EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

La trampa

Raymundo Riva Palacio

Agosto 02, 2006

¿Qué es lo importante hoy en día?
La elección presidencial, no. La profecía auto realizable de que lo importante en este proceso electoral no sería el 2 de julio sino el 3, se cumplió.
¿Las instituciones? Tampoco. Los órganos electorales han quedado terriblemente golpeados –la inteligencia emocional no puede distinguir entre individuos e instituciones, y los más sofisticados aseguran que las personas hacen a las instituciones–; los candidatos también; los partidos igual; y la Presidencia en particular. Ahora hasta el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, porque aplicó la ley y no sucumbió ante las presiones políticas, resultó estar hecho de magistrados que no estuvieron a la altura de las demandas de Andrés Manuel López Obrador, y actuaron con visión “estrecha”.
¿El tejido social? Mucho menos. Basta ver la polarización en el paisaje nacional, alguna estratégicamente deliberada y otra tristemente manipulada, propiciando conflictos familiares y alejamientos, o eliminación de amistades que se creían a prueba de ácido. La enajenación de las masas se ha convertido en un juego sin sentido, donde cada vez se habla con mayor vehemencia de la violencia. ¿Puede estallar? Aquél México bronco de Jesús Reyes Heroles es identificado por algunos como lo suficientemente sensato para no explotar, y por otros como demasiado conservador para lanzarse por esa vía. Alguien lo sabe con certeza. Pero, quienes hacen el llamado a las armas, ¿habrán sentido alguna vez ese vacío profundo en el estómago, ese frío que recorre el cuerpo como si fuera líquido, esa sensación de estar soñando despierto que es lo que sucede cuando a uno le ponen un arma enfrente? ¿O habrán experimentado esa sensación de vulnerabilidad profunda, impotencia absoluta y máxima soledad que se sienten en medio de balaceras?
¿La política? ¡Por favor! ¿Cuántas secretarías de Estado puede negociar el partido en el segundo lugar? ¿Cuánta influencia tendrá en los programas de gobierno? ¿Cuánto vale cada voto del PRI? ¿Cuántos estados valdrán el respaldo al nuevo gobierno? ¿Cuántas veces no se han arreglado las cosas en lo oscurito, por cierto, como suele ser en la política? ¿Cuál es el peso en oro político de 5 millones de votos, de 8, de 15?
¿Los medios? Quienes institucional o individualmente apoyan a uno de los candidatos, son unos perros vendidos. Quienes apoyan al otro, también son unos perros vendidos. Los enemigos de la patria ya tienen nombre de periodistas. Periódicos como El Financiero, La Jornada, Reforma o El Universal, o revistas como Proceso, que tienen historia de lucha contra el sistema autoritario en los 80 y 90, son ahora vistos como parte de la servidumbre de uno de los candidatos por el hecho de defender posiciones o buscar ser asépticos en sus coberturas. Comentaristas de radio, el medio que contribuyó enormemente a la concientización de los ciudadanos de carne y hueso durante los 80, son repudiados por no tomar partido ciego por un candidato. La televisión, que ha pagado enormes facturas por haber sido pieza central de la construcción del consenso político en la República Priísta, es ahora flagelada con la pasión maniquea que bloquea los matices. Los héroes de los 70, y los 80, y los 90, son ahora villanos.
¿El gobierno federal? Sería una locura darle el voto de calidad. Tiene a la capital de Oaxaca convertida en el foco de ingobernabilidad que ha habido en la historia de México durante tiempos de paz, y desformalizó tanto la ley con su acoso a López Obrador, que cuando hoy exige el respeto a la ley carece de total autoridad. Un gobierno federal que creó un gobierno paralelo dirigido por la primera dama Marta Sahagún, que se dedicó a presionar a empresarios de todo el país para que inyectaran recursos a la Fundación Vamos México mientras cerraba los ojos –¿realmente los cerraba?– al enriquecimiento fugaz de su hijo mayor, encabezado por un locuaz jefe de Estado con incontinencia verbal, claudicó a su responsabilidad histórica de conducir a la nación por la consolidación democrática, logrando la regresión que hoy vivimos.
¿Qué es lo importante hoy en día?
La respuesta más rápida es la gobernabilidad. Pero, ¿cómo lograrlo?
Sectores empresariales insisten en que la gobernabilidad pasa por la anulación de la elección presidencial –una columna en este mismo espacio que reflejaba el estado de ánimo el viernes pasado, provocó la reacción, muchas veces iracunda, en más de 240 correos electrónicos–, bajo el supuesto que se ratificará la victoria de Felipe Calderón y la beligerancia de López Obrador que alegan hará imposible que pueda gobernar. La anulación tampoco parece ser la mejor respuesta.
Un presidente interino, cualquiera que este fuera, tendría al país paralizado durante los 18 meses en que se tendrían que realizar las siguientes elecciones, lo que significaría, más allá de sus mejores intenciones, que el gobierno federal no haría nada. ¿Qué funcionario interino firmaría una licitación, un documento que implique distribución de recursos, o iniciaría una obra? Dicen los empresarios que su tarea sería la de concretar una reforma política, pero se antoja utópico. ¿Cuáles serían los estímulos de los partidos, a través de sus legisladores, que lo que no hicieron nada en 10 años por intereses particulares lo hagan durante el periodo de la conquista de la Presidencia? En la rebatinga por el poder, la nación, como suele suceder, quedaría relegada indefinidamente.
La gobernabilidad se resuelve con la legalidad. Sin embargo, si algo se ha desacreditado a lo largo del sexenio es la legalidad. ¿Quién está libre de culpa para lanzar la primera exigencia de legalidad? Hace mucho tiempo que toda violación a la ley cometida por individuos o grupos con respaldos políticos, no se resuelve en términos jurídicos, sino a través de “diálogos políticos”. Es la politización de la justicia a la que nos tienen acostumbrados los políticos mexicanos para quienes la ley, es simplemente letra muerta. La ley se ha convertido en una divisa política y su aplicación obedece a consideraciones extra legales, práctica que se convirtió en cultura. Pensar, como lo hacen los empresarios, que la gobernabilidad tiene esa salida, dolorosa reconocen, pero conveniente en su criterio de que es mayor que beneficio que el costo, se antoja una ingenuidad política. ¿Quién gana? No el PAN, no el PRD, menos aún las instituciones. Algunos piensan que el PRI, especulación sin fundamento.
¿Qué se puede hacer? Nadie parece tener la respuesta. López Obrador habla de la revolución, Calderón se empequeñece con los días, el gobierno federal tiene olvidado lo que es el Estado. La refundación del sistema se quedó en su implosión. Estamos en una trampa sin salida, por la irresponsabilidad política de nuestros políticos, y la pasividad insultante de nosotros que no hemos querido pasarles la factura.

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