EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los desafíos de las universidades

Jesús Castillo Aguirre

Noviembre 14, 2020

Junto a las funciones que le son sustantivas, la universidad debe promover articuladamente valores y formar alumnos responsables, confiables y constructores de paz imaginando un concepto nuevo de naturaleza humana con las características de libertad, dignidad, creatividad y pensando en la transformación social.
La universidad es el sitio para promover los valores que toman al ser humano como centro de la democracia y del desarrollo, pues el conocimiento es clave de los procesos de desarrollo. No puede haber desarrollo sin universidades que garanticen que la democratización del conocimiento sea una realidad bajo los principios fundamentales de acceso, equidad e igualdad, valores que demanda la sociedad.
La sociedad convoca a instalar un modelo de educación que encarne la democracia en su sentido más radical de igualdad. Las universidades deben promover los valores que toman al ser humano como centro de la democracia y del desarrollo, centro en el que el conocimiento es clave de los procesos de desarrollo.
Pero las universidades chocan con la pared de la desigualdad lo que les dificulta cumplir con su parte en la gran misión de democratizar el conocimiento en el contexto de privatización y desregulación del modelo de desarrollo hegemónico.
Por más de treinta años este modelo ha exigido a las universidades que vean la calidad como un producto e ignoren su compromiso social y ciudadano. El modelo hegemónico establece que la preocupación más importante para la universidad es patentar, descubrir o inventar algo; es decir, que la investigación opere en la economía como parte del negocio. En esta lógica, a las universidades se les ha pretendido transformar en instituciones parecidas a negocios. También en esta perspectiva se realizan evaluaciones de su desempeño en términos de sus productos y del dinero invertido. La vida intelectual, en un modelo que en México hasta el 2018 era el hegemónico, se juzgaba con criterios seudomercantiles.
En medio de una crisis estructural que viven las sociedades y que se ha agudizado por la pandemia del Covid-19, es una urgencia instalar un modelo de educación que encarne la democracia en su sentido más radical de igualdad, asumiendo el aprendizaje como una negociación constante de significados, una construcción conjunta del conocimiento, y la noción de diversidad como eje central de los procesos de enseñanza-aprendizaje. No solo se trata de acceder a los conocimientos, sino de su inclusión en la diversidad de modos en que se expresan.
En países como México las universidades, históricamente, han sido incubadoras de pensamiento, de ideología, de inclusividad y de resistencia. No debe perderse de vista que la mayoría de los pobres siguen siendo mujeres, niños en casas donde el jefe de hogar es mujer; que la concentración de la pobreza tiene cara de mujer, de niño, de indígena, de afrodescendiente tanto en el campo como en la ciudad.
Ante estos retos estructurales ¿cuál es el papel de la universidad? Promover el desarrollo y la democratización. Pero no el desarrollo medido en términos del PIB o del PIB per cápita. Debe preguntarse más bien por el cómo está distribuido el ingreso per cápita y por los otros elementos que definen la ausencia de desarrollo. Los mismos grupos que enfrentan la pobreza no tienen oportunidades.
La universidad debe preguntarse por los conceptos de democracia y democratización. ¿Democracia para quién? Porque no es cierto que teniendo democracia vamos a tener automáticamente progreso, desarrollo o una mejor distribución de la riqueza. Para que la democracia y el desarrollo vayan de la mano se necesitan las instituciones que vinculen los valores. Y ahí entran las universidades como el mejor laboratorio, la mejor escuela, el mejor sitio para promover al ser humano como el centro de la democracia y del desarrollo, y ese es un papel sumamente importante que pueden cumplir las universidades.
Los países que se han apoyado en sus universidades para fomentar ciudadanía, valores y para promover una visión de cómo quieren que sean sus países, han avanzado usando a las universidades como un nivelador social, como promotoras de inclusión, justicia social y democracia. Por ello es necesario pensar en la forma en que se actúa en las universidades y preguntarse si se están reproduciendo los valores que la sociedad reclama.
Se debe estar consciente de que un país con una matriz productiva dependiente, intensa en materias primas y en recursos naturales, altamente trasnacionalizada y concentrada en pocas manos, el acceso a la igualdad y a la expansión de los derechos es todo un desafío. Se debe ir abandonando la idea de que la educación debe estar invariablemente al servicio del mercado o al servicio del actual mundo del trabajo que justamente se pretende transformar desde una perspectiva de desarrollo integral.
En el aula es donde se juega finalmente el gran partido del tipo de país que se va a construir. En el aula se da la vivencia de valores republicanos que tienen que ver con la libertad intelectual, la libertad de pensamiento, la diversidad, el pluralismo, la política laica y la propia calidad.
Como ha dicho Axel Didriksson, retomando a Z. Bauman, es apremiante no utilizar a los jóvenes como propina disponible de los excesos de la industria de consumo en esta era de desechos.

* Profesor de Economía de la UAG.