El PRI y Beatriz Paredes Rangel Cuando el PRI todavía detentaba el poder del gobierno federal, algunos, desde adentro y desde afuera, pregonábamos que si no cambiaba el PRI y por ende los priistas, el pueblo los cambiaría del poder. Eso nos merecía, en la mayoría de los casos, que nos prestaran oídos sordos, descalificaciones … Continúa leyendo Héctor Manuel Popoca Boone
Enero 24, 2002
El PRI y Beatriz Paredes Rangel
Cuando el PRI todavía detentaba el poder del gobierno federal, algunos, desde adentro y desde afuera, pregonábamos que si no cambiaba el PRI y por ende los priistas, el pueblo los cambiaría del poder. Eso nos merecía, en la mayoría de los casos, que nos prestaran oídos sordos, descalificaciones y epítetos que iban desde señalarnos como locos, despistados, izquierdistas o perredistas enquistados en el sistema.
Sucedió lo que tenía que pasar y en el año 2000, la mayoría de la ciudadanía optó por otra alternativa para depositar el mandato presidencial federal. Hoy nuestro pregón para el PRI y sus militantes es que si no cambian, no podrán tener la posibilidad real de volver al poder. Veremos si esta vez nos hacen caso.
Por eso es importante estar atentos a la renovación en el liderazgo nacional del PRI, por cuanto a saber, o por lo menos vislumbrar, si cualesquiera de los contendientes que lo pretenden: Roberto Madrazo o Beatriz Paredes Rangel, reúne los atributos requeridos para dirigir y llevar a cabo los cambios que requiere dicho partido político que garanticen la posibilidad real de su regreso al poder federal.
En mi modesta opinión personal, el PRI debe definir o retomar claramente, en su actuación y comportamiento, el proyecto de país o de nación por el que pretende luchar y trabajar. Si bien en sus documentos básicos lo delínea, en la práctica se subordina y acata lo que los presidentes de la República priistas y sus equipos de colaboradores han determinado desde su muy particular concepción personal o de grupo.
Así, el PRI y sus líderes formales han tenido que hacer circo, maroma y teatro para justificar y apoyar diferentes concepciones de nación y diversos modelos de desarrollo socioeconómico, que van desde el nacionalismo revolucionario, el desarrollo estabilizador, el desarrollo compartido, la economía mixta con rectoría del Estado, hasta el tristemente célebre (y una de las causas de su derrota electoral del 2000) modelo neoliberal.
A la fecha, desde los primeros años post-revolucionarios, hemos dado bandazos, sin salirnos de una estructura capitalista y hemos mudado de un extremo a otro: desde un Estado robusto, patrimonialista y paternalista con una economía nacional cerrada que pretendía la igualdad social hasta el desmantelamiento del Estado de responsabilidades y funciones transferidas a particulares, con una economía nacional abierta, bajo la égida del libre mercado para la asignación de recursos y distribución de beneficios.
El PRI si quiere volver a estar en el poder, debe retomar los ideales emanados de la revolución de 1910, de los que se alejó y, en las últimas décadas, traicionó incluso, al adoptar y apoyar el neoliberalismo. Soberanía nacional, justicia social y plena democracia son ideales populares inalcanzados y lamentablemente olvidados.
Debe abanderar de nueva cuenta las causas y los intereses del pueblo que paulatinamente abandonó para ponerse al servicio de la plutocracia nacional, en contubernio con una alta burocracia tecnócrata y elitista.
El liderazgo priista no debe descansar y exaltar individualidades, sino alentar la toma de decisiones y el trabajo político colectivos. Craso error será que la dirigencia del partido se contemple como medio para satisfacer intereses y proyectos personales o como trampolín político de personas en su afán por llegar o tener poder y no para la gestación de programas económicos y sociales de claro tinte popular que no populista; además de la conducción de las luchas del pueblo por su mejoría y progreso.
La nueva dirigencia priista tendrá que revestirse de nueva cuenta de mayores atributos de sensibilidad y mística social; no dejarse llevar por los dictados de los tecnócratas neoliberales y mucho menos de toda clase de caciques, que mucho daño le hicieron al partido político por su elitismo, soberbia, autosuficiencia y desapego al pueblo, por no hablar de sus proclividades a la impunidad, simulación y corrupción.
En otras palabras, el PRI debe retomar el ejercicio de la política a través de principios, valores e ideales en la defensa de las causas populares y no por medio de la dádiva, el reparto de dinero, de puestos administrativos, posiciones políticas o de canongías. Hacer política con dignidad y no con el envilecimiento y prostitución de la práctica política, de la misma clase política y de los actores sociales.
Mucho ganaría el PRI si llevara a la práctica, reflejada en sus acciones y declaraciones cotidianas, el fiel cumplimiento de sus documentos básicos; esto es, su declaración de principios y su programa de acción. Para eso es necesario que transite y se convierta, él, sus militantes y simpatizantes, en un partido político de convicciones y no de conveniencias.
Las prácticas de la línea vertical y del dedazo deben dar paso al debate, a la libre expresión, así como a la democracia interna, aún cuando en el principio se tengan que pagar costos altos por falta de experiencia o por las muchas mañas adquiridas que habrán de desterrarse. La disciplina de partido no debe seguir implicando castración o autocensura en el decir u opinar. El ejercicio de la crítica y la autocrítica es saludable como método para corregir errores o desviaciones.
Es recomendable que el PRI vuelva a ser un partido político de masas y no de unos cuantos grupos de políticos que se sostienen en las espaldas de las bases militantes. Que exista y se aliente la movilidad y ascenso de nuevos cuadros políticos a puestos de dirigencia, a partir del desempeño en las bases y que los dirigentes sean humildes y sencillos; otorgándoles un trato y atención de deferencia y de respeto a sus militantes; que realmente se valoricen y se reconozcan los empeños y méritos en el trabajo cotidiano partidario en el seno del pueblo de cada afiliado, para que los candidatos a elecciones tengan probabilidades de triunfo. En términos generales, es menester reconocer que existe mucho menosprecio a las bases y un uso utilitario de las mismas por parte de los dirigentes.
En fin, dirán algunos o muchos que soy un iluso y que le pido peras al olmo, pero no veo otro camino que transitar para que el PRI pueda volver al poder. Por sus antecedentes y trayectoria de los contendientes, Beatriz Paredes Rangel me parece la alternativa menos mala para emprenderlo.