EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La aprobación del presidente y el impasse que se avecina

Gibrán Ramírez Reyes

Septiembre 05, 2022

El porcentaje de aprobación del presidente de la República es el dato que domina la conversación pública y los cálculos políticos. Tiene tan ofuscado al oficialismo –incapaz de imaginar proyecto fuera de las políticas actuales o futuro aparte de López Obrador–, como a la oposición, que atrapada entre el denuesto y el lamento ha renunciado al análisis político –y a la política creativa o a cualquier intento de reinvención. ¿Cómo puede un número convertirse en una losa tan pesada? Entre otras cosas, la inercia cultural neoliberal acrecentó la creencia de que realidades muy complejas pueden resumirse en una cifra. Según el sentido común neoliberal, los precios (por poner el ejemplo por excelencia) sintetizan mucha información sobre lo que da valor a una mercancía y la relaciona con el mercado. Una extraña continuidad de ese sentido común en la política dicta que un político vale tanto como muestren las encuestas, que el ánimo, el éxito, el fracaso de una persona, una idea o una política pública pueden sintetizarse en un porcentaje. Dicha idea fue impulsada fuertemente por políticos de todos los colores y por consultores que encuentran mucho más fácil contratar encuestas que realizar estudios sociales con entrevistas a profundidad o grupos de enfoque, métodos más complejos, más caros, que permiten conocer las realidades que suelen esconderse tras los porcentajes.
No cabe duda de que AMLO tiene buena aprobación. Encuestas en vivienda realizadas por casas muy serias le reconocen cerca de 60 por ciento. Alejandro Moreno, en El Financiero, le concede 54 puntos (pero su encuesta es telefónica). Los opositores han convenido en que dependen de dinamitar ese número. Por eso, como si estuvieran picando una piedra, los ataques se vuelven más virulentos y frecuentes –sin lograr nada. Del lado del oficialismo, por otra parte, la aprobación del presidente (por sus réditos electorales) se ha concebido como la misión fundamental de la organización política. Claudia Sheinbaum ha llamado a Morena a lograr que la aprobación de AMLO suba hasta 85 por ciento. No sólo se trata de aplaudir, sino de invitar al aplauso. Aunque la miren con distintos ánimos, la cifra de aprobación es interpretada de la misma forma por oficialismo y oposición. ¿Habrán evaluado la posibilidad de que la población no esté en el ánimo de esa política de barra brava?, ¿de que la aprobación no sea porra, ni la desaprobación mentada de madre?, ¿habrán tenido curiosidad de saber qué hay detrás de esas cifras?, ¿cuántos que no volverían a votar por PRI y PAN, pero que tampoco están conformes?, ¿cuántos que aprueban a este gobierno porque su punto de comparación son los anteriores, no las promesas iniciales de AMLO?, ¿cuántos aprueban al presidente porque reconocen su devoción cívica y su esfuerzo pero son también conscientes de la impotencia de este gobierno? Han pasado ya dos tercios del sexenio. Estamos por entrar a su quinto año. La agenda de “transformación” se agotará después de las reformas electoral y en materia de guardia nacional. Entraremos entonces en un impasse, aguardaremos inauguraciones, las elecciones, todo serán movimientos estratégicos, decisiones tomadas muchas veces con base en un diagnóstico erróneo. Aplausos, porras, abucheos, con las urgencias nacionales pasando de largo.