EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Hillary

Rosa Icela Ojeda Rivera

Octubre 14, 2016

Cuando se habla de Hillary, no hace falta decir su segundo nombre que es Diane, ni su apellido de soltera que es Rodham. Desde 2008 Hillary aspira, con posibilidades reales de triunfo, a ganar las elecciones que la llevarán a la presidencia de Estados Unidos. Postulada por el Partido Demócrata se ha propuesto ganar la elección del próximo 8 de noviembre que la llevaría a gobernar el país más poderoso del planeta.
Antes que Hillary hay un largo camino que inició en el siglo XIX, mujeres que buscaron abrir espacio hacia el poder en la Casa Blanca. En 1872 y 1892 lo hizo Victoria Woodhull defensora del amor libre. Se postuló como candidata cuando las mujeres no tenían siquiera reconocido su derecho a votar. Victoria registró su candidatura por el Partido Equal Rights (Igualdad de Derechos), aunque sin ninguna posibilidad de triunfo.
Otra mujer que también logró postular su candidatura a la presidencia en el siglo XIX fue Belva Lockwood, y luego sería hasta los años 60 del siglo XX, en plena efervescencia del feminismo estadunidense que aparecieron más nombres de mujeres como candidatas a la presidencia, aunque ninguna de ellas obtuvo el respaldo de los grandes partidos: Republicano o Demócrata. Los demócratas finalmente en 1984, presentaron la fórmula Walter Mondale, Geraldine Ferraro, llevando a una mujer en la candidatura a la vicepresidencia. Fueron derrotados por George H. Bush (padre).
Hillary tiene posibilidades de triunfo, reales, sin duda, pero llegar a la Casa Blanca no le será fácil. Para su propósito le ayudaría mucho garantizar el voto de las mujeres. De acuerdo con los analistas los votos de ellas representan el 54 por ciento del electorado. A Hillary le han manifestado abiertamente su respaldo las solteras y divorciadas, pero un amplio sector de mujeres profesionales e intelectuales han sido duras y críticas con ella, le acusan de utilitarismo y oportunismo, por asociar su carrera política a la de su esposo Bill Clinton, otras censuran que en el plano personal, frente a los escándalos sexuales de su esposo no haya actuado como la mujer liberal e independiente que es, en esencia reclaman que no actuara como ellas esperaban lo hiciera.
Hillary es controversial, siempre lo ha sido, se le considera liberal y a la vez conservadora, y ¿cómo podría ser de una manera diferente? si vive y actúa en un país “marcado por el conflicto entre el puritanismo y la revolución sexual”, y en donde el pragmatismo tiene más peso que cualquier ideología.
Hillary siendo muy joven se definió como “agnóstica, intelectual liberal y emocionalmente conservadora”. Egresó del Departamento de Ciencia Política del Wellesley College, y obtuvo el título de licenciada en derecho por la Universidad de Yale en 1973. Ha sido asesora parlamentaria, secretaria de Estado de 2009 a 2013, y senadora por Nueva York de 2001 a 2009.
Hillary inauguró en la Casa Blanca un nuevo estilo, una forma diferente de ser primera dama, muy lejos del clásico papel de anfitriona. Rompió normas y descolocó al establishment de Washington en los primeros años de la presidencia de su marido. Desde la derecha se le ve como una feminista radical y agresiva, mientras la izquierda la etiqueta como no feminista y le critica por ser moderada.
Se le reconoce por trabajadora, organizada, discreta y controlada; se le crítica por distante, fría, arrogante, soberbia, calculadora. Se le considera una mujer con talento, capacidad intelectual, personalidad, carácter, que elabora magníficos discursos, que tiene amplias relaciones y capacidad para construir consensos. Hoy una parte del electorado estadunidense, la que le votará, espera de ella una significativa contribución a la vida social de su país.
Si Hillary gana las elecciones, como es muy probable que ocurra, tampoco tendrá un ejercicio fácil. Sobre ella, como sobre todas las mujeres que asumen posiciones de poder se han generado expectativas y demandas exageradas, que rara vez se dirigen a los hombres que aspiran a gobernar.
A Hillary se le endosa desde ahora la responsabilidad de enmendar los errores cometidos por los hombres en el ejercicio gubernamental: “el insoportable crecimiento de las desigualdades y la miseria, la impunidad de la criminalidad organizada con sus paraísos fiscales, la incontrolable violencia social, la reducción de la política a la sola conquista y uso del poder; la corrupción como práctica casi unánime”.
Es curioso ver como se da por hecho que las mujeres, sin haber gobernado antes, no sólo lo harán de manera diferente, sino corrigiendo los ancestrales errores en la actividad gubernamental. ¿Será a propósito que se pierde de vista que si en algún lugar las mujeres han aprendido a hacer política formal es en sus partidos políticos? Y que los partidos políticos, como ha dicho Leonardo Morlino, son una variable independiente de la democracia. Con todo esperamos que el electorado vote a su favor, por el bien de nuestros hermanos los migrantes. Por el bien de México.