Raymundo Riva Palacio
Enero 21, 2005
Matando Cabos
El flamboyante procurador del estado de México, Alfonso Navarrete Prida, debe estar acordándose mucho lo que le ha costado haber afirmado que al conocerse los detalles del asesinato de Enrique Salinas, el país entero se cimbraría con el escándalo político que generaría, rematando su dicho con la certeza de que sus asesinos se encontraban en “su círculo íntimo”. O sea, precisó, o fue un familiar, o fue un socio de negocios o, se podría añadir, todo lo anterior. Mucho le ha llovido a Navarrete Prida por desbocarse y levantar expectativas pero, paradójicamente, quitando el estruendo retórico, el procurador podría haber dado señales ciertas.
Detalles de la investigación y fotografías que están trascendiendo en los medios como producto de un monumental desorden de las autoridades y de una estrategia de abogados, permiten comenzar a centrar algunos puntos del crimen del hermano del ex presidente Carlos Salinas y replantear nuevas preguntas a las autoridades. Por ejemplo:
1.- El cuerpo. Un par de fotografías del cadáver de Salinas, publicadas este miércoles en El Universal, muestran algunos detalles interesantes. De acuerdo con la autopsia, Salinas murió por asfixia. Sin embargo su cara, que muestra las huellas de la tortura, no enseña el rictus de desesperación en el que entra cualquier persona que se encuentra en tal situación. Tampoco se aprecian en su vestimenta vestigios de forcejeo en esa lucha desesperada que cualquiera hace cuando está a punto de morir. Los botones de su camisa están intactos, y la camisa misma se encuentra perfectamente fajada dentro del pantalón. Se sabe que no murió en el lugar donde lo encontraron, por lo que el cuerpo fue manipulado y colocado en la posición que se quiso por quienes lo asesinaron. La pregunta es si realmente murió por asfixia o pudo haber sido por otra vía, como veneno. El cuerpo de Enrique Salinas ya no podrá dar esa respuesta, porque su familia se apresuró a cremarlo –lo que ha despertado sospecha a algunas autoridades–, por lo que tendrían que ser investigados los médicos forenses que practicaron la autopsia.
2.- Las contradicciones. De acuerdo con personas que conocen el caso, varios declarantes importantes han dicho mentiras al ministerio público. Se sabe de las falsedades por las contradicciones en las que han incurrido. Tal es el caso, según esta información, de la ex esposa de Salinas, Adriana Lagarde, de su viuda Gilda Deneken, y de su hermana Adriana Salinas. Las autoridades conocen de conversaciones telefónicas entre los dos hermanos días antes del asesinato que, describieron, fueron “peculiares”. Asimismo, la viuda o la hermana estaban al tanto de que Salinas era extorsionado y no sólo no lo declararon en un principio en la averiguación previa, sino que le recomendaron ir a la cita con sus extorsionadores aquél domingo que salió de su casa para no regresar. La pregunta que intriga a las autoridades es porqué todas mintieron o escondieron información relevante para el caso.
3.- Los franceses. A principios de junio del año pasado, un juez francés autorizó al gobierno proceder en contra de Enrique Salinas. Sin embargo, no fue sino hasta el 22 de noviembre cuando el gobierno pidió, a través de Interpol, una orden de arresto o localización a más de una decena de países, entre los cuales se encontraba México. Esa petición tiene esas dos variantes porque se aplica diferente en cada país: aquellos que tienen firmado un acuerdo con París que permite la extraterritorialidad de las leyes, lo debían de arrestar y deportarlo, pero en donde no, como México, era de localización para que Francia procediera con el siguiente paso tendiente a su detención y posterior extradición. A las autoridades federales mexicanas les extraña, primero, que la justicia francesa se haya demorado más de cinco meses en enviar esa especie de ficha roja sobre Salinas, y segundo, que coincidiera con la devolución de siete millones de dólares. ¿Qué movió a los franceses a que después de tener congelado el caso lo reactivaran junto con la danza de los millones? Esa es una pregunta que revolotea en el gobierno mexicano.
4.- La guerra mediática. Hay quien, dentro de las autoridades mexicanas, vinculan las acciones francesas con una serie de publicaciones en México que parecían fuera de contexto. La primera, días después de que llegara la petición de localización de Salinas, fue la difusión del conflicto entre el hermano del ex presidente y su primera esposa, la señora Lagarde, por incumplimientos en el acuerdo económico del divorcio, que fue detallado por Proceso. En las declaraciones ministeriales del asesinato se revela que la fuente del semanario fue la propia ex esposa y su abogado Mariano Flores Arciniega. Los dos continuaron entregando información a la prensa, en particular a un medio donde la señora Lagarde tiene una llave mágica para lograr que la escuchen con atención. Uno de los primeros resultados de la estrategia es que pusieron a pelear a los procuradores, el general Rafael Macedo, y Navarrete Prida, produciendo una espiral de desinformación.
5.- El caso de los AFIs. Los procuradores se trenzaron en un inexplicable debate mediático sobre si agentes federales participaron o no en el asesinato. Navarrete Prida sostiene que sí investigaron a esos agentes, lo cual es cierto, y que no hay indicios sólidos de culpabilidad. Macedo dice que nunca tuvieron responsabilidad alguna en el homicidio, lo que también es verdad. Lo que derivó en confusión y en la confrontación artificial es que cuando llegó la petición francesa para localizar a Salinas, dos agentes de la AFI se encargaron de buscarlo y realizar el reporte para enviar a París. Al cometerse el asesinato surgió la información que agentes de la AFI lo estaban investigando, por lo cual Navarrete Prida abrió esa línea de averiguación. Macedo le entregó toda la documentación que tenían sobre Salinas y dispuso que declararan los agentes. Desde diciembre, Navarrete Prida descartó esa línea de investigación, pero la mala comunicación política que tienen los procuradores con la opinión pública los hizo presa fácil de la trampa mediática que les pusieron y de la que no terminan de salir.
Al final, lo que queda es una monumental cortina de humo que empieza a ocultar la verdad sobre el asesinato de Salinas. Todos los puntos se conectan y se pueden dibujar los perfiles de los más sospechosos en el caso. Pero al mismo tiempo, por lo que hasta hoy se sabe, sólo son conjeturas y evidencia circunstancial. Se puede apresurar como conclusión, en este momento, que a menos que uno de los responsables decida confesar, este asesinato quedará con varios sospechosos del tamaño para un escándalo que cimbre al país, sin pruebas sólidas que los incriminen. Conforme avance el tiempo, conseguirlas será más difícil; otras, que se podrían haber encontrado en el cuerpo, ya no existen.