinas desistiera en la designación de Manuel Camacho como su sucesor.
No obstante, vale la pena recordar la animadversión que Córdoba Montoya el franco-español y sus íntimos, le profesaban a Camacho, a quien tildaban de “populista”, “desleal” y “traidor”, y esto no puede soslayarse, por la misteriosa y acentuada influencia que este personaje tenía sobre Salinas.
Es de preguntarse; ¿esta situación le salvaría la vida a Manuel Camacho?, pues hay que recordar que el candidato de este extraño ente, incrustado profundamente en el gobierno Salinista (algunos columnistas nacionales, aseguraban, que era colaborador de la CIA) lo fue siempre Ernesto Zedillo. ¿Colosio hubiera salvado la vida?
Salinas de Gortari, asumió la presidencia, el 1 de diciembre de 1988, ante una multitud delirante –pero en su contra– y desde los inicios de su administración, sufrió el agobio de su ilegitimidad; José Luis Mang Palacios, expone en su obra Proceso a Salinas que recién ocupada su nueva responsabilidad como primer mandatario del país, Salinas comentaba jocosamente entre sus íntimos lo siguiente: “Oficialmente, ya me reconocieron la URSS, Estados Unidos, Cuba, Nicaragua, Inglaterra y Perú. Ya sólo falta que me reconozca México”. Sin embargo, mediante golpes espectaculares comno la detención de algunos líderes sindicales, su personalidad creció en el ánimo de los mexicanos.
El principal de ellos, fue el que propinó a Joaquín Hernández Galicia (a) La Quina, el dirigente sindical de los trabajadores de Pemex; iniciando 1989 –40 días después de haber tomado posesión– el nuevo presidente, ordenó un amplio operativo militar para capturar al líder petrolero y a su segundo, Salvador Barragán; habría que aclarar, que Salinas no sólo acusaba de ladrones y enriquecimiento ilícito a estos personajes sindicales atribuyéndoles desfalcos a su organización sindical, sino que también les imputaba cargos netamente artificiales: “le sembraron” a “la Quina” un arsenal en su casa y un cadáver en la puerta de su residencia, y lo acusaron de asesino y de “acopio de armas” para intentar levantarse en armas, ante el triunfo presidencial de Salinas. A Barragán lo capturaron en el estacionamiento del sindicato y le “sembraron” también un lote millonario de joyas en la cajuela de su coche, en el cual iban cientos de centenarios de oro. Ambos eventos, tuvieron una cobertura mediática fuera de lo común. La Quina, un hombre a punto de cumplir 70 años, fue declarado culpable y condenado a 39 años de cárcel. 10 años después, hecho una piltrafa por la edad, el confinamiento y las enfermedades fue liberado, muriendo poco después.
La mayoría de la población, opinaba que estos individuos eran lo más corrupto que existía en el sistema sindical mexicano, pero también se decía, que no era por ello su detención; se afirmaba, que el motivo real de la aprehensión de estos dirigentes sindicales, había sido causada porque apoyaron –en contra de Salinas– la precandidatura presidencial de Alfredo del Mazo, y que el perder este la candidatura priista, La Quina ordenó canalizar los votos de los trabajadores de Petróleos Mexicanos, para apoyar la candidatura de Cárdenas Solórzano, opositor en ese momento del candidato oficial; por otro lado se sabía que Hernández Galicia, había mandado publicar y difundir un impreso en forma anónima –durante el periodo del pre-destape- titulado: Un asesino en Palacio, en donde daba a conocer a la población, el homicidio accidental de una sirvienta de la casa de los Salinas de Gortari, cometido por Carlos con una arma larga, cuando éste tenía cuatro años.
Después vino la destitución perfectamente programada, de Carlos Jongitud Barrios, el anterior líder sindical del poderoso SNTE, que había iniciado su liderazgo en la época de Echeverría, quien también se había desempeñado como gobernador de San Luis Potosí y Director del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado y en ese momento, era senador de la República; sin embargo, el Negro Jongitud era ya, un estorbo político para la nueva administración, y su sucesora (Elba Esther) estaba muy bien conectada con miembros de la denominada “familia feliz” que encabezaba Salinas, como Manuel Camacho por ejemplo, con quien inició una cercana amistad cuando éste enamoraba a su futura esposa: la hija del gobernador chiapaneco y distinguido neurólogo Manuel Velasco Suárez.
La Quina estuvo muchos años preso y casi muere en la prisión, pero Jongitud sólo pasó al absoluto ostracismo político, abandonando –en el momento de su destitución– el senado por “razones de salud”; de esta manera, Salinas convenció a la población mexicana de que en Los Pinos había un dirigente “fuerte y decidido”, sobre todo porque los objetivos de estas operaciones habían sido dos de los líderes sindicales más poderosos del país, por quienes la población en general, tiene rechazo, desprecio y hasta sentimientos más profundos y negativos como el odio, por toda la descomposición social que estos representan. Para confirmar esto en el presente, basta recordar la “popularidad” de la que gozan Elba Esther Gordillo la “lideresa” del SNTE que sustituyó a Jongitud Barrios y que convirtió a este sindicato en una empresa política familiar, y Carlos Romero Deschamps, el “líder” petrolero que suplió a La Quina y quien se ha distinguido –él y sus descendientes– por ostentar en forma nada sutil, bienes materiales muy costosos sin ningún recato, como relojes de pulso de l00 mil dólares, y vehículos automotores dignos de la nobleza de Dubai, con los que se le ha visto en reuniones de la élite política mexicana, hecho publicado con detalle en las páginas sociales de varios periódicos nacionales.
Estos dos “líderes” fueron encumbrados al poder por Salinas de Gortari, porque el nuevo presidente deseaba que estos poderosos grupos sindicales fueran manejados por gente de su absoluta confianza para manipular a estas asociaciones sindicales a su conveniencia; por ejemplo La Quina, con toda su indiscutible corrupción, era sin duda un líder nacionalista, y no hubiese permitido fácilmente, el inicio del desmantelamiento de Pemex –programado por Salinas– la principal empresa paraestatal (prácticamente el corazón del país) que empezó con su división en cuatro empresas: Pemex Exploración y Producción, Pemex Petroquímica, Pemex Refinación y Pemex Gas y Petroquímica Básica, estrategia gubernamental que llevaba la intención de empezar el debilitamiento político y administrativo de esta empresa, hecho que facilitaría el inicio gradual de la privatización de Pemex la petrolera mexicana tan codiciada por gobiernos y empresas petroleras extranjeras.
De acuerdo al plan transexenal geopolítico de Estados Unidos –apoyado por sus simpatizantes encabezados por Salinas– la principal empresa paraestatal, iba a ser arruinada paulatina y artificialmente en este y en los cuatro gobiernos neoliberales siguientes, con la finalidad de destruir sus instalaciones, disminuyendo gradualmente el presupuesto para mantenimiento y rehabilitación, y lograr la baja de sus actividades de exploración, de explotación, refinamiento de gasolinas y producción de productos petroquímicos, con la finalidad de quebrar a la empresa paraestatal en forma progresiva, metódica y programada y poder argumentar, que era una carga económica para el gobierno y el pueblo de México.
* Ex Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI” A.C.