EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Lástima

Raymundo Riva Palacio

Noviembre 28, 2005

 ESTRICTAMENTE PERSONAL

Juan Ramón de la Fuente tiene un problema de credibilidad. Casi nadie le cree que desea terminar su segundo periodo como rector de la UNAM y que no piensa competir en las elecciones presidenciales de 2006. Desde hace casi un año ha dicho que sus aspiraciones no caminan en dirección de Los Pinos, y ha rechazado ofrecimientos de Andrés Manuel López Obrador para ser miembro de su gabinete, de Elba Esther Gordillo para competir bajo los colores de Convergencia, y del senador Emilio Gamboa, quien en la crisis de la contienda interna por la candidatura en el PRI lo sondeó para una candidatura de emergencia en ese partido. La presencia de De la Fuente ha sido elogiada y proyectada por empresarios como Carlos Slim, y traspasado las fronteras, donde siempre le preguntan sobre su futuro presidencial.

De la Fuente ha pagado un costo político por su deficiencia para transmitir el mensaje de que no quiere ser candidato a la Presidencia. En el campo de la opinión pública, el rector ha sido criticado y descalificado por su falta de militancia partidista y su asociación con el ex presidente Ernesto Zedillo, de buena memoria para los mexicanos, pero de pésimos recuerdos para el PRI. En el campo de lo político pudo apreciar de qué tamaño está el juego presidencial, pues cuando su nombre volvió a aparecer en la prensa escrita como un posible relevo de quien fuera, súbitamente estalló en el sistema universitario un conflicto de porros. El problema de los porros universitarios no ha terminado y ya causó la caída del director de una preparatoria.

Quienes recuerdan los antecedentes, saben que la UNAM suele calentarse políticamente siempre que se avecinan procesos políticos importantes, como lo es la elección presidencial, por lo que difícilmente podría uno desasociar el problema con el año electoral. Lo interesante es que no fueron los porros afines al PRI los que comenzaron el problema, como sucedía en el pasado, sino cercanos a López Obrador, en particular a Marcelo Ebrard, su candidato al gobierno del Distrito Federal, y Martí Batres, el presidente del PRD en el Distrito Federal, que aún mantiene influencia política en un sector radical de los universitarios desde que fue activista en el movimiento de 1986, y cuyo núcleo universitario, con Rosario Robles a la cabeza, copó los puestos de toma de decisiones en los cuatro últimos gobiernos capitalinos del PRD.

Es decir, tampoco dentro de las fuerzas políticas que están contendiendo por posiciones detrás de un candidato poderoso a la Presidencia, en este caso López Obrador, le creen a De la Fuente, a quien no han dudado en intentar desestabilizarlo pese a su cercanía con el tabasqueño. La pregunta sería por qué De la Fuente genera temores y, sobre todo, tan altas expectativas. De la Fuente fue un secretario de Salud sólido pero discreto, consistente pero de bajo perfil en el gabinete zedillista hasta muy entrado el sexenio. Cuando llegó a mencionársele como posible candidato del PRI a la Presidencia, Zedillo le pidió que entrara al rescate de su alma mater, que estaba sumida en una desgastante huelga. En la Rectoría, resolviendo una huelga de 10 meses y realizando una muy exitosa campaña de relaciones públicas acompañada de un trabajo político interno fino, cambió la imagen de la institución y su figura adquirió alturas que nunca había tenido.

De la Fuente gusta a muchos, que lo ven como una mejor alternativa para la Presidencia. Su fuerza emana de la debilidad que están viendo diversos sectores pensantes y poderosos en los demás candidatos. Uno de ellos arrastra desprestigio entre los empresarios y desconfianza entre los políticos, quienes lo ven como un cínico y poco serio. A otro le temen por su desprecio a las leyes, sus estrategias de movilización de masas como método para presionar a instituciones a fin de que modifiquen decisiones, y por un populismo retórico que no tiene mucho sustento programático. Al tercero de los candidatos serios le ven el lastre de los últimos cinco años de gobierno foxista, y un dogmatismo conservador que puede alienar a una parte importante de la población. O sea, ninguno de los tres los convencen.

La competencia se está cerrando, si se toman en cuenta las encuestas sobre preferencias electorales hoy en día, y es previsible que se mantengan durante varios meses. López Obrador, pese a sus arranques caprichosos y rupturistas, va adelante en los estudios de opinión y existe la posibilidad de que su margen de ventaja se eleve ligeramente al comenzar el año. Roberto Madrazo arrastra un crecimiento decreciente ante la escalada de descrédito del PRI y la exitosa campaña negativa de los maestros para subrayar su etiqueta de escurridizo, poco confiable y traicionero. Felipe Calderón es el candidato presidencial que va al alza por su gran exposición mediática en los dos últimos meses, y aunque lo ven bien en varios de esos sectores, no soslayan que representa al partido del presidente Vicente Fox, de quien están defraudados por su errático manejo del poder, y se sienten traicionados porque muchas promesas que les ofreció a cambio de financiamiento, fueron huecas. ¿Para dónde voltear?

El horizonte realmente está seco. La vieja caballada presidencialista no está flaca, sino que sus cuacos sencillamente no tienen la tranca para correr largos tramos. O al menos eso es lo que creen en varios sectores influyentes que veían en De la Fuente una esperanza. Lástima. Él, como le dijo al diario madrileño El País este sábado, no hará política partidista, sino que contribuirá desde la universidad “al desarrollo democrático de México”. Se puede, cierto, pero como un acompañamiento. Los cambios no se hacen desde afuera del poder, sino desde adentro. Pensar lo contrario es mentir o ser un tonto. De la Fuente no lo es. Sabe perfectamente que lo que dice es sólo retórica y que para concretar lo que él piensa, como la transición y consolidación democrática, hay que ensuciarse las manos y despeinarse. De la Fuente sería un gran candidato y quizás un gran presidente, salvo que pensar que se ensuciará las manos y se despeinará, es algo bastante utópico. Lástima.

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