EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Partido Revolucionario Institucional. Su historia

Fernando Lasso Echeverría

Julio 09, 2019

 

(Séptima parte)

 

Concluimos el artículo anterior con la crónica de la debacle económica del país, al terminar el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976), pues éste presidente –con perfil profesional de abogado– manejó personalmente las finanzas públicas desde Los Pinos, y prometió a la población “hacer en 5 años, lo que no se había hecho en 50”, aumentando en forma exagerada e imprudente el ritmo del gasto público, apoyado con créditos externos.
Por ejemplo, su promesa de campaña de aumentar el empleo, Echeverría lo cumplió en gran parte, ampliando monstruosamente el aparato burocrático: de 600 mil burócratas que tenía el gobierno al inicio de su sexenio, se aumentaron a 2.2 millones los empleos gubernamentales.
Este imprudente manejo del gasto público provocó una crisis económica no vista en México durante varios sexenios: la deuda externa se disparó de 4 mil millones de dólares a 20 mil, con las arcas públicas vacías, situación que motivó una moratoria en los pagos; el peso se devaluó y cayó a 26.50 por dólar, cuando se había mantenido en 12.50, durante varios sexenios; la inflación y el desempleo se fueron “al cielo”, pues cientos de empresas quebraron ante el aumento de su deuda en dólares, por la devaluación de nuestra moneda.
Había pues en el país una economía totalmente en recesión, hecho que obligó al gobierno de México a recurrir una vez más al Fondo Monetario Internacional, para conseguir más recursos monetarios que le permitieran “seguir viviendo”, capitales que logró, a cambio de que el gobierno mexicano encabezado por Echeverría, “se portara bien”, limitando el gasto público y el intervencionismo estatal.
En ese entonces. el Partido Revolucionario Institucional –el partido oficial– continuaba subordinado en forma absoluta al jefe del Gobierno y su presidente y secretario general, no eran más que unos monigotes del ejecutivo nacional, quien los cambiaba por otros en el momento que juzgaba conveniente, acomodando a los salientes en cargos públicos del engranaje gubernamental, o bien en alguna de las Cámaras –generalmente como Jefes de la bancada– si es que su titularidad legislativa había estado cubierta por su suplente; así mismo, era el presidente de la República quien era el “gran elector” y era él quien seleccionaba a sus futuros gobernadores y el que aprobaba o rechazaba –al final del proceso– a los candidatos propuestos para cargos de “elección popular” en todos los niveles. Ése era el sistema político que se vivía, y todo mundo parecía estar de acuerdo con él; la oposición política era una caricatura en el país, y la prensa estaba convenientemente “maiceada”, sin embargo, es importante destacar, que un número minoritario de los jóvenes amnistiados –después del Jueves de Corpus en el que fueron reprimidos terriblemente– opta por la guerrilla urbana y se dedica a secuestrar –y a veces a asesinar– a personalidades empresariales o políticas en las principales ciudades del país. Es de recordarse por su importancia, el secuestro del cónsul de Estados Unidos en Guadalajara y poco después, el de don José Guadalupe Zuno Hernández, suegro del propio presidente Echeverría, quienes fueron liberados después del convenio con el gobierno.
Otro caso importante, lo fue el frustrado secuestro y asesinato de don Eugenio Garza Sada, patriarca del grupo Monterrey, evento que provocó la ruptura definitiva del empresariado con el gobierno de Echeverría, y es recordado con rencor especialmente por los empresarios de Nuevo León, quienes aseguraron en su momento y continúan afirmando, “que el marco de este violento hecho, había sido propiciado por el gobierno de Echeverría”. Muchos de estos activistas guerrilleros, pertenecían a la llamada Liga 23 de Septiembre, denominada así en memoria del frustrado asalto al cuartel militar de Madera Chihuahua, realizado por los hermanos Gámiz en 1965; no obstante, había otros grupos armados de origen rural y campesino, que –junto con los guerrilleros urbanos– entre 1970 y 1976, se rebelaron contra el gobierno y enfrentaron a grupos policiacos políticos y paramilitares extraoficiales, preparados específicamente en el extranjero para enfrentar a la guerrilla. Estos grupos manejaban técnicas terribles muy eficaces de represión, como secuestros, torturas, desaparición de personas y asesinatos, actuando prácticamente al margen de la ley, provocándose entonces ese pasaje histórico sórdido y mal conocido del país, que a través del tiempo se llamó la “guerra sucia”, ese enfrentamiento terrible y no convencional entre estos grupos policiaco-militares y la guerrilla.
De hecho, estos grupos de extrema izquierda, habían empezado a formarse y a actuar en los últimos años del diazordacismo, llevando a cabo acciones aisladas de terrorismo sobre todo en el medio urbano; no obstante, su actividad aumentó en la época de Echeverría, y se extendió a algunas zonas rurales del país, como una respuesta exasperada al autoritarismo y la injusticia. Lamentablemente el gobierno no actuó en forma decidida contra las causas directas que provocaron estos levantamientos: la pobreza, la marginación, la ignorancia y la insalubridad; sólo combatió feroz y brutalmente, los síntomas de descomposición social a nivel local o regional.
El estado de Guerrero, se distinguió por dar cabida a los grupos más representativos de las guerrillas campesinas, encabezadas por los profesores rurales Genaro Vázquez y Lucio Cabañas; el segundo secuestró a don Rubén Figueroa Figueroa, compadre del presidente y elegido –cuando ya estaba secuestrado en la Sierra– ¡Candidato del PRI en ausencia! para gobernar Guerrero; la intención de estos guerrilleros era utilizar la sierra guerrerense –de difícil acceso para la tropa regular– para crear un bastión, un foco del que radiara progresivamente a otras regiones pobres –y después a todo el país– el núcleo de rebelión; sin embargo, esto no sucedió pues la represión del régimen logró extinguir a los grupos subversivos urbanos y después perseguir, aislar y aniquilar a las guerrillas rurales. La legalización del Partido Comunista en el siguiente sexenio, cerró el círculo; los comunistas e izquierdistas del país, renunciaron a las opciones violentas ante el reconocimiento oficial de su existencia como fuerza política.
Pero en el sexenio de Echeverría, hubo muchas situaciones sorprendentes –que no se limitaron al área económica– que permitieron observar la pérdida absoluta de la realidad que el Presidente mostraba sobre el país o sobre su persona; nos referimos a aquel fenómeno que la población llama coloquialmente “la pérdida del piso”, y que la mayoría de los gobernantes locales o nacionales sufren en menor o mayor grado –dependiendo del tamaño del ego del funcionario– al adquirir el poder total o casi total que les confiere el nombramiento. Por ejemplo, este presidente intentó varias opciones para brillar en el ámbito internacional, buscando en forma absurda galardones y cargos que nadie le ofrecía, y gobernó autocráticamente –tal como ya lo comentamos– aún en áreas poco conocidas para él como era la económica; al respecto, se pueden recordar las siguientes:
-El rechazo inflexible a la asesoría de distinguidos economistas, que le aconsejaban disminuir el ritmo del gasto público que se estaba efectuando en el país, con dinero prestado por los grandes organismos financieros internacionales, controlados por Estados Unidos.
-El repudio a la inversión extranjera, cuando más se necesitaba.
-La movilización de cientos de funcionarios de todo el país a Los Pinos, para realizar al unísono en diversas salas o salones, reuniones multitudinarias con diversos objetivos que duraban de 12 a 24 horas, y que don Luis presidía recorriéndolas en forma rotatoria, intentando llevar la batuta en todas y cada una de ellas en forma obsesiva, fuera el tema que fuera.
-Sus viajes por el país con “chequera en mano”, repartiendo dinero –logrado con préstamos en el exterior– para proyectos populistas de toda índole hechos prácticamente “sobre las rodillas”, tales como complejos turísticos, industrias ejidales, institutos de capacitación, centros de recreación y hasta parques históricos, a través de fideicomisos formados “a la carrera” y a cargo de gentes cercanas a él, aunque no tuvieran la preparación o capacidad adecuada para ello, situación que redundó en múltiples fracasos con pérdidas de los recursos económicos invertidos en ellos.
-El envío entrometido y ridículo del secretario de Relaciones Exteriores al medio oriente, para “arreglar el conflicto entre árabes e israelíes”, sin que ningún país de los que formaban parte de la pugna, lo hubiese solicitado.
-La búsqueda abierta y desesperada del premio Nobel de la Paz, estableciendo vínculos personales con la Madre Teresa de Calcuta –su gran rival para tal fin– con la finalidad de pedirle que lo apoyara y prácticamente se retirara de tal competencia.
-El anuncio u ofrecimiento –casi al finalizar su mandato– de que estaba a disposición de los estados miembros de las Naciones Unidas, para hacerse cargo del organismo internacional como secretario general, si así lo disponían sus representantes, hecho que obviamente causó burlas en el medio diplomático internacional, en donde percibían a Echeverría, como una persona “pintoresca” y “locuaz”.
-Sus excesivos recorridos por el mundo, buscando al parecer “su consagración universal” –por aquello del premio Nobel de la Paz y la Secretaría de las Naciones Unidas– con un número descomunal de participantes en las comitivas, que eran francamente multitudinarias y dispendiosas.
-Sus declaraciones públicas, de que el “Sionismo es el mayor de los racismos”. El hecho de que esta aseveración pudiera tener trazas de realidad, no le permiten a un presidente de un país que en gran parte vive del turismo, externarla innecesariamente; con ella, Echeverría creó un grave boicot judío mundial contra México, que afectó notablemente la entrada de divisas por este concepto, situación que provocó que don Luis, mandara a su secretario de Relaciones Exteriores a Israel a “arreglar el asunto”, y cómo éste lo solucionó por medio de caravanas y disculpas que el pobre hombre tuvo que dar, al volver a México, Echeverría lo cesó por –según él– ponerlo en ridículo al pedir perdón, “cuando eso no era lo que le había ordenado”.
Por otro lado Echeverría pretendió que el personal docente y los jóvenes estudiantes perdonaran el “Tlaltelolcazo” y la masacre del 10 de junio y aceptaran con simpatía su gobierno; para ello puso en práctica varias medidas: además de ubicar a varios jovenzuelos veinteañeros como subsecretarios en varias dependencias oficiales del nivel nacional, modificó la Constitución para que pudieran llegar a la cámara baja, chamacos imberbes de 21 años y al senado de la República jóvenes de 30; aumentó sustancialmente los subsidios a las universidades e institutos técnicos de la capital y las provincias, a los que se incorporarían a trabajar muchos de los que intervinieron en el movimiento del 68. No obstante, este propósito no lo alcanzó don Luis, pues casi al final de su gobierno (1975) tuvo la osadía de irse a meter al auditorio de la escuela de Medicina de la UNAM, para probarle al pueblo mexicano, que se había desvanecido entre la clase estudiantil la impresión negativa de su participación en los acontecimientos de Tlaltelolco, pero ahí, el presidente fue recibido con insultos y corrido a pedradas, una de las cuales le pegó peligrosamente en la frente, siendo sacado con urgencia del recinto por sus guardias de seguridad –encabezados por Jorge Carrillo Olea– y trasladado rápidamente fuera de la Universidad en un vehículo particular que se prestó para ello, de donde les gritaba atropelladamente a los grupos estudiantiles: ¡fascistas! ¡fascistas!
Echeverría, al fin de su sexenio, dio muestras de querer reelegirse, situación que tuvo una oposición generalizada en todos los ámbitos del país; sin embargo, fue don Jesús Reyes Heroles, quien siendo presidente del partido oficial, descalificó el intento con firmeza y no fue la única vez que este personaje había limitado los excesos del jefe del Ejecutivo; la personalidad de Reyes Heroles –un político intelectual de altos vuelos– infundía mucho respeto, y Echeverría a pesar de su megalomanía no era la excepción. Inclusive –de manera increíble para la época– don Jesús como presidente del PRI, le “tumbó” a Echeverría un candidato para gobernador de Veracruz, al externar públicamente a los medios, que esa persona no era el candidato de su partido, situación que provocó el cambio del nombramiento.
Con miras al proceso de sucesión que se avecinaba, el PRI –al mando de don Jesús Reyes Heroles– intentó imponer como eje rector de la sucesión dentro de este partido, un Plan Básico de Gobierno, con la aparente simpatía del presidente de la República; “primero el Plan, luego el candidato”, se decía en los medios políticos del PRI. La primera reunión plenaria y Asamblea Constitutiva, se llevó a cabo a mediados de julio de 1975 y en ella, Reyes Heroles, definió los objetivos y grandes lineamientos de dicho plan; este documento no pretendía ser sólo económico, sino también ampliamente político, y Reyes Heroles decía que “lo importante era planear y planear bien”, enfatizando que “o progresamos todos o retrocedemos todos” y refirió, que debía irse más allá de la política social y la redistribución del ingreso. Se hablaba abiertamente de El Desarrollo Regional dentro de la Planificación Democrática, como un método de gobierno del presunto candidato del PRI, sin que éste existiese todavía. En total, se realizaron 26 reuniones en todo el país, mediante el esfuerzo realizado por el partido oficial a cargo de Reyes Heroles para formular el plan, sin embargo, todo fue en vano, pues se nombró al candidato sin discutir el documento antes, y el destape ocurrió (22-IX-75) a espaldas de los dirigentes del partido, pues Echeverría temía un “madruguete” en contra de su candidato personal y por supuesto de sus intereses personales.

*Ex Presidente de “Guerrero Cultural Siglo XXI” A.C.

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