Carlos García Jiménez
Junio 19, 2020
BAJO EL ALA DEL SOMBRERO
(Primera de cinco partes)
Voy a decir verdades amargas, pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justo y honradamente dicho.
Emiliano Zapata
La denominada Cuarta Transformación (4T) que impulsa el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha impactado de distintas maneras en los actores sociales y políticos más dinámicos del país, generando diversas reacciones. En el campo mexicano, las transformaciones ofrecidas en campaña aún no llegan, y esto ha creado resistencias y protestas campesinas, tanto de organizaciones tradicionales vinculadas al viejo régimen, como de organizaciones y redes que promovieron el voto rural a favor del actual presidente de México.
No obstante, frente a la incertidumbre que ha provocado la 4T, un sector de organizaciones rurales, acuerpadas en el Movimiento Campesino Plan de Ayala Siglo XXI de Guerrero (MCPASXXI-GRO) –y su expresión, por ahora, más dinámica: la Coordinadora de Comisariados Ejidales y Comunales–, ha venido gestando, en esta entidad, un nuevo paradigma de intervención social que, a ras de tierra, busca rescatar y transformar la vida en el campo desde la visión y acción campesina.
Tras la resaca del 1 de julio
La justa electoral del 1 de julio del 2018 fue para el movimiento social rural guerrerense una coyuntura política definida por un antes, un durante y un después. Esos tres momentos, desplegados de diciembre del 2017 a diciembre del 2018, fueron parte de un ciclo de convergencia campesina en pro de una causa estratégica (el rescate del campo) y un propósito inmediato (ganar las elecciones).
Tal coyuntura pasó efímera, como muchas otras que ha vivido el movimiento rural guerrerense. Llegó en un escenario sociopolítico en el que venían operando diversos actores y convergencias sociales, desarticuladas entre sí: Comité para la Paz y el Desarrollo Sustentable de la Región Sierra, Foro Permanente de Organizaciones Sociales, Congreso Agrario Permanente, comités regionales de búsqueda de desaparecidos por la delincuencia, Comité de padres de los 43 de Ayotzinapa, Colectivo Guerrero es Primero, y otros grupos y redes con demandas específicas. La coyuntura electoral operó como un imán que atrajo la dinámica de estas convergencias hacia la alianza electoral vencedora.
Al calor de la coyuntura se generó un nuevo paradigma de convergencia social y plural que tomó cuerpo en el MCPASXXI-GRO. En contraparte, las organizaciones rurales tradicionales mantuvieron sus dinámicas ordinarias basadas en el viejo peticionismo.
En el MCPASXXI-GRO coincidieron líderes de organizaciones económicas campesinas históricas de Guerrero; comisariados ejidales y comunales; comisarios municipales; y activistas sociales en los temas de derechos humanos, medio ambiente, agricultura ecológica, agrarismo, pueblos originarios, desarrollo social y municipalismo. Al evento más relevante de este movimiento –su primer congreso estatal, realizado en noviembre de 2018– concurrieron cerca de mil delegados de las ocho regiones y de 49 municipios. Esta convergencia variopinta, generó la versión guerrerense del Plan de Ayala Siglo XXI que, si logra mantenerse como bandera del movimiento social rural, podría allanar el camino para el rescate del campo.
Los nuevos desafíos campesinos
¿Van a impactar las nuevas políticas públicas rurales en el combate del hambre, pobreza y desigualdad social, acrecentadas durante los últimos cuatro sexenios? ¿Se han incluido las propuestas campesinas en el programa del nuevo gobierno? ¿Cómo deben organizarse los campesinos en la era de la 4T para seguir avanzando en la reivindicación de sus intereses históricos? Estas son algunas de las preguntas que surgen entre los actores sociales más activos del campo guerrerense tras la resaca del triunfo electoral y los escuetos resultados de las acciones del primer año de gobierno.
A la luz de la nueva realidad sociopolítica, en diversas reuniones campesinas se han analizado estas preguntas. Las distintas respuestas han permitido clarificar los propósitos y alcances del nuevo gobierno; y, en consecuencia, los nuevos desafíos del movimiento campesino.
Rediseñar los pasos subsiguientes para seguir impulsando a ras de suelo la 4T no ha sido fácil. El movimiento social aún no logra asimilar, comprender y armonizarse a la nueva coyuntura. Algunos líderes “izquierdistas” que se acercaron al movimiento creyendo que éste era un trampolín para sus aspiraciones personales, sencillamente se han retirado. El distanciamiento provocado por la pandemia, es otra realidad que ha dificultado la intervención organizada de los campesinos. A pesar de ello, en Guerrero sigue caminando, lenta y silenciosa –tal como es la naturaleza del campo–, una nueva organicidad rural.
El triunfo electoral de la alianza electoral Juntos haremos historia abrió amplias expectativas en el movimiento social rural, en virtud del marcado discurso anticorrupción y la puesta en marcha de la denominada Cuarta Transformación de la vida pública del país.
En el nuevo gobierno, si bien la población ha aplaudido las políticas de carácter nacionalistas del presidente López Obrador (eliminación de pensiones a expresidentes de la República, reducción del salario a funcionarios públicos, cancelación del aeropuerto de la ciudad de México, entre otros), en lo que se refiere a la cuestión rural hay incertidumbre y desanimo de los actores sociales rurales. Y la distancia entre el discurso esperanzador de AMLO, y la configuración de las nuevas políticas públicas rurales y el perfil neoliberal de sus operadores, es escabrosa.
A pleno sol: La próxima luna nueva (21 de junio) traerá las lluvias que marcarán el inicio de las siembras agropecuarias. Ante ello, los programas rurales productivos deberían estar operando a toda máquina. Sin embargo, en el caso del programa federal más emblemático para el campo guerrerense –Fertilizantes 2020–, hay muchos campesinos que aun no aparecen en los listados de beneficiarios, y lo peor, hay bodegas ya vacías…