EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las vacunas y su historia

Fernando Lasso Echeverría

Enero 22, 2019

 

(Segunda parte)

Como se mencionó en la primera parte de esta serie de artículos sobre la historia de las vacunas, fue en el último tercio del siglo XIX, cuando el químico francés Louis Pasteur, basándose en el estudio de Jenner en Inglaterra sobre la inmunización contra la viruela realizados en la última década del siglo XVIII, inició investigaciones sobre los agentes patógenos de algunas enfermedades de animales como el cólera aviar y la erisipela porcina, creando preparaciones atenuadas contra ellas, que llamó vacunas en honor a Jenner y que tuvieron éxito al evitar que estos animales enfermaran después de aplicárselas.
Este hecho logró que las industrias avícola y porcina, dejaran de tener grandes pérdidas económicas, al cesar la mortalidad de estos animales, básicos en la dieta humana; pero al unísono, Pasteur y sus colaboradores Roux y Chamberland, trabajaban sobre la atenuación del virus de la rabia, que causaba numerosas muertes en todo el mundo, en humanos agredidos por animales rabiosos.
La rabia es una zoonosis, es decir, es una enfermedad infecciosa propia de los animales, que puede ser transmitida al hombre, y ha sido un flagelo para la humanidad desde tiempos inmemoriales; hasta finales del siglo XIX, cualquier ser humano contagiado por medio de una mordedura de animal enfermo, estaba sentenciado a una terrible y angustiosa muerte en pocas semanas; merece mención, que cualquier animal de sangre caliente puede ser infectado y tener capacidad de transmitir la enfermedad, aunque los trasmisores más frecuentes en la actualidad, son los perros en las poblaciones y los murciélagos hematófagos (vampiros) en el medio rural, que causan el mortal derriengue en el ganado vacuno y equino, que no es más que la rabia en este tipo de animales; estos murciélagos, con cierta frecuencia causan también casos de rabia en humanos que radican en el campo.
En tiempos pasados, en los países europeos y norteamericanos, eran los lobos uno de los mayores transmisores de la rabia en el medio rural.
En sus trabajos de investigación, Pasteur y sus colaboradores, usaron tejido nervioso de perros que habían muerto por rabia, de donde obtuvieron un filtrado donde se podía demostrar que aún estaba el virus, ya que aunque no era cultivable, transmitía la enfermedad al inyectarlo en perros sanos; después, lograron descubrir, que el virus de la rabia podía multiplicarse localmente si era inoculado directamente en el cerebro y la médula espinal de animales, eligiendo conejos para sus experimentos; al pasar sucesivamente el virus de cerebro en cerebro de conejos vivos, obtuvieron un virus “fijo” con un periodo de incubación constante de siete días.
A partir de esos hallazgos establecieron un método de atenuación del virus, consistente en la desecación a temperatura ambiente de la médula espinal de conejos muertos por la infección, logrando una atenuación progresiva del virus, hasta que en dos semanas perdió toda su virulencia o capacidad de producir enfermedad en los inoculados, a quienes sin embargo les causaba inmunidad.
El siguiente paso, fue aplicar una suspensión de estos virus atenuados a perros, y observaron que los canes, se volvían inmunes a infecciones con virus rábicos virulentos en un lapso de 15 días, cuando se les inyectaba dosis diarias de virus cada vez menos atenuado, y como el periodo de incubación natural de la rabia transmitida por animales a humanos era alrededor de cuatro semanas, se propusieron probar este método en humanos infectados.
Joseph Meister, un niño de 9 años de edad, mordido por un perro rabioso en la campiña francesa, fue históricamente el primer ser humano tratado con este producto, aplicándosele 13 dosis del virus fijo cada vez menos atenuado, a partir del 6 de julio de 1883, y ante la angustia y preocupación de los familiares de Joseph y sobre todo de Pasteur y sus ayudantes –quienes eran los responsables de esta acción– la vacunación fue exitosa y el niño salvó la vida.
El éxito en este primer caso, seguido por muchos otros más, hizo que el uso de esta vacuna antirrábica se extendiera por el mundo entero. El Instituto Pasteur de París, informó que entre 1888 y 1985, aplicó el tratamiento a 66 mil 107 personas, de las cuales solo se fracasó en 151 casos, muchos de ellos, probablemente por reacciones secundarias negativas, o bien por haber sido vacunados en forma tardía, siendo el último en 1921.
En México, la vacuna antirrábica con el virus fijo de Pasteur, fue traída directamente de París en 1888 por el doctor Eduardo Liceaga –Ministro de Salud del régimen porfiriano–, empezándose a producir ese mismo año en la Ciudad de México, misma que fue aplicada por primera vez también en 1888; posteriormente Miguel Otero Arce logró en San Luis Potosí duplicar el trabajo de Pasteur y obtener un virus fijo de la rabia y a partir de él, una vacuna atenuada, que se usó en el norte del país.
En 1903, por iniciativa de Liceaga, se fundó el Instituto Antirrábico con el propósito de preparar y aplicar la vacuna de Pasteur a todo aquel agredido por animales rabiosos; la vacuna atenuada de Pasteur se usó hasta 1939, pues a través del tiempo y conforme mejoraban las técnicas y los medios de laboratorio, las vacunas antirrábicas iban perfeccionándose con la finalidad de disminuir al máximo los posibles efectos secundarios indeseables o peligrosos de estos biológicos.
En el año mencionado, al integrarse el Instituto de Higiene, se empezó a preparar la vacuna del inglés Semple, que fue la que suplió a la creada por Pasteur; esta vacuna, se usó durante 20 años en nuestro país, hasta que apareció la del chileno Fuenzalida que desplazó a la de Semple porque disminuía aún más los probables riesgos posteriores a la vacunación de las anteriores, al obtenerse este biológico en el cerebro de ratón lactante, que por carecer de mielina se abatían notablemente los efectos indeseables y peligrosos posvacunales que llegaron a provocar las vacunas antirrábicas anteriores, y por ello, es la que más se utiliza en la mayor parte del mundo, a pesar de que ya existe la vacuna antirrábica de células humanas diploides sumamente eficaz y menos riesgosa, creada posteriormente.
En México, se calcula la existencia de 12 a 15 millones de perros en el país, y de 2 a 3 millones solo en la Ciudad de México; en el país, se presentan cada año, de 70 mil a 90 mil personas agredidas por animales potencialmente rabiosos (90 por ciento son perros), a las cuales se le aplica el esquema vacunal establecido, en las clínicas de primer nivel de cualquier institución pública.
A pesar de esto, se presentan de 50 a 100 muertes por rabia en todo el país cada año, fundamentalmente porque estos casos no son vacunados oportunamente, debido a que las personas agredidas no le dieron importancia a la mordedura y no acudieron para su atención a tiempo. Estos pacientes, llegan a los medios hospitalarios, generalmente inconscientes, pero pueden llegar conscientes y presentando visiones auditivas y/o visuales, pero no conductas agresivas con los que lo rodean como muchos piensan que pudiera ocurrir.
Otra de las enfermedades importantes que fueron eliminadas a través de la vacunación, fue la poliomielitis, también llamada Parálisis infantil, padecimiento viral cuyo agente causal penetra por la boca de los infectados. Esta enfermedad seguramente es muy antigua y debe haber provocado muchas parálisis en humanos a través de la historia, sin embargo, el primer registro histórico del que se tiene conocimiento, es el de Suecia en 1880; a partir de esa fecha, se sabe que la poliomielitis causó durante casi todo el siglo pasado miles de casos en todo el mundo, y provocaba en un pequeño porcentaje (de 1 a 5 x 1000) de los casos, muerte o parálisis flácida sobre todo en miembros inferiores, ya que el resto de los infectados solo presentaba cuadros clínicos parecidos a la gripe común o a una laringitis leve llamadas formas abortivas, y generalmente ni se enteraban que habían contraído la infección por el virus de la poliomielitis.
De ese virus se identificaron posteriormente tres variedades, identificadas como serotipos 1, 2, y 3, siendo la primera la más frecuente en México como causa de la infección.
En esa época era cotidiano ver personas con secuelas de la enfermedad en las poblaciones, y con frecuencia, se sabía de familias conocidas donde se habían presentado casos del padecimiento. La presencia de una epidemia regional, tenía un alto costo social y era motivo de gran preocupación en las familias con niños pequeños, y a pesar de que desde principios de siglo, muchos investigadores habían intentado lograr una vacuna para controlar a esta enfermedad, fue hasta 1954, cuando se anunció que una vacuna investigada y preparada por el doctor Jonas Edward Salk en la Universidad de Pittsburg basada en los tres tipos de virus muertos (trivalente), había sido efectiva en los niños a los cuales se les aplicó en forma inyectable intramuscular; esta vacuna, se había probado en una gran muestra de campo, compuesta por 450 mil niños, encontrándose que produjo una excelente protección en los vacunados, sin embargo, su uso mostró ciertas limitaciones, por su forma de administración y porque había que aplicar varias dosis para lograr una inmunización permanente. El factor más importante de su desplazamiento fue porque muy poco tiempo después de que Salk presentara su biológico, se contó con otra vacuna antipoliomielítica muy efectiva y que imitando la manera de infectarse naturalmente en el medio ambiente era de administración oral, hechos que provocaron que se desechara el uso de la vacuna de Salk.
Así pues, el mismo año, otro investigador norteamericano llamado Albert B. Sabin, obtuvo una vacuna oral trivalente con virus atenuados, que al mimetizar el mecanismo oral de la infección del virus natural (llamado también silvestre o salvaje) y ser secretado por las heces del vacunado, infectaba e inmunizaba secundariamente a un gran porcentaje de la población. La vacuna Sabin estuvo a disposición del público a partir de 1957 y su fácil administración así como el hecho de que este virus atenuado al invadir el medio ambiente natural infectara e inmunizara a mucha población en forma agregada, hizo que este biológico fuera el que usaran todos los servicios médicos mundiales a partir de 1962, hasta la erradicación universal de la enfermedad. Pero antes, Sabin tuvo que probar la eficacia de su vacuna en 110 mil niños soviéticos, otros 200 mil en Singapur y 140 mil checoslovacos, para que en Estados Unidos se le diera el crédito necesario; merece mención, que también se hizo un ensayo en Toluca México, en 1959, el cual fue altamente exitoso; finalmente Sabin supervisó en 1960 la construcción de los Laboratorios de México que llevaron su nombre y generosamente, cedió los derechos de la producción de la vacuna.
En 1973 se inició el Programa Nacional de Inmunizaciones, y los Días Nacionales de Vacunación –iniciados en Brasil en 1984– fueron implantados en nuestro país, en 1986. Fue conmovedor (escribió en su momento el doctor Guillermo Soberón, secretario de Salud de esa época) constatar la gran respuesta de la sociedad en general para apoyar la vacunación de los niños menores de cinco años, con la vacuna Sabin. Distintas organizaciones civiles e institucionales, incluyendo el ejército, la iglesia y los sindicatos, colaboraron con gran voluntad y entusiasmo, hecho que hizo posible llevar vacuna hasta los lugares más apartados del país.
Conforme se alcanzaba en México, mayor infraestructura sanitaria y más experiencia en aspectos logísticos y epidemiológicos, las actividades de vacunación se fueron ampliando metodológica e institucionalmente, y se creó un Consejo Técnico Asesor, que se encargó de proyectar e implantar en todo el país el Programa Ampliado de Vacunación (PAI) en 1990, con ambiciosas expectativas como la de lograr la erradicación de la poliomielitis en tres años más, y garantizar que todos los menores de cinco años, contaran –antes de cumplir esa edad– con un esquema completo de vacunación que incluía la vacuna triple (antidiftérica, antitetánica y contra la tosferina) hecho que llevó a la creación en 1991 de un Consejo Nacional de Vacunación; se hacía hincapié, en que todos los niños recién nacidos llegaran a su primer año de edad, con tres dosis de vacuna antipoliomielítica, y todos los niños menores de cinco años, cumplieran esta edad con sus esquemas completos de vacunación, Los últimos casos de poliomielitis paralítica detectados en nuestro país, fueron descubiertos en 1990, en los estados de Colima y Sinaloa, y los últimos casos de este padecimiento en el continente americano, fueron localizados en Perú en 1991.
Tres años después, mediante el cumplimiento de un estricto sistema de vigilancia epidemiológica internacional, América fue declarado por la OMS el primer continente del mundo, libre de poliomielitis; sin embargo vale hacer mención de que mientras existan casos de parálisis infantil en algunos países del mundo, es necesario continuar vacunando a niños menores de cinco años logrando altas coberturas, y fortalecer los sistemas de vigilancia epidemiológica, ante el riesgo de que lleguen al país portadores o enfermos con poliovirus natural (salvaje) y este microorganismo, se establezca de nuevo en nuestro medio ambiente con la capacidad de causar nuevos casos.

* Ex presidente de la Socie-dad Médica de Chilpancingo y del Colegio Médico Estatal. Ex presidente del Colegio Médico de Graduados en Salud Pública