Rosa Icela Ojeda Rivera
Mayo 10, 2005
El estado de Guerrero se caracteriza por ser una entidad de grandes rezagos económicos, sociales y culturales, los cuales se convierten en grave inequidad hacia sectores numéricamente importantes como las mujeres, los indígenas, los minusválidos y trabajadores migrantes. En el caso de las mujeres guerrerenses se suman a su marginalidad económica los índices que rebasan la media nacional en materia de analfabetismo, muertes por embarazo, postparto, cáncer cérvico-uterino y suicidio; por si esto fuera poco, a sus exiguas condiciones de desarrollo también se suman el costo de los patrones culturales y de una tradición patriarcal expresada en el uso de la violencia regular y cotidiana hacia ellas, así como la aparición de formas de violencia extrema como el feminicidio.
El feminicidio es una formulación elaborada para llamar la atención sobre el aumento de los asesinatos de mujeres en tres ámbitos: 1) el geográfico, que en México pasó de ser privativo de la frontera norte, en Ciudad Juárez para ser precisos, extendiéndose a toda la república; 2) el aumento numérico de estas muertes dolosas, resaltando el caso de los estados del país que rebasan la media nacional según las cifras aportadas por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, como son los estados de México (130 por ciento); Oaxaca, (81); Guerrero, (72), Morelos (20), Chiapas (11), y Michoacán (10), y; 3) el aumento de crueldad que acompaña a los homicidios de las mujeres.
En Guerrero, además del incremento numérico de las muertes de mujeres ocurridas durante los últimos cinco años, según los casos que alcanzan publicidad en los medios impresos, también ha habido un aumento de crueldad y de impunidad. Al asesinato le antecede la violación y la tortura; luego la muerte por estrangulamiento, asfixia, uso de arma blanca o arma de fuego; seguida de desfiguración y desmembramiento del cuerpo. En cuatro casos de ellos las mujeres fueron asesinadas estando embarazadas de manera evidente, una fue serruchada, otra enmaletada, una quemada viva y una jovencita ahogada, amarrada de manos y pies.
La única fuente de que disponemos en la entidad son los medios, ya que como dijo recientemente en conferencia de prensa la Comisionada del Congreso de la Unión para la investigación de los feminicidios en Guerrero, la autoridad judicial no proporciona información al respecto y lo más grave, es que a unos días de que fuera ratificado como subprocurador de justicia, Antonio Nogueda Carvajal, declaró sobre este tema. Lo hizo con el estilo oficial de siempre: minimizar el problema como la mejor manera de encubrir la falta de responsabilidad, incapacidad, insensibilidad e indiferencia. Dijo que las muertes de las mujeres de Guerrero no tenían nada que ver con las muertas de Juárez, ya que aquellas fueron asesinadas por misoginia, mientras que en el caso de las de Guerrero se trata de “crímenes pasionales”. Podemos entender entonces que los asesinatos de Juárez deben ser investigados por ser crímenes de odio, y las de Guerrero no, en tanto su muerte se produjo por pasión.
Como las y los guerrerenses no hemos sabido de justicia, de ciudadanía, ni de democracia en muchos años, la ratificación de este funcionario, que es un regalo más para una de las elites locales, el noguedismo, por desgracia también es la ratificación de la persistencia autoritaria, la impunidad y la injusticia, que en esta ocasión tiene dedicatoria especial para las mujeres y los hombres que continuaremos en la consecución de la utopía, por un Guerrero mejor.