EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Partido Revolucionario Institucional. Su historia

Fernando Lasso Echeverría

Marzo 10, 2020

 

(Vigésima parte)

 

Finalizamos el artículo anterior comentando cómo la privatización de Pemex había sido en realidad un plan binacional (Estados Unidos / México) y transexenal –iniciado en el sexenio salinista– elaborado con gran cálculo y cubierto por una campaña mediática permanente, que hacía ver al público los “fracasos” económicos de la paraestatal y los “esfuerzos” que tenía que hacer el gobierno en turno para mantenerla “a flote”; es decir, había que hacer notar a la población, el favor tan grande que le harían a la nación, al vender a esta “quebrada” empresa paraestatal que “afectaba” la administración de los sucesivos gobiernos neoliberales “prianistas” en funciones.
El proceso de la privatización de esta empresa paraestatal, concluyó en el último gobierno priista con la Reforma Energética aprobada servilmente por las cámaras legislativas de ese sexenio.
Pero volviendo en concreto con la crónica del sexenio salinista, debemos recordar que con Salinas, entró a gobernar la joven generación de tecnócratas talentosos que Miguel de la Madrid había cobijado, y les había conferido la responsabilidad de imponer las nuevas políticas financieras en el país durante su mandato; esa generación, que continuaría –corregidas y aumentadas– las mismas políticas económicas del gobierno anterior, complementando el proceso del neoliberalismo –llamado también neo conservadurismo– implantado en México, y que consistía básicamente en privatizar las empresas paraestatales más importantes (“adelgazar al Estado” se decía), disminuir el gasto público haciendo hincapié en el gasto social, incrementar la apertura comercial con el exterior, aumentar la austeridad en los salarios, y dar prioridad al pago de la deuda externa sobre todas las cosas.
Sin ser economista, es de pensarse que para cualquier país es conveniente que el Estado maneje directamente, o participe de manera mayoritaria, en aquellas empresas con trascendencia estratégica para el desarrollo, como las productoras del petróleo, energía eléctrica, hierro, uranio y otras, o bien, en aquellas relacionadas con las comunicaciones como teléfonos públicos, televisión y radio, carreteras, etcétera. Sin embargo, a este gobierno no le importó esta situación y fue un verdadero “entreguista” de los bienes de la nación, con el agravante de que la privatización se realizó en beneficio de unos cuantos empresarios privilegiados y en muchos casos, con métodos no muy transparentes y con claros indicios de corrupción, porque Salinas, su familia y muchos funcionarios salinistas o familiares de éstos, quedaron como accionistas (encubiertos) de las empresas públicas vendidas más redituables,
De hecho, el presidente Salinas –defensor a ultranza del neoliberalismo e infatigable promotor de la “modernidad”– fue de todos los presidentes que México había tenido después del movimiento revolucionario de 1910, el más parecido a Porfirio Díaz, quien un siglo antes inició su dictadura haciéndose pasar por un gran modernizador, que privatizó la planta productiva del país y dio un trato privilegiado al capital extranjero; que se rodeó de un equipo de funcionarios educados en el exterior llamados los científicos, claros antecesores de los tecnócratas y que finalmente –al igual que Salinas– postergó la reforma política que le daría al país mayor democracia, dándole prioridad al despegue económico.
No tardó Salinas en enseñarle a la población, cuales eran las medidas modernizadoras –y antirrevolucionarias– que iba a imponer en el país, y que no eran otra cosa que las viejas demandas del Partido de Acción Nacional desde su fundación: restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el Vaticano, y reformas al artículo 130, para que las iglesias adquirieran personalidad jurídica y los ministros de culto pudieran votar; la modificación del artículo 82, que impedía que fuera presidente de México algún individuo que no fuera hijo de mexicanos por nacimiento; la terminación del reparto agrario y la reforma al artículo 27, que convertía a los terrenos ejidales en propiedad privada y permitía a los campesinos vender –por unos míseros centavos– sus ejidos con todos sus recursos naturales –ansiados por la iniciativa privada– a compañías mineras transnacionales o a grandes consorcios hoteleros internacionales, todo esto con la “ayuda y asesoría” de la recién creada Procuraduría Agraria; la conclusión y devolución de los bancos y la venta –en condiciones desastrosas para el Estado– de todas las paraestatales a capitalistas de la iniciativa privada ligados con Salinas; la creación de una ley de Inversión Extranjera, que eliminaba toda las restricciones al capital foráneo.
El neoliberalismo, surgió en la segunda mitad del siglo XX, pretendiendo renovar el liberalismo del siglo XIX, en el cual, el individuo es el que decide con su actividad lo que pasa en el plano económico general, limitando la actividad económica del Estado. Fue Adam Smith –economista escocés del siglo XVIII y llamado el padre de la economía– quien primero sustentó e insistió, en que la no intervención del Estado en las actividades económicas, era lo mejor para la economía de la población, pues consideraba que el mejor orden económico de un país es aquel que se basa en la libertad individual y la libre competencia. Posteriormente, apareció dentro de esta doctrina, el concepto de la “máxima productividad con el mínimo costo”, con todo lo ventajoso que tiene este propósito para el empresario, y lo perjudicial que representa para los trabajadores.
La generación de jóvenes economistas doctorados en el extranjero que acompañaban a Salinas, estaba encabezada básicamente por Pedro Aspe Armella, Manuel Camacho Solís, Luis Donaldo Colosio, Ernesto Zedillo y Jaime Sierra Puche, quienes de hecho formaban un equipo a imagen y semejanza del presidente en turno. A este grupo, se le sumaba un misterioso individuo llamado José María Córdoba Montoya –de origen francés– y que durante el sexenio anterior y todo el gobierno de Salinas, se había convertido prácticamente en la sombra del Presidente; este hombre había sido traído a México seis años antes por Guillermo Ortiz Martínez, y lo conectó de inmediato con Salinas, con quien embonó en forma extraordinaria durante su sexenio; este personaje funcionaba oficialmente como asesor del Ejecutivo, ubicado en una discreta oficina junto a la del presidente, demostrando con creces –a través de todo el gobierno salinista– ser el “rey detrás del trono”, pues exhibió a través de esta administración, un inexplicable dominio sobre el presidente y sus decisiones, hecho que provocó que muchos columnistas de la prensa, lo llamaran indistintamente el Richelieu, el Rasputin o el Fouché de la corte de Salinas.
Y es que realmente –por decisión presidencial– Córdoba Montoya estaba en todo y las podía en serio. Se dice que con excepción de Fernando Gutiérrez Barrios y Manuel Camacho Solís, no había secretario de Estado que antes de pasar a tratar algún asunto de trascendencia con el presidente, no lo comentara previamente con este individuo, que en la práctica era realmente un vicepresidente de facto; el mesié, era un verdadero hacedor de fortunas o caídas políticas a quienes todos temían en el gabinete; en realidad, Zedillo, ex compañero de estudios de posgrado de Córdoba en el extranjero, llegó –seis años después– a la presidencia de la República, más por la imposición de este personaje que por decisión de Salinas, quien no lo tenía dentro de su círculo más íntimo. Se dice que Salinas menospreciaba a Ernesto Zedillo, a quien consideraba un economista mediocre. El respetado analista político Raymundo Rivapalacio reveló en una columna periodística de su autoría, que Salinas llamaba a Zedillo “doctorcete” entre sus íntimos, y que su relación con él no era cordial; sin embargo, después del asesinato del candidato Colosio, lo nombró mediante artilugios “videocaseteros” su sucesor…. ¿por qué?
Salinas de Gortari, llegó muy joven al poder máximo: apenas con 40 años cumplidos; sólo Lázaro Cárdenas y Francisco Ignacio Madero habían llegado a una edad menor: 38 años. Fue hijo de don Raúl Salinas Lozano y de Margarita de Gortari; don Raúl, fue un economista madurado profesionalmente –al igual que su hijo– en Harvard. Llegó al pináculo de su carrera política en la administración de Adolfo López Mateos, en la cual se desempeñó como secretario de Industria y Comercio, y fue uno de los precandidatos frustrados para suceder a don Adolfo y quizás esta situación –que indudablemente afectó a la familia Salinas– fue lo que impulsó a su hijo Carlos a prepararse en forma programada y exhaustiva durante su corta vida, para llegar a la presidencia de la República. Se dice que ya nombrado candidato oficial del PRI, fue a casa de su padre, y al saludarlo con un abrazo, le dijo lo siguiente: nos tardamos 24 años, ¡pero lo logramos papá!
Como producto de las elecciones de 1988, los partidos de oposición –principalmente el recién creado PRD– habían avanzado y penetrado en la conciencia de un gran sector de la población; sin embargo, el descalabro que sufrió el sistema y el partido oficial, no fue tanto por la penetración de los demás partidos, sino porque la gente estaba harta de los excesos del PRI, partido que además, tenía un candidato impopular y sin carisma, con un discurso hueco que ya no convencía a nadie, y que cargaba –con justicia– sobre sus hombros, todos los errores cometidos en las administraciones pasadas más recientes.
Por ello, Carlos Salinas de Gortari ya en el poder, demostró un terrible resentimiento en contra de los partidos opositores y en especial por el Frente Democrático Nacional que había apoyado a Cuauhtémoc Cárdenas, y que poco después, fue la base del nuevo Partido de la Revolución Democrática (PRD). Durante el gobierno salinista hubo una gran represión para el perredismo, y lo peor de todo, fueron los cientos de asesinados en toda la República, simplemente por ser activistas opositores perredistas, que lo exhibían como un presidente fraudulento y que pagaron la inquina de Salinas por este partido. La prensa independiente también fue muy golpeada; existe el registro de docenas de asesinatos de periodistas en toda la República en el transcurso del sexenio que jamás fueron aclarados.
El Partido Acción Nacional, si bien había dado una batalla decorosa, a través de Manuel J. Clouthier en calidad de su candidato presidencial, el titular del partido, don Luis H. Álvarez, se tendió prácticamente de tapete y reconoció el triunfo priista a cambio de migajas institucionales y obviamente fue pisoteado. Este viejo panista ultraconservador fue durante toda su vida política un hombre tan noble, recatado y paciente con sus adversarios que ni parecía político. Álvarez pues, terminó doblando las manos ante el nuevo presidente, hecho que propició que el aguerrido y activista Clouthier –que había logrado con su personalidad y discurso franco, simpatías en muchas plazas del país– se replegara en espera de mejores tiempos que nunca llegaron para él, pues murió en un accidente de carretera por demás sospechoso y nunca aclarado el 1 de octubre de 1989, cuando su automóvil fue arrollado por un tráiler en sentido contrario. Antes, al declararse la victoria del priista Salinas, Clouthier no creyó en este triunfo, y tres días después de las elecciones –como protesta– formó un gobierno alternativo de nación encabezado por él, con todo un grupo de panistas distinguidos formando su gabinete. Vemos pues, a través de la historia, que este mecanismo crítico de protesta no lo inventó Andrés Manuel López Obrador 30 años después, pero indudablemente la memoria no siempre es fiel.
En las mismas fechas, el bravo Clouthier presentaba un manifiesto a la población del país, publicado en la revista del PAN La Nación, con el título Derrumbe histórico…sistema mudo, en el cual decía lo siguiente:
“El grotesco triunfalismo del partido oficial y de su candidato, es inversamente proporcional a la certidumbre de su derrota. El retardo de la Comisión Federal Electoral para difundir cifras preliminares de los resultados y de la negativa del secretario de Gobernación para dar a conocer las tendencias de la votación la misma noche de los comicios, son testimonios contundentes del derrumbe histórico del PRI-Gobierno. Desde la noche del mismo miércoles 11 de julio, en diversas regiones del país se estaban suplantando y recomponiendo los paquetes electorales de las casillas, con el objeto de falsear los resultados originales de la votación”.
“Debemos impedir ese nuevo ultraje; convoco a todos los mexicanos para que a partir de este momento nos declaremos en resistencia civil activa y pacífica, denunciemos la injusticia electoral y rechacemos la imposición de autoridades ilegítimas. El candidato oficial no puede declararse triunfador, como abusivamente lo ha hecho sin una sola prueba de su afirmación, porque no obtuvo la mayoría de los votos; por el contrario, él y su partido fueron colocados por la voluntad del pueblo en el tercer lugar de la votación”.
Aquí conviene mencionar un párrafo del libro de las memorias de don Miguel de la Madrid (Cambio de rumbo), ubicado en la pág. 821 y el cual dice lo siguiente: “La respuesta de Clouthier era un tanto impredecible. Parecía clara su vocación al martirio, su deseo de trascender a cualquier costa. Clouthier quería que lo mataran. Ello satisfaría la imagen que tiene de sí mismo. Lo que tenemos que asegurar es que esto no ocurra.
Ante la hipótesis de que Clouthier hubiese sido asesinado –como muchos familiares y amigos personales del político muerto aseguran– se dice que con este caso se ideó un nuevo método para asesinar en forma tersa e impune a las gentes indeseables para el sistema: se espían previamente los itinerarios de la víctima; se prepara el pesado camión para chocar de frente con el vehículo donde va el sentenciado; se analiza y se elige el lugar adecuado para el “accidente” –con una segunda opción por si la primera falla por alguna razón– y se lleva la operación por radio con la intervención de un helicóptero que vuela sobre el área comunicado con el camión –y quizá– con otros vehículos terrestres ubicados estratégicamente cerca del lugar escogido o que siguen el vehículo del futuro inmolado, y se produce la colisión para cumplir el cometido; todo con la apariencia de un accidente común y corriente. Con Clouthier murió también el diputado local y dirigente estatal del PAN en Sinaloa: Javier Calvo Memije.
No obstante, el PAN se fue alineando sutilmente con el gobierno salinista, a tal grado que finalmente sus directivos posteriores como Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza (con Felipe Calderón como su secretario general) participaron en el diseño y aplicación de muchas de las reformas de Salinas.

*Ex presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI. A.C.