EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Partido Revolucionario Institucional. Su historia

Fernando Lasso Echeverría

Septiembre 08, 2020

(Trigésima segunda parte)

Terminamos nuestro artículo anterior con el inicio del gobierno priista de Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), comentando en especial el desánimo general que existía en la población mexicana por su futuro inmediato; todo ello, debido a la perturbación generada en el país por el conflicto armado de Chiapas y los asesinatos políticos ocurridos en marzo y septiembre de aquel turbulento año de 1994. Hablábamos también de que el triunfo electoral de Zedillo no parecía brindar a los mexicanos una absoluta confianza en su porvenir y que el rostro del nuevo presidente, revelaba inseguridad, temor y una profunda preocupación cada vez que salía a la luz pública.
Y cómo no iba a mostrar intranquilidad el nuevo presidente, si él supo de antemano que recibía un país quebrado, sin reservas para pagar sus deudas a corto plazo, como los tesobonos que emitió Salinas en forma abusiva e imprudente; cómo no iba a mostrarse preocupado el presidente Zedillo, si él tenía conocimiento, también, que los capitales “golondrinos” y especulativos venidos del extranjero habían estado saliendo de México en forma apresurada, por las altas tasas de interés que estaban pagando nuestros vecinos del norte y que no había forma de hacerlos volver; sabía igualmente que estaba obligado a devaluar nuestra moneda, medida impopular que el anterior presidente no había querido llevar a cabo, por cuidar su imagen. Todo lo anterior, provocó el desenlace de la crisis de diciembre de 1994, considerada como la mayor recesión del país desde la década de los 30s pues de inmediato las tasas de interés domésticas subieron más del 60 por ciento; la Bolsa, perdió el 40 por ciento de su valor; el subempleo aumentó en forma exponencial; cientos de pequeñas y medianas empresas no pudieron seguir pagando sus deudas, quebraron y cerraron sus puertas, y poco después, el sector bancario en su totalidad, fue técnicamente declarado en bancarrota, por decenas de miles de dólares en préstamos vencidos, situación que provocó que el presidente Zedillo creara el abusivo e injusto (para la población) Fobaproa para “rescatar” a un grupo de instituciones bancarias, dirigidas por ineptos y deshonestos banqueros nuevos, que habían hecho muchas transacciones ilegales, como el autoprestarse cantidades estratosféricas entre ellos, su familia y amigos íntimos. Todo esto trajo como consecuencia, que el PIB se redujera en 1995 un 6.2 por ciento, contracción mayor a la que hubo en la crisis de 1983, después del desastre que dejó López Portillo.
Otro factor que sin duda preocupaba a Zedillo era el que éste sabía que el único sector de la economía que estaba en auge en el país al final del gobierno que lo antecedió, era el del narcotráfico; informes de inteligencia de Estados Unidos recibidos por Zedillo –ya como candidato electo– mostraban que la frontera común entre ambos países se estaba convirtiendo rápidamente en la ruta de contrabando de drogas más grande del mundo; funcionarios estadunidenses calculaban que un 75 por ciento de todos los cargamentos de cocaína que entraban a Estados Unidos provenían de México y que los cárteles mexicanos –ya independizados de los colombianos– se estaban embolsando entre 10 y 30 mil millones de dólares anualmente, con lo que estaban contaminando y corrompiendo el sistema político mexicano, mediante una poderosa combinación de plata y plomo, tal como había acontecido en Colombia.
Zedillo sabía que los cárteles mexicanos estaban amasando fortunas fabulosas en dólares, las cuales lavaban en contubernio con políticos deshonestos y financieros ambiciosos y de pocos escrúpulos; sumas millonarias de estos dineros estaban siendo invertidos en centros turísticos, conjuntos habitacionales y centros comerciales y temía que estas asociaciones delictuosas pudieran convertirse en un peligroso factor de desestabilización. Igualmente, otro factor que alarmaba a Zedillo era el aumento de la tensión en Chiapas por el activismo político y militar de los rebeldes, dando lugar también a que los indicadores macroeconómicos empezaran a mostrar los efectos adversos del último año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari. La preocupación que denotaba, pues, el nuevo presidente de México, era bien comprensible.
En la composición de su gabinete ministerial, el presidente Zedillo incorporó personajes ajenos al priismo, con la supuesta intención de alcanzar una unidad nacional. Por ejemplo, la Procuraduría General de la República quedó en manos de un subordinado de Diego Fernández de Cevallos, quien se negó a aceptar tal cargo para él, pues originalmente el nombramiento se lo habían ofrecido directamente a su persona, dándole oportunidad de nombrar a quien deseara que quedara si él no lo aceptaba; la responsabilidad cayó sobre Antonio Lozano Gracia, y fue del agrado de la población en general, pues se pensó que por ser un procurador de origen panista, él si iba a descubrir a los implicados en las muertes del cardenal Posadas, del candidato Colosio y del líder de la bancada priista, José Francisco Ruiz Massieu. Para esta pesada tarea, Lozano Gracia nombró a un individuo llamado Pablo Chapa Bezanilla, como subprocurador especial para el esclarecimiento de los tres casos, que por cierto hasta la fecha continúan (y seguirán) en la penumbra.
Merece mencionarse que el tal Chapa –ya en su encargo– tuvo un comportamiento poco serio, nada científico e ilícito, sobre todo en la investigación del asesinato de Ruiz Massieu, en el que en forma insólita llegó a usar públicamente a una “bruja”, para que adivinara el lugar donde reposaban los restos del diputado Muñoz Rocha, el aparente eslabón perdido de la cadena de complicidades habidas en este caso y no sólo eso, también se atrevió a suplantar restos humanos falsos, afirmando que eran los de Muñoz Rocha, y que habían sido encontrados bajo tierra de una propiedad de Raúl Salinas de Gortari; en aquel momento se dijo que todo este comportamiento increíble, primitivo e inusual del subprocurador, fue para lograr mayor desconcierto y dar cabida –con todo propósito– a que los abogados defensores de Raúl Salinas –quien había sido detenido, acusado de ser el autor intelectual del asesinato de su ex cuñado– lograran su libertad a corto o mediano plazo. Al terminar su tarea, Chapa Bezanilla huyó del país.
En el caso de Colosio, la PGR cerró el caso afirmando que Mario Aburto había sido el único autor del crimen. Con respecto al asesinato del Cardenal Posadas, la versión oficial de la misma institución explicaba que los pistoleros de un cártel de narcotraficantes había confundido al cardenal con un contrincante al que había que eliminar. Finalmente, Lozano Gracia fue sustituido por Jorge Madrazo. Todo un fraude resultó, pues, el nombramiento de estos panistas en el área judicial, quienes seguramente –a través de su jefe Fernández de Cevallos– estaban comprometidos con don Carlitos, la persona que ubicaría a su partido en el poder en el año 2000, pues la tecnocracia aspiraba a una alternancia acordada en el poder –con la creación del PRIAN– para evitar de esta manera, que un partido de izquierda llegara al mismo, y echara a perder sus planes antinacionales transexenales y sus negocios particulares con las privatizaciones de los bienes del país.
Fue lógico, que la detención de Raúl Salinas de Gortari como supuesto autor intelectual del asesinato de Ruiz Massieu, enfrentara al presidente Zedillo con el ex presidente Salinas; no obstante, estos personajes ya tenían pugnas del dominio público, por el “big-bang” económico que hizo explosión a los 19 días del gobierno de don Ernesto, hundiendo al país en una crisis financiera de tamaños nunca vistos, hecho que provocó la declaración de Salinas de Gortari, de que todo había sido por el “error de diciembre”, con lo cual afirmaba que la crisis había sido desencadenada por culpa del presidente que lo suplió, y a lo cual Zedillo contestó que ésta había sido resultado de los desequilibrios económicos y políticos ocurridos durante el régimen salinista. El distanciamiento entre el presidente entrante y el saliente, era notable e irreversible, sin embargo, el misterioso y poderoso personaje José María Córdoba Montoya –quien candidateo a Zedillo y tenía una gran e inexplicable influencia sobre Salinas– garantizaba que el nexo entre estos no se rompiera por completo, y por ello, numerosos cordoba/salinistas integraron el gabinete zedillista.
Esto era facilitado, porque Zedillo –dada su medianía– no tenía realmente equipo; carecía de gente de su confianza con capacidad para integrar su equipo de trabajo y de las personas nombradas en puestos de primer orden, sólo el joven y novato político Esteban Moctezuma Barragán, que quedó como secretario de Gobernación, y Jaime Serra Puche en Hacienda, podían considerarse sus amigos personales; por lo tanto, era lógico esperar un gabinete integrado por cordobistas y salinistas en gran parte, como Santiago Oñate Laborde en la Secretaría del Trabajo; Carlos Ruiz Sacristán, en Comunicaciones y Transporte; José Ángel Gurría Treviño, en Relaciones Exteriores primero y luego en Hacienda; Luis Téllez Kuenzler en la oficina de la Presidencia –que manejó el propio Córdoba Montoya en el sexenio que terminaba–; el eterno y tenebroso personaje político Emilio Gamboa Patrón, en Fonatur, Miguel Limón Rojas, en Educación; el general Enrique Cervantes Aguirre en la Secretaría de la Defensa y muchos más en puestos secundarios. Peor aún, la crisis financiera que se presentó provocó la remoción temprana de Serra Puche como secretario de Hacienda y fue sustituido por otro distinguido tecnócrata y gente íntima de Córdoba Montoya, ya que él había traído a México al messie y lo había acercado y recomendado con Salinas de Gortari: Guillermo Ortiz Martínez, quien por todo ello, fue considerado en ese momento un serio aspirante para suceder a Zedillo, al concluir éste su sexenio.
Por otro lado, habría que recordar que Zedillo no fue el candidato de la nomenklatura priista; los personajes que la formaban se inclinaban por la candidatura del presidente del CEN de su partido, Fernando Ortiz Arana; esto provocó una mala relación de Zedillo con “su” partido durante todo el sexenio, y facilitó el objetivo salinista de entregar al PAN la presidencia de la República en el sexenio siguiente, tal como se había acordado entre éste y la cúpula panista de la época, como agradecimiento por haberle reconocido su falso triunfo, por haber aceptado la destrucción de las boletas electorales guardadas en la Cámara de Diputados, para evitar que se comprobara su fraude en un futuro corto, y después, corresponder también con lealtad, la aceptación de Fernández de Cevallos, el candidato presidencial del PAN para el periodo 1994-2000, por haberse retirado de una campaña que iba ganando claramente, después del primer debate realizado entre candidatos presidenciales en la historia política de México. Y bueno, a estos falsos priistas no les molestaba para nada que el Partido Revolucionario Institucional –al que ya habían despojado de sus principios, su ideología y su nacionalismo– saliera del poder. En realidad, tenían más coincidencia ideológica con el Partido de Acción Nacional, que con éste partido. Simpatizaban más con los intereses económicos estadunidenses que con los del país que llamaban “suyo” y al cual despojaron de sus bienes y materias primas, de una manera criminal… Y bueno, quizás por ello, en realidad este país siga siendo propiedad de ellos.
Se cumplía la aseveración, hecha a principios del siglo XX por Richard Lansing, secretario de gobierno del presidente estadunidense Woodrow Wilson (1913-1921): “Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano norteamericano, ya que nos llevaría otra vez a la guerra. La solución es abrirles a los jóvenes mexicanos las puertas de nuestras universidades y educarlos en el respeto al liderazgo de Estados Unidos. Con el tiempo, estos jóvenes se adueñarán de la presidencia” Esta estrategia fue realmente profética. Como ya se mencionó, fue Miguel de la Madrid el primer tecnócrata que inició el cumplimiento de esta predicción, la continuó –corregida y aumentada– su sucesor Salinas de Gortari y así sucesivamente; todos ellos han sido profesionistas que al madurar en el exterior su formación académica, perdieron el orgullo nacionalista y la visión objetiva y real del país, así como sus problemas y soluciones más adecuadas para la Nación; ellos adquirieron enseñanzas económicas teóricas “de avanzada”, que tienen al proceso de globalización económica como el mejor de los mundos posibles, lo cual se traduce, como una integración paulatina entre países, en donde la evolución productiva, la marcha de comercialización y de consumo, se van asimilando de tal forma que se llega –o se intenta llegar– a una conjunción total mediante tratados de libre comercio, que en la práctica terminan afectando a los países subdesarrollados que forman parte de ellos, y favoreciendo a sus socios, aquellas naciones con pleno desarrollo, donde nuestros ilustres funcionarios adquirieron sus pomposas y rimbombantes maestrías y doctorados, que en realidad los volvió nocivos para los intereses de nuestro país. Y lo dijo claro y conciso don Horacio Flores de la Peña (economista de la UNAM, ex director de la Escuela Nacional de Economía, secretario de Patrimonio Nacional y embajador de México ante la URSS, Italia, Chile y República Checa): “Miguel de la Madrid encabezó el arribo al poder de la primera generación de norteamericanos nacidos en México.”

*Ex presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI, AC
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