EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La misión

Jorge Camacho Peñaloza

Noviembre 26, 2021

Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo. Jesús.

Sin duda la pobreza y la violencia criminal se han empoderado en el país en las últimas tres décadas. Millones de mexicanos las sufrimos todos los días en forma de desempleo, satisfacción precaria de las necesidades vitales, bajos niveles de escolaridad, injusticia, exclusión y miedo, son temas en los que ni la economía ni las políticas públicas han logrado notoriamente avanzar hacia niveles satisfactorios de bienestar y de una vida libre de miedos en el país. Coincido con quienes piensan que estos males tienen mucho que ver con el espíritu humano, en la necesidad de detonar cambios para reencauzar la distribución de la riqueza y el comportamiento de quienes optan por la violencia como modo de vida.
Son temas que se necesita abordar con total seriedad y no hacer propuestas irresponsables que en lugar de resolver el problema lo agudicen. Por ejemplo, en el caso de la pobreza en el siglo pasado algunos gobiernos, como en México, optaron por fabricar dinero, técnicamente dicho, aumentar el circulante, incrementando la burocracia con dependencias, programas, organismos y obras manejadas por el gobierno para que la gente pudiera tener dinero y consumir y demandar productos frente a una oferta manipulada que para obtener mayores niveles de ganancia incrementaba el precio de las mercancías, lo que provocó altos niveles de inflación, de incremento de precios, que a la postre redujeron la capacidad adquisitiva de la población cayendo en niveles más profundos de pobreza.
Así en el caso de la violencia, proponer un diálogo entre las autoridades y los diferentes grupos de la delincuencia organizada resulta, por cualquier lado en el que se le vea, un despropósito e irresponsabilidad, porque en principio dicho diálogo estaría legitimando a la delincuencia, estaría mandando el mensaje a la sociedad de que cometer ilícitos no es un tema de sanción y de aplicación de la justicia, sino de diálogo con la autoridad; la delincuencia dedicada a delinquir sin violencia se vería tentada a usarla sabiendo que es el camino para sentar a la autoridad al dialogar sobre su derecho a delinquir.
En ese sentido, es muy delicado que nuevamente autoridades eclesiásticas insistan en la propuesta de que el gobierno dialogue con los delincuentes para reducir la violencia en las calles del estado, porque prácticamente está mandando el mensaje de que delinquir, convertirse en delincuente, no es tan malo, que los delincuentes tienen derecho a sentarse con el gobierno para regular el delito, la cual se convierte en un despropósito para la moral cristiana porque se sale a todas luces la misión de la Iglesia en la vida social, que es salvar la conciencia de las personas de comportamientos y pensamientos equivocados, es decir del pecado, restableciendo la relación de Dios con los hombres y no promover acuerdos políticos entre los delincuentes y el gobierno, no me imagino a Jesús llamando al César al diálogo con los delincuentes de la Judea Romana.
Vuela vuela palomita y ve y dile: A mi amigo el obispo que no se distraiga en las cosas del Estado, para no convertirse en un actor pesado y mejor se dedique de lleno a la conversión del pecado.