Raymundo Riva Palacio
Agosto 20, 2019
Una semana de ira creciente por las declaraciones de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, al acusar de “provocación” actos violentos desatados por la frustración de que los feminicidios crezcan tanto como la impunidad, tuvo un primer colofón el viernes, con una marcha vespertina que se salió del control de las propias organizadoras, reflejada en los medios de manera crítica el sábado, y de abundante reflexión este lunes donde la prensa se llenó de explicaciones sobre el por qué había razones objetivas en el sedimento de la explosión.
El debate se abrió en diversas tribunas. Un pensamiento que invita a decodificar y entender el momento, apareció en la página en Facebook de Conversa Mujeres Mx, un proyecto colectivo de mujeres para dialogar y reflexionar:
“El viernes vivimos emociones muy fuertes. Nos miramos entre nosotras y nos descubrimos las unas a las otras… enojadas, rabiosas, desesperadas, unidas.
Tanto que juntas perdimos el miedo. Aunque fuera por unos instantes. Es interesante pensar sobre esto. Por unas cuantas horas, de verdad, no sentimos miedo estando en la calle. ¿Cuántos momentos al día pueden estar fuera de sus casas sin tener la alerta puesta? ¿Cuándo pueden estar en la calle sin estar pendientes del potencial peligro en algún lugar de su inconsciente?
“El viernes, por unos breves momentos, la calle fue nuestra. Descubrimos que juntas somos muy fuertes. Descubrimos en la otra la rabia de una, y eso nos hizo sentir menos solas. Vimos en los ojos de desconocidas sentimientos que conocemos perfectamente. Sentimientos que nos acompañan allá donde vamos.
“Me pregunto, hermanas, quiénes se creen que somos aquellos que comentan con tanto odio hacia nosotras. De dónde creen que salimos, qué creen que buscamos para que discursen así. Quizá no sepan que somos mujeres normales, de su día a día. Somos su vecina, su prima, su amiga, su alumna, o su maestra, somos la becaria, la panadera, la trabajadora de la limpieza, la que trabaja en su propia casa, la que abrió un negocio, la que despidieron ayer que te caía tan bien, la que te atiende en el hospital cuando te enfermas, la que te vende boletos en la taquilla del cine, la que hace las películas que ves en el cine, la que trabaja en recursos humanos de tu empresa, la que te lleva en uber…
“No, no somos alienígenas buscando joderles la ciudad, ni tampoco terroristas, no somos un grupo de mujeres despechadas, no somos un grupo de mujeres vengativas, no somos un grupo de mujeres incoherentes (somos muchas, eso debería darte una pista), no somos un grupo de narcos ni mujeres que quieren hacer dinero vendiendo cuerpos de hombres, ni tampoco un grupo de locas. Somos las mujeres de sus vidas. Aunque no lo soporten.
“Ojalá miraran a su alrededor, en sus escuelas, sus trabajos, sus familias, en sus redes sociales… a sus amigas y les dieran, al menos, el beneficio de la duda. Ojalá se preguntaran: ¿Qué será tan grave como para que un grupo inmenso de mujeres desconocidas entre sí, se organicen para vandalizar mi ciudad? ¿Qué nos quieren decir con tanta rabia que han llegado a ese nivel? ¿Qué les molesta tanto que se han expuesto así? ¿Cuánto tiempo llevaban intentando hacerse escuchar? ¿Cuántas marchas pacifistas, cuántas peticiones al gobierno, cuàntas organizaciones, cuántos comunicados?
“Me pregunto si podrán hacerse una idea de la valentía que supone enfrentarse a todos para luchar por nuestras vidas. Porque 10 feminicidios al día suponen, literalmente, un genocidio silencioso. Me pregunto, compañeras, si se han percatado que este también es un problema de clase. Porque, claro, David, el estudiante de Comunicación de la Ibero no empatiza con este problema, porque sus amigas no han desaparecido; incluso Daniela, tu compañera de trabajo que dice que ni machismo ni feminismo, no ha entendido que este problema también le afecta a ella, porque no tiene amigas que se fueran un día a la escuela y no regresaran. Porque son 10 mujeres al día menos pero en la prensa hacen eco como 2 al mes. Quizá es que ninguno de ellos se da cuenta de que esa cifra no es solo una cifra. Son 10 vidas menos, pero de cuerpos que tienen menos valor que los suyos. Tan poco valor que nadie está haciendo nada. Tan poco valor que les parece escandaloso vandalizar una ciudad o quemar una comisaría por exigir que se detenga la masacre.
“Quizá ellos no tengan miedo y ellas achaquen su miedo a cosas individuales. Pero el viernes, hermanas, ocurrió algo muy importante que no debemos dejar que nos arrebaten. El viernes nos descubirmos las unas a las otras, poderosas. Y si perdemos ese sentimiento, si nos olvidamos de lo que vivimos el viernes, vamos a volver atrás. Y no podemos permitirlo. El viernes descubirmos que hay mujeres que están dispuestas a llegar a donde haga falta por nosotras. ¿Y qué hay más hermoso que eso?. El viernes hubo tanto pinche amor que nos descubrimos y ahora no podemos volver a cubrirnos.
“Spread the word. Ahora más que nunca. Júntense. Hagan colectivos, organícense. En sus escuelas, en sus barrios, en sus casas. No nos van a proteger ellos, no nos van a cuidar, no nos van a salvar. Nos tenemos que salvar nosotras y el viernes entendimos que sí podemos hacerlo. Si la guerra es por la vida, estamos dispuestas a hacerla. Porque sin guerra las que morimos somos nosotras. La paz solo es paz para algunos privilegiados que se enfurecen porque una vez al año sintieron la rabia que sentimos nosotras a diario. Y eso, que lo tocamos fue un monumento”.
Pensemos. Aprendamos. Entendamos.
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