EL-SUR

Miércoles 17 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

III Cumbre Continental de Comunicación Indígena, ¿oportunidad perdida?

Margarita Warnholtz

Diciembre 09, 2016

Hace unas semanas se realizó una cumbre de comunicación indígena en Bolivia. Juan Mario Pérez Martínez, uno de los mexicanos que asistió, nos hizo llegar el siguiente texto sobre dicho evento.
Del 15 al 19 de noviembre de este año, en la ciudad de Tiquipaya, conurbada a la de Cochabamba, Bolivia, más de un millar de personas y un poco más de 200 comunicadores indígenas provenientes de al menos 13 países del continente, se reunieron para dar forma a la III Cumbre Continental de Comunicación Indígena del Abya Yala. Con los antecedentes de la I Cumbre realizada en el resguardo de La María, Piendamó, Colombia (2010) y la II Cumbre que se llevó a cabo en Tlahuitoltepec, Oaxaca, México (2013), este tercer encuentro se mostraba como definitorio para un conjunto de acciones encaminadas a la consolidación de estrategias de comunicación indígena definidas en las anteriores Cumbres. Para tal efecto, la agenda de trabajo propuso los siguientes ejes temáticos: Principios y retos de la comunicación indígena para la descolonización, interculturalidad y Vivir Bien (Buen Vivir); Legislación, marco legal, derecho a la comunicación y construcción de las políticas públicas en comunicación; Formación, plan continental de formación integral en comunicación; Estrategias de incidencia y mecanismos de enlace continental de comunicación indígena para la lucha y el buen vivir de los pueblos indígenas; Equidad de género y despatriarcalización en la comunicación indígena; Soberanía y desafíos tecnológicos (liberación tecnológica científica desde los pueblos indígenas); Desafíos de la comunicación transformadora e intercultural como herramientas contrahegemónicas y de lucha de los pueblos indígenas del gran Abya Yala (Continente Americano); y, comunicación indígena para la defensa de la Madre Tierra, la autonomía y los derechos indígenas.
Sin embargo, la incidencia y protagonismo del gobierno federal de Bolivia frenó el trabajo de los comunicadores y cambió el sentido de la Cumbre. No había concluido el primer día de actividades cuando se produjo una fuerte inconformidad derivada por cambios no consensados en la agenda de trabajo y la participación de ministros y viceministros, lo cual provocó que importantes medios de comunicación (como SERVINDI), miembros de la Comisión de Seguimiento Internacional y organizaciones indígenas (como CRIC, ONIC, ECUARUNARI, entre otras) decidieran no participar en las mesas de trabajo y organizaran una “mesa paralela” para analizar la situación provocada por el Ministerio de Comunicación del gobierno boliviano; así como para intentar trabajar en los ejes temáticos previamente pactados en diversas pre-cumbres, sin que esto último fuera posible. Lo anterior no es poca cosa porque precisamente es en Bolivia en donde una opción política indígena ha llegado al poder bajo la figura del presidente Evo Morales; sin embargo, las acciones del Ministerio de Comunicación generan diversas interrogantes de si este gobierno ha logrado construir instituciones capaces de dialogar, diseñar y aplicar conjuntamente a su ciudadanía, políticas públicas de comunicación inclusivas y necesarias para el Vivir Bien; y, para el caso que nos ocupa, no fueron capaces de acompañar el proceso internacional que pretende la articulación de la acción comunicativa indígena.
Es importante recordar que la Cumbre de México fue señalada por la intromisión del gobierno federal, a través de la Cdi, y la decisión no consultada de invitar al titular del Ejecutivo federal para inaugurarla; incluso, diversas organizaciones de comunicadores de Bolivia, encargadas del proceso de la Cumbre de Cochabamba, firmaron sendos comunicados y decidieron no asistir a Tlahuitoltepec solidarizándose con colectivos y comunicadores indígenas mexicanos que cuestionaron con toda razón dicha invitación, por lo que la Cumbre de Bolivia se esperaba distinta en todos sus ámbitos y con mucha expectativa. Desafortunadamente no fue así y, como bien apuntó José Ignacio López Vigil, destacado comunicador de Radialistas Apasionados, “el problema no es que el gobierno sea de izquierda o de derecha ni de nada, sino que éste no es un espacio del gobierno”.
Tampoco olvidemos que las cumbres continentales de comunicación son encuentros autogestivos de organizaciones indígenas y medios de comunicación comunitarios, indígenas en su mayoría, que tienen su origen en un mandato de la IV Cumbre de los Pueblos realizada en Puno, Perú, en mayo de 2009. La Declaración de la Mesa de Comunicación en la Cumbre de Puno, entre otras cosas, plantea: “…Que como comunicadores estamos buscando unirnos para romper los cercos informativos en todo el continente y enfrentarnos a la concentración y manipulación de la información por parte de los grandes monopolios de comunicación… Consideramos estratégico que como comunidades, pueblos, nacionalidades y sus diversas organizaciones se incluya en los planes de acción a corto, mediano y largo plazo el área de la comunicación con todas sus temáticas: radio, televisión, nuevas TICs, conversión digital, prensa escrita, páginas web, telecentros, medios audiovisuales… Desde ahora convocamos para que a esta cumbre de comunicación asistan no sólo comunicadores sino también dirigentes, autoridades tradicionales, representantes de gobiernos originarios, y encargados de comunicación en las organizaciones indígenas, locales, regionales y continentales.”
Así pues, las Cumbres son momentos necesarios de encuentro continental, de intercambio no sólo de experiencias, sino de estrategias de acción y, sobre todo, de articulación y esto fue precisamente lo que sucedió en la “mesa alternativa”. Si bien la propuesta de desconocer a la Cumbre, lanzada por Carlos Pérez Guartambel presidente de la Confederación de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari), no fue secundada por esta mesa, la Cumbre ha sido fuertemente cuestionada como espacio autónomo de gestión social y acción comunicativa indígena, por el insumo político que le representa a los gobiernos de los estados; o, por lo menos, las experiencias de México y Bolivia así lo muestran.