Raymundo Riva Palacio
Abril 30, 2021
De gira por Nuevo León, el presidente Andrés Manuel López Obrador se reunió en enero con el llamado G-10, los empresarios más poderosos del estado y entre los que figuran varios de los capitanes de industria más importantes del país. Los empresarios hicieron peticiones para que pudiera haber una reactivación económica, que el presidente oyó, pero no escuchó. Para qué lo haría, comentó días después uno de los colaboradores presidenciales, si no los necesitaba. Su candidata, Clara Luz Flores, iba a ganar la gubernatura y le abriría la puerta a Morena para que se instalara en un estado donde jamás el empresariado ha sido condescendiente con el presidente en turno.
Flores, que toda su vida fue priista, había sido reclutada por Morena en medio de la insatisfacción porque el PRI le había dado la espalda para hacerla su candidata, y en enero lucía como una gran carta para ese boleto. Las encuestas le daban una ventaja de 26.5 por ciento en las preferencias de voto a Morena, con ella de candidata, seguida a 1.4 puntos por el PAN, pero con la expectativa que la operación de Flores, organizada por su esposo, Abel Guerra, un viejo cacique priista, la impulsara. Eso fue sucediendo, y a finales de marzo, desplomado el PAN, aventajaba por tres puntos al candidato del PRI, Adrián de la Garza.
El equipo de De la Garza trabajó propaganda negra, y difundió en esos días un video en donde platicaba con Keith Raniere, fundador de la secta NXIVM, quien meses antes había sido sentenciado a 120 años de prisión, por tráfico sexual, abuso sexual a menores y delincuencia organizada. El golpe fue certero porque la atrapó en una mentira. Pocas semanas antes, cuando se empezó a mencionar su relación con la secta, negó conocer a Raniere, primero con Azucena Uresti y luego con Julio Hernández, desmintiendo que en algún momento hubiera tenido contacto con él.
Al ser descubierta en la mentira, reconoció no haber dicho la verdad, y justificó su encuentro porque en medio de una crisis existencial buscaba ayuda. El electorado neoleonés no se la perdonó. A principios de abril, una encuesta en El Financiero registró el impacto, al colocarla en segundo lugar de preferencias, tres puntos abajo de De la Garza. Tres semanas después, Flores iba en picada. Una encuesta de Enkoll la ubicó con 16 por ciento en las preferencias de voto, contra 22 por ciento de su adversario priista y 34 por ciento de Samuel García de Movimiento Ciudadano.
En vísperas de la divulgación de esa encuesta, Flores intentó un control de daños, y escribió un mensaje en Twitter: “Soy un ser humano que tiene la capacidad y las agallas, como la mayoría, para reconocer mis errores y levantarme de ellos, me caí como todas y como todas ahora me levanto”. La candidata de Morena no ha logrado neutralizar el daño, y el ocultamiento de la verdad sobre su relación con Raniere y NXIVM la va a terminar de hundir. Asistir a uno de los cursos que daba en los diferentes centros de estudiantes que tenía la secta en Monterrey –donde tenía una fuerte penetración–, la Ciudad de México, León y Guadalajara, no fue lo único que hizo.
Una persona recuerda que al empezar a tomar los cursos de NXIVM en Monterrey, encontró que Clara Luz Flores era su coach, que es el primer nivel de responsabilidad en la estructura de la secta. A partir de ese nivel, comenzaba una carrera dentro de NXIVM, y entraban a la etapa del llamado Stripe Path, el Camino a las Barras. Los coaches eran muy importantes porque eran la primera estación donde las personas que asistieran a los cursos pudieran ser reclutadas. En el juicio contra Raniere en Nueva York, se identificó a 309 coaches en una lista incorporada en los documentos de la Corte Este de Distrito, donde se llevó a cabo el juicio a su fundador.
La lista incorpora a un buen número de mexicanas y mexicanos, pero no figura el nombre de Clara Luz Flores, como tampoco de otros cientos que también llegaron a esos niveles. Todas y todos ellos, como la candidata de Morena al gobierno de Nuevo León, se encontraban en el Stripe Path. Para poder llegar al nivel de coach, debían tener la recomendación de un miembro de NXIVM, y tomar cursos de segundo nivel durante de dos semanas en Albany, la sede de la secta, como “dolor humano” o “valores familiares”, por el cual pagaban 10 mil dólares cada uno.
Su estudiante tuvo la oportunidad de ascender a coach, pero declinó seguir en la secta. Desde ese nivel se les daban estelas (sashes) blancas, y al terminar el curso se les otorgaba una barra, que era el inicio del Stripe Path. Para poder seguir avanzando tenían que reclutar a otra persona, que le garantizaba un sash adicional y abría la puerta para ser coach. Flores llegó a tener una estela amarilla, el penúltimo rango en esa categoría, donde trabajaban gratuitamente y pagaban una tarifa mensual para mantener el color. Le faltaron dos niveles más de coach, que tenían estelas naranjas y verdes, porque dejó NXIVM.
Esta otra parte de la historia no la ha reconocido Flores, quien ha tratado en vano de borrar del electorado todo recuerdo de su paso por la secta. No va a poder hacerlo porque cometió el pecado de la mentira, reiterada, al hablar de su experiencia en NXIVM como algo circunstancial en su vida. Haber estado en la secta, como lo ha dicho, no la hace culpable de ningún crimen, ni tampoco significa que participó de la pequeña red que operaba con Raniere actividades delictuosas. Su pecado no es penal, sino ético, que en una sociedad como la neoleonesa, sí tiene consecuencias. Está viendo que el engaño y la mentira le puede funcionar a Morena en muchas partes del país, pero en Nuevo León, fue víctima de ella misma.
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