Gibrán Ramírez Reyes
Julio 08, 2019
PENSÁNDOLO BIEN
“El camino que habremos de emprender es largo, porque tendremos que hacer en cada rincón de nuestro… en cada jirón de México una asamblea como esta. 200 asambleas en todo el país”, dijo Felipe Calderón, y dijo bien, porque lo que entregó al cabo de su sexenio es una nación destrozada, deshumanizada e indolente. Es necesario anestesiarse para vivir con normalidad. Es obvio que si viviéramos condoliéndonos por la injusticia, por la espiral de violencia, por los desaparecidos, en fin, por la guerra, transitaríamos a la locura. El costo de la normalización es, sin embargo, muy alto: se desmembra el país, quedando apenas jirones.
Llama la atención que Calderón hable como candidato, o como predicador, lo que se guste, como si tuviera un historial en blanco y todo lo que debiera de preocupar a él y a su formación política careciera de identidad y de pasado. Calderón, orondo y hasta alegre, pretende que el tema sea sólo el futuro. De eso habla su ambición expresada de ser diputado federal en 2021, o el cinismo de pretender que hay un nuevo tipo de política “que hoy nace”, donde la gente recoge la basura, resuelve el tráfico, mejora la educación, y, en general, donde la ciudadanía va a salvar a México con él como líder. Su partido se llama México libre porque se trata de “Hacer lo que quieras con la certeza de que hay un Estado que cumple la ley y la hace cumplir”.
Pero no, Felipe: tú fuiste el presidente de la muerte y lo comprueban los datos del estudio que quieras; por ejemplo, el del Instituto Belisario Domínguez del Senado (Temas estratégicos 39). El presidente que limitó la libertad (ver índice de Freedom House). Rompiste la nación y estallaste la violencia en nombre del Estado de derecho. Un tiempo que debió de caracterizarse por la atención a los jóvenes, a su empleabilidad y capacitación, dado el momento del bono demográfico, fue consumido por la narrativa de la guerra. Es difícil imaginar más mezquindad y sevicia. Y es de notarse también la tolerancia del sistema político mexicano, donde un político tan pernicioso puede andar convocando a la regresión como si nada.
Llama la atención también que, de repente, Margarita Zavala y su proyecto propio vuelvan a quedar bajo la sombra del ex presidente de la guerra. Los videos, incluso los que difunde él mismo, lo tienen como protagonista principal. México libre se trata de él. Si el partido en formación continúa su ritmo de construcción, cercano a una asamblea por día, estaría casi en condiciones de lograr su registro al final del año. A juzgar por el tamaño del operativo, el ritmo continuará e incluso incrementará. La pregunta es a quién y a qué representa.
Aunque se quiera borrar, el pasado siempre vuelve por sus fueros. A Felipe Calderón Hinojosa su naturaleza lo llama, lo hace pintarse de cuerpo entero: alcanza relevancia apenas cuando se trata de temas policiacos, y los asume con gusto. No es un golpista (no le alcanza el poder), pero le gusta la idea de que se le considere tal –no se explica de otro modo su paso al frente y defensa de los policías que se suponía que él manipulaba desmintiendo sin muchas ganas, montando esa ola mediática–. Sí es, en cambio, la caricatura de uno.