EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los proyectos de inversión para el progreso

Jesús Castillo Aguirre

Septiembre 21, 2020

¿Cómo puede erguirse una empresa que en meses, en uno o dos años, comienza a producir cuantiosas ganancias a sus dueños? No se piense en Microsoft, Google, Alphabet, Amazon, Apple, Facebook, Alibaba Group, Berkshire Hathaway, Tencent o Zoom. No. Empresas sumamente exitosas suelen encontrarse más cerca de lo imaginado.
Es el caso de dos grandes. Una compró derechos a otra hace quince años, en 2005. Otra apareció en el 2011, pero en el 2016 era ya de fama mundial. La empresa establecida en 2005, llamémosla Empresa “A”, empezó a producir y vender en el 2007. La otra, llamémosla Empresa “B”, comenzó a vender en 2016. Estos años coinciden con algo, con una época, con una política.
La Empresa “A”, establecida en 2005, ha vendido 2 millones 721 mil 400 unidades de su producto, entre el 2008 y el 2017. La Empresa “B”, fundada en 2011, entre el 2016 y 2017 reportó ventas por 520 mil 800 unidades de su producto. La Empresa “A” produce hoy hasta 800 unidades por día.
En el 2007 la Empresa “A” comenzó vendiendo su producto a menos de 800 dólares por unidad. Pero en el 2012, a más del doble. Pero en marzo y agosto de este 2020, año de la pandemia, por algunos días, el precio por unidad de este bien superó los 2 mil dólares –y no baja a menos de mil 960 dólares. En el 2018, las ventas de ambas empresas fueron de un valor de casi 17 mil 800 millones de pesos, cuando su principal producto valía menos de mil 300 dólares. Ahora que vale casi 2 mil, ¿de cuánto se está hablando? Más de tres cuartas partes de las ventas es ganancia neta: alrededor de 13 mil millones de pesos por año.
Estas empresas tienen un futuro promisorio de jugosos negocios si todo sigue igual. La Empresa “A” tiene oportunidad de producir todavía 7 millones 750 mil unidades de su valioso producto; la otra, 2 millones 180 mil unidades. La empresa “A” trabaja en una superficie de 3 mil 100 hectáreas; la otra en 507. Es decir, ambas cubren una superficie de trabajo de 3 mil 607 hectáreas. Pero ¿de dónde puede manar tanta riqueza?
Esas empresas no están representadas desde Silicon Valley en Estados Unidos o desde Santa Fe en la Ciudad de México; tampoco desde una ciudad turística del Triángulo del Sol o desde los fraccionamientos de Las Brisas de Acapulco y de la península de Puerto Marqués que son de los más coquetos del mundo. Estas empresas exitosas se proyectan desde Vancouver y Toronto, Canadá; y tienen, a su vez, empresas subcontratistas que operan enclavadas en las montañas más agrestes y apartadas de la “civilización” aquí en el estado de Guerrero. Eso sí: están justo en el centro del llamado cinturón dorado. La Empresa “A” realiza sus inversiones en terrenos de las comunidades de Mezcala, Xochipala y Carrizalillo, del municipio de Eduardo Neri; y la Empresa “B” en terrenos de las comunidades de Nuevo Balsas, Real de Limón, La Fundición y Atzcala, del municipio de Cocula. (Este último ha cobrado notoriedad desde septiembre de 2014. Aunque también Iguala, Teloloapan y Apaxtla). Ambas empresas emplean una plantilla de no más de 5 mil trabajadores. Eduardo Neri y Cocula están entre los seis municipios de mayor producción nacional de oro y que Guerrero ande por el tercer lugar como productor nacional de este codiciado metal.
Pues bien, se ha estado hablando de las empresas que exploran, extraen, benefician y producen oro (en onzas) a cielo abierto y, particularmente, de las mineras Goldcorp México-Leagold Mining (Empresa “A”) y Torex Gold (Empresa “B”), y de sus proyectos Los Filos-El Bermejal-Carrizalillo y Media Luna-Limón Guajes, respectivamente. La Goldcorp México-Leagold Mining es considerada la cuarta productora de oro más grande del mundo y la primera en América Latina; la Media Luna (Torex Gold) está considerada entre las tres minas de oro más grandes que operan en México. Estas grandes producen en el 2017 15 mil 143 kilogramos de oro.
En el sexenio presidencial de Felipe Calderón Hinojosa y en plena euforia electoral triunfante de la izquierda en Guerrero, se reactiva la fiebre del oro por cuenta de las megaempresas canadienses, y se activa también, hasta hoy, el clima de violencia e inseguridad a lo largo y ancho del estado, incluidas las regiones más pobres.
Es el precio de una nueva oleada de “progreso”. Las empresas referidas arrebataron miles de hectáreas de tierra a cientos de familias campesinas desintegrando sus pueblos, saqueando sus riquezas y destruyendo y erosionando su hábitat natural y cultural de vida ancestral. Es la suerte que le puede deparar a otros pueblos de Guerrero que habitan en un millón 346 mil hectáreas de territorios concesionados a las grandes empresas mineras.
La minería de oro, plata y de otros minerales industriales se ha vuelto el nuevo paradigma del progreso en Guerrero, de la más alta prioridad. Por ello, nada puede obstaculizar el desarrollo de estos nuevos enclaves productivos, financieros y especulativos vinculados al mundo global; nada puede impedir que las firmas Leagold Mining y Torex Gold dejen de invertir en Guerrero porque ello puede comprometer su desarrollo. Es la lógica del poder del siglo XXI. Es un negocio multimillonario en el que los campesinos reciben migajas por cada onza de oro vendida en miles dólares. Hay dudas fundadas de que grandes proyectos de inversión privados, como los mineros, promuevan el progreso de los pueblos, excepto esos conglomerados (clúster) ligados a la minería donde se apeñuscan los influyentes que pueden ganar como proveedores de ciertos bienes y servicios.
Durante los meses siguientes se volverá a escuchar reiteradamente el discurso del progreso; y volverán a rasgarse las vestiduras al calor de las elecciones del 2021. Y los meganegocios, bien. Aunque chorreando sangre.

* Economista. Profesor de la Uni-versidad Autónoma de Guerrero.