EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La curiosidad inagotable de Alejandro Martínez Carbajal

Abraham Truxillo

Septiembre 26, 2020

Escritor, historiador, periodista, cronista, arqueólogo aficionado, estudioso del México precolombino. El legado de Alejandro Martínez Carbajal (1931-2020) aún está por conocerse. Originario de la Isla Holbox, Quintana Roo, llegó a Acapulco tras cursar la especialidad de Historia en la Normal Superior de la Ciudad de México. Maestro de numerosas generaciones de estudiantes guerrerenses, Martínez Carbajal fue un amante de Acapulco y del estado. Escribió alrededor de sesenta libros –inconseguibles ahora– a lo largo de casi seis décadas de investigación independiente, impulsada por una curiosidad de explorador decimonónico.
En México las historias locales suelen ser infravaloradas. El menosprecio comienza en las escuelas donde se enseña una Historia Nacional única y absoluta que borra las particularidades regionales y, especialmente, sus contradicciones con respecto al gran relato nacional. El estereotipo del cronista de provincia –enamorado de su terruño– en contraposición al supuesto cosmopolitismo de las capitales, es parte de esta infravaloración. Escritores como Alejandro Martínez Carbajal son personajes radicales (van a la raíz) y periféricos, quienes resguardan un relato fundamental que no siempre llega a los monumentos.
En 1973 Martínez Carbajal recorrió las ruinas de una ciudad prehispánica en La Sabana (Acapulco), guiado por unos mapas que le había legado el maestro Arturo Castrejón –quien a su vez la había explorado veinte años antes: realizó anotaciones y levantó algunos planos de Ciudad Perdida, como él la llamaba. Con sus alumnos desbrozó el sitió y escribió una carta al Instituto Nacional de Antropología e Historia para que lo protegieran del terrible saqueo que había sufrido durante décadas. El estudio que publicó sirvió de base para las investigaciones posteriores. En la actualidad el lugar es muy diferente del que él exploró: muchas estructuras han sucumbido a la expansión urbana y algunas piezas fueron robadas, entre ellas una estela grabada.
El trabajo de investigación de Martínez Carbajal se caracterizó por la acuciosidad y el rigor. Se zambulló en los archivos locales y las fuentes, como pocos lo han hecho, y realizó un trabajo de campo gracias al cual recopiló numerosos testimonios que de otro modo se habrían perdido. Muchas de sus obras –algunas de carácter monográfico– las publicó él mismo en su taller, donde además imprimió el trabajo de otros cronistas y escritores acapulqueños. Entre sus libros destacan: Juan R. escudero y Amadeo S. Vidales (1961); Doña María de La O (1963); El Congreso de Anáhuac (1970); Ciudad Perdida (1973); Muerte de Cuauhtémoc, según fuentes escritas (1977); Memorias de la Revolución en Guerrero (1983); Corridos populares de Guerrero (1990); Marco geográfico de Acapulco (1992); Asentamientos prehispánicos de Acapulco (1992); Acapulco: expediciones, viajes e invasiones marítimas (1992; Acapulco, barrios históricos (1993); Diego Álvarez y Vicente Giménez, panteras del Sur (1993); Memoria de Acapulco (1994); Holbox (1994); Lo desconocido del viejo Acapulco (1995); Guerra de Independencia en Guerrero (1995); Crónica de Acapulco (1996); Masacre en el vado de Aguas Blancas (1996); Huracán Paulina (1998); Ejército Popular Revolucionario (1998); Crecimiento, torbellino del tiempo (1999); Crónica Mexicana prehispánica (2007), Tragedia de don Vicente Guerrero (2011), entre muchos otros. Su obra principal es sin duda el volumen de ochocientos setenta y cinco páginas titulado, Historia de Acapulco (2005).
Alejandro Martínez Carbajal realizó, él solo, una labor que en otros estados hacen los Colegios estatales, como el de Sonora y San Luis Potosí, decididamente más interesados en su historia regional. Su erudición no fue menor que la de muchos investigadores profesionales que reciben una remuneración en la academia.
Si bien algunos de sus libros circulan por internet en formato digital, la mayoría son inaccesibles y no se encuentran ni en las bibliotecas de las principales universidades del país; antes aparecen en los catálogos de universidades estadunidenses. Por desgracia, las autoridades estatales y municipales tampoco se han interesado en reeditar su trabajo. Inexplicablemente, ni siquiera el auge editorial estatal de la última década ha llevado a la difusión de su obra.
Alejandro Martínez Carbajal es ejemplo de esa curiosidad generosa, propia de quien desea compartir sus hallazgos. Los registros minuciosos que realizó de los barrios históricos y las características étnicas de sus primeros pobladores dan fe de su afán por contarlo todo para que perdure en la memoria. Lo mismo puede decirse de sus interpretaciones y descripciones de los petroglifos milenarios que rodean Acapulco —desde Playa Majahua hasta Pie de la Cuesta—, algunos de los cuales no han perdurado.
Una de sus últimas investigaciones fue la reorganización del Códice Talleriano-Remensis, un manuscrito calendárico ritual del siglo XVI que contiene predicciones y augurios para los nacidos en cada día del calendario mexica. En su propuesta, Martínez Carbajal repone algunos faltantes del Talleriano-Remensis con folios del Códice Vaticano; altera la numeración y añade agüeros de otras fuentes a fin de poder trasladar los días con sus signos al calendario gregoriano, en un nuevo formato.
Hace un par de meses aun, envió una carta a este periódico en la que disertaba sobre las fuentes chinas que registran el viaje del monje budista Hui Sheng a América y la posibilidad de que la expedición hubiese llegado a Acapulco, a propósito de un artículo del maestro Anituy Rebolledo.
La amputación de las memorias locales en nuestro país genera malentendidos e incluso mentiras históricas que se han de aclarar algún día. Tal vez una próxima generación descubra que hay enormes omisiones en la construcción de la identidad –regional y nacional– que deben ser subsanadas. Cuando lo hagan, los libros de Martínez Carbajal podrían ser otros tantos mapas que ayuden a buscar respuestas. Hago votos para que sean más accesibles para entonces.

* Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Es autor del libro de poesía Postales del ventrílocuo (Ediciones Sin Nombre, 2011). Ha colaborado en medios impresos y electrónicos como La Jornada Semanal, Revista de la Universidad, Casa del Tiempo, Tierra Adentro y Cultura Colectiva, entre otros. Algunos de sus textos han sido traducidos al francés.