Raymundo Riva Palacio
Noviembre 14, 2005
ESTRICTAMENTE PERSONAL
Actores de reparto en el pasado, los empresarios comenzaron a jugar un papel utilitario y pragmático en la última elección presidencial, donde transitaron del viejo pase de charola al que los llevó el ex presidente Carlos Salinas para impulsar la candidatura del PRI en 1994, a las aportaciones a los candidatos del PRI y el PAN para la campaña de 2000. En seis años, las cosas cambiaron radicalmente. La certidumbre de que las elecciones del próximo año serán realmente competidas, y los temores que tienen con algunos candidatos, los han llevado a caminar de la neutralidad relativa de hace unos meses, donde no querían comprometerse con nadie, a aportar pequeñas cantidades por igual, a un activismo protagónico y busca de compromisos futuros.
Los empresarios no pueden decidir quién será el próximo presidente de México, pero sí pueden influir en quién no desean y quién les gustaría que se sentara en la silla de Palacio Nacional. Alguien que pierde apoyos en forma acelerada es el priísta Roberto Madrazo, en quien se concentra una creciente animadversión por la desconfianza natural con aquél que les ha fallado de manera regular. Madrazo tiene cada vez menos simpatizantes dentro de la élite empresarial, particularmente entre las cúpulas de Monterrey que, de plano, ya no quieren ni siquiera hablar con él. Los empresarios regios se quejan de que en ocasiones anteriores, después de que lo ayudaron, dejó de tomarles, incluso, las llamadas. En la ciudad de México conserva algunos aliados dentro del gran capital, pero ese apoyo es frágil y se está evaporando.
En una reunión con empresarios del Distrito Federal hace algunas semanas con Cuauhtémoc Cárdenas, un importante ex banquero que es muy cercano al ex presidente Carlos Salinas tomó la palabra para expresarle al otrora líder moral del PRD que si realmente deseaba contribuir a la salud nacional, debía declinar a favor de Andrés Manuel López Obrador. A Cárdenas, de acuerdo con participantes en esa reunión, le cambió el gesto y argumentó en contra, señalando que sus propias encuestas le daban una oportunidad para contender por la izquierda. No es así, refutó el ex banquero, retírese de la competencia porque creemos –añadió sin precisar a quiénes alcanzaba el plural– que López Obrador es la última oportunidad que tiene México para avanzar. A lo largo de la plática se refirió también a Felipe Calderón, el candidato del PAN, pero algo que llamó la atención a varios de los asistentes es que en ningún momento consideró ni siquiera como contexto a Madrazo como opción real.
Cárdenas es mucho mejor visto por los empresarios regiomontanos, quienes han hecho de lado sus viejos agravios con el cardenismo porque consideran que entre él y López Obrador, se quedan con el ingeniero. Sin embargo, en las últimas semanas el bloque empresarial regiomontano se ha venido dividiendo, entre aquellos que piensan que hay que respaldar totalmente a Calderón para que enfrente a López Obrador, a quien consideran un demagogo y populista que encarna lo peor de la figura de Luis Echeverría, y quienes empiezan a aceptar que un candidato que venga de la izquierda, como el tabasqueño, tomando como referencia los antecedentes históricos en España, Francia y Brasil, tiene más posibilidades de emprender y concluir con éxito la reforma económica que tanto quieren, que un candidato que surja del PAN y vinculado, cuando menos por proximidad, con el foxismo.
En Monterrey piensan poco en la cuarta opción. Es decir, un candidato fuera de aquellos que están en el escenario político de la actualidad, que pudiera encontrar el consenso nacional. La figura que viene automáticamente a la mente cada vez que se plantea esta posibilidad, es el rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. Aunque él ha dicho públicamente que la candidatura presidencial no está en sus planes, no han dejado de coquetearle. López Obrador y Santiago Creel, cuando era precandidato del PAN, le ofrecieron una secretaría de Estado. La maestra Elba Esther Gordillo le ha insistido aceptar la candidatura de Convergencia, como parte de una coalición de fuerzas. Pero más recientemente, en otro cónclave empresarial, uno de los barones del capital más importantes de México, tras persuadir de que lo apoyaran a varios industriales de Monterrey, dio la encomienda de preparar el terreno, dentro del PRI, para allanar el camino de la candidatura de De la Fuente.
El hombre a quien le encargaron tejer esas redes tácticas fue Francisco Labastida, candidato perdedor en las elecciones de 2000, quien cometió la infidencia de comentar el encargo con el gobernador de Sonora, Eduardo Bours, quien en aparente desbocamiento por su enorme animadversión en contra de Madrazo, destapó a De la Fuente como la opción que tendría el PRI ante el descrédito que no deja de acumular. Labastida, que se enojó con Bours por la indiscreción, abonó en el desastre de la idea empresarial cuando dijo también a la prensa que De la Fuente era el hombre para Palacio Nacional. El empresario detrás de la idea, estalló en cólera por la indiscreción y, en acuerdo con otros empresarios, enviaron de nuevo a Dante Delgado, líder de Convergencia, a seguir buscando un candidato de unidad nacional.
Los empresarios están listos para apoyar a un candidato que les garantice estabilidad, liderazgo y las reformas económicas que no se pudieron hacer en este sexenio. No es un asunto de ideología lo que permea sus intereses, sino de compromisos con ellos. A Madrazo, prácticamente lo tienen vetado. Con Calderón podrían entenderse, pero son escépticos ante la influencia de Fox en su equipo. López Obrador no ha terminado de transmitirles confianza de que no es una bala perdida que pueda actuar más con el hígado que con la cabeza. Quisieran a alguien más, que no tienen ahora. Pero, visto está, no van a cejar de buscarlo, de ayudarle a construir una candidatura, y de tener a su hombre en la Presidencia amarrado con compromisos para aquello que consideran el bien por la Patria.
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