EL-SUR

Miércoles 17 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Los usos de la historia

Raymundo Riva Palacio

Marzo 11, 2005

 ESTRICTAMENTE PERSONAL

En los regímenes autocráticos, el primer enemigo se encuentra dentro del grupo de las personas que emiten una opinión o la forman. Políticos, maestros, sindicalistas, religiosos y periodistas, suelen ser los primeros en caer, literalmente hablando. Hace mucho tiempo eso no pasa, por sistema, en México. Sin embargo, en los últimos meses ha ido creciendo un fenómeno cibernético que si bien no busca el aniquilamiento físico –cuando menos por ahora–, sí está tratando de inhibir por medio de hostigamiento escrito en mensajes de correo electrónico a todos aquellos que expresan cualquier punto de vista divergente al jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.

Ricardo Alemán hizo la última denuncia este lunes en las páginas de El Universal, tras varios mensajes recibidos por su crítica al gobernante capitalino, inclusive de amenazas de muerte, copia del fenómeno de 2000 cuando los foxistas hicieron lo mismo contra todos aquellos que criticaban al entonces candidato Vicente Fox. La historia siempre es cíclica y lo que se observa ahora es una de las externalidades de lo que se conoce como “democracias prematuras”, que acumulan una serie de factores negativos que no sólo frenan el proceso de aprendizaje continuo que es la democracia, sino que llegan incluso a ponerla seriamente en riesgo.

Robert Conquest, de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford, publicó el ensayo Descargando la democracia en el último número de The National Interest, en donde al referirse a ese fenómeno recuerda que cuando en Europa resurgió el concepto de la democracia durante el Renacimiento, ya no se trataba de la deliberación pública, como había surgido, sino de la representación de cualquier régimen revolucionario que proclamaba, y se interesaba, en reprimir a “los enemigos del pueblo”.

El Renacimiento, apunta, mostró a un grupo de inexpertos pensadores que heredaron poco de Pericles, quien subrayaba la necesidad del debate, y se enfocaban más en la necesidad de utilizar a la gente para sus fines. No soslaya que hubo algunos avances democráticos que dieron lugar a audiencias públicas en Nueva Inglaterra similares a la de los cantones suizos, que permitían al pueblo una coparticipación en los asuntos públicos, pero que al coexistir en un entorno donde políticamente las poblaciones eran inexpertas, competían con las élites “filosóficas” que se aprovechaban de su ignorancia, como en el siglo XIX, cuando realizaban plebiscitos para legitimarse con un recurso democrático.

Para lograr la autentificación por parte de la gente no se necesita ser demócrata. Hitler llegó al poder en 1933 gracias a una elección, con el apoyo masivo y militante, y el golpe comunista en Checoslovaquia en 1948 fue impulsado por intrigas constitucionales respaldadas por “manifestaciones masivas”. Conquest subraya que si bien es obvio que la democracia sea el único e inevitable criterio de progreso social, también lo es que si las elecciones libres le dan poder a la represión por consenso, la democracia resulta, por la manipulación del gobernante, en un modelo no sólo inútil, sino desastroso. En la última década del siglo XVIII en Francia, un grupo de ideólogos hizo que las pandillas de París fueran de disturbio en disturbio hasta que sucedió el golpe de Estado de 1799 de Napoleón Bonaparte en el famoso el 18 Brumario (que es una fecha). Ese incidente, como lo definió A. E. Housman, hizo que una capital con mucho menos habitantes, decidiera el destino de millones en todo el país.

La manipulación de la gente por parte de un grupo gobernante siempre ha sido perniciosa. Más aún en países sin muchos antecedentes o evolución democrática, pues al no poderse convertir en democracias instantáneas, no se sostienen y son catalogadas como fracasos. La democracia es una forma de organización social que requiere de educación y de construcción de una cultura cívica, que tarda cuando menos una generación en edificarse, siempre y cuando sea consistente el aprendizaje. Cuando se quieren tomar atajos pensando que cambiar paradigmas es menos complejo, sucede lo que pasó en Europa del Este, donde varios países que caminaron del comunismo pleno a la libertad total, regresaron al viejo sistema, o en Haití, donde la imposición de un modelo democrático sólo generó muertes.

La democracia no puede trabajar sin un nivel adecuado de estabilidad política y social, lo que implica una cierta dosis de apatía política, por lo que, parafraseando a Conquest, todo aquello que evoque al fanatismo o a la dominación del debate interno normal por parte de “activistas”, la obstaculiza. En su ensayo, sostiene que la política real, como la democracia, está llena de imperfecciones, y es sujeta a permanentes críticas de aquellos que se escudan en la abstracción pura de la palabra, sin ahondar en sus matices y complejidades. Ellos, que se convierten en apologistas de lo abstracto, suelen ser cómplices de la clausura de una sociedad abierta. Alexander Hamilton escribió en el número uno de El Federalista: “Una ambición peligrosa se esconde frecuentemente detrás de la máscara de los derechos de la gente bajo la apariencia prohibida del celo de la firmeza y eficiencia del gobierno. La historia nos enseña que lo primero ha encontrado muchas más veces el camino del despotismo que lo segundo”.

Se pueden encontrar muchas analogías con López Obrador, pero no se le puede descalificar en automático. ¿Es él quien ha diseñado la estrategia que conduce al camino del infierno? Su historia es de claroscuros, y así como tiene una vena claramente autoritaria, también existen en su biografía luchas auténticamente democráticas. ¿Está atrapado por sus consejeros y por sus militantes más radicales de la ciudad de México? López Obrador está en un dilema, aunque no se haya dado cuenta de él. Puede salir bien, si toma lo mejor que tiene, y su talento lo aplica constructivamente y emplea parte de su beligerancia en contra de la violencia. Las amenazas cibernéticas no son un juego, y su transmisión, ya sea por ese grupo sistémico que se encarga de criticar a los críticos, o por espontáneos que lo ven acríticamente, ayudan al descontrol y a la anomia, escudados en la manipulación y la ausencia de una sólida cultura política. López Obrador mismo ya está hablando de esa degradación. Una muestra de su compromiso con la libertad sería que, públicamente, condenara las amenazas.

 

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