EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Memorial de agravios a las mujeres indígenas

Marcos Matias Alonso

Marzo 04, 2017

(Primera de tres partes)
Un tributo a la mujer indígena de México, de América y del mundo.

La historia de los pueblos indígenas está repleta de un memorial interminable de agravios, insolencias y vejaciones de todo tipo. Las llagas de nuestra historia contienen dolor y heridas que no cicatrizan por completo. Más de cinco siglos y los pueblos indígenas han sido capaces de resistir múltiples agresiones. En pleno siglo XXI, la violencia brutal, la exclusión social y la discriminación racial, política y económica, no han podido sido ser extirpados de nuestra sociedad. A pesar de que en México la práctica de algunas de estas calamidades está tipificada como delitos sujetos a sanciones, su presencia es maldición indeseable y una amenaza que gravita sobre nuestros pueblos.
A lo largo del tiempo, algunas instancias e instituciones han pedido perdón a los pueblos indígenas. Otras, injurian nuestra cultura milenaria. La Iglesia católica tardó cinco siglos para que su máximo jerarca reconociera esta trágica situación. En febrero del año pasado, en San Cristóbal de las Casas, el papa Francisco pidió perdón por tantos siglos de exclusión y por una herida que aún sangra en México y en el continente: “…muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos consideran inferiores sus valores, su cultura y tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! ¡Perdón hermanos! El mundo de hoy los necesita, que no se pierda la sabiduría de sus ancianos”.
El Estado, la iglesia, los empresarios, los apoderados, la clase política, los gobernantes, el Ejército, el presidente de la República, los senadores y diputados, tienen deuda acumulada con los pueblos indígenas. ¿Cuántos perdones tienen que otorgarse para saldar el daño que por siglos han causado por omisión y negligencia a los pueblos indígenas? El memorial de agravios requeriría enciclopedias oprobiosas. Ilustro cinco ejemplos emblemáticos del caso de las mujeres indígenas, que han llamado la atención de la sociedad nacional e internacional.

El caso de Valentina Rosendo Cantú  me’phaa de Guerrero

El 1º de octubre del 2010, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) proclamó dos sentencias en contra del Estado mexicano en los casos de Valentina Rosendo Cantú e Inés Fernández Ortega. En dichas resoluciones determinó que en el 2002, a la edad de 17 y 25 años respectivamente, ambas mujeres fueron violadas sexualmente por elementos del Ejército mexicano en el estado de Guerrero. El gobierno federal demoró más de un año para iniciar el cumplimiento de la sentencia de la CIDH.
El 15 de diciembre del 2011, en el Museo Memoria y Tolerancia en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se instaló el Acto Público de Reconocimiento de Responsabilidad Internacional del Estado mexicano en favor de Valentina. En representación del Estado mexicano estuvieron presentes: Alejandro Poiré Romero, secretario de Gobernación; Marisela Morales, titular de la Procuraduría General de la República; y el general Rafael Cázares Anaya, director general de Derechos Humanos de la Secretaría de la Defensa Nacional. El centro del presídium fue ocupado por Valentina Rosendo y Abel Barrera, Director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña de Guerrero, Tlachinollan.
En su intervención, Valentina sintetizó la tragedia que vivió: “Mi nombre es Valentina Rosendo Cantú, ahora tengo 26 años, pero en febrero de 2002, cuando me agredieron sexualmente militares, tenía 17 años. Desde entonces he buscado justicia”. La justicia que fue denegada en nuestro país, la encontró en los tribunales internacionales y con el acompañamiento de Tlachinollan, Valentina quebró al Estado mexicano, quien tuvo que reconocer su responsabilidad en este vergonzoso acontecimiento.
El secretario de Gobernación, en su calidad de portavoz del Estado mexicano, manifestó: “Señora Valentina, a usted, a su hija, les extiendo la más sincera de las disculpas por los hechos ocurridos hace casi una década en los que resultaron gravemente lesionadas en sus derechos. Estimada Valentina, ejemplar Valentina. Hace casi una década el Estado no la protegió ni le procuró justicia; hoy el Estado mexicano reconoce su responsabilidad y actúa en consecuencia, este acto público es prenda de esa convicción, a sabiendas de que parte de su sufrimiento es irreparable…, deseamos que este acto simbólico se traduzca en una mínima restitución de justicia… Una vez más, una disculpa”.
“Usted disculpe, usted perdone”. Las palabras vanas no restituyen la justicia ni la reparación de daños que causó profundas heridas en una mujer indígena que representa parte de la dignidad del pueblo de Guerrero.