EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Nicolás Maquiavelo

Fernando Lasso Echeverría

Octubre 04, 2016

(Primera parte)

Este personaje, de quien hemos oído hablar mucho pero poco sabemos de él, fue un escritor y hombre de Estado de origen florentino (Italia) del siglo XV; vivió pues, en plena época del Renacimiento que sucedió a la medieval, y se caracterizó por ser un genial pensador tan depurado y profundo, que pudo ofrecer un fino y elegante conocimiento de la política de su tiempo y al mismo tiempo, una comprensión objetiva de la naturaleza humana; a través del tiempo, este personaje se ha hecho tan famoso, que de su apellido se derivaron a las lenguas modernas un sustantivo: maquiavelismo; un adjetivo: maquiavélico; y un verbo: maquiavelizar.
Nicolás fue hijo de un renombrado doctor de leyes, quien sin embargo no gozaba de poder y cargaba con las onerosas deudas de sus ancestros; por ello fue un profesional en bancarrota permanente, al cual acosaban sus múltiples acreedores y por lo mismo se le consideraba como miembro indeseable de la comunidad establecida en Florencia. Debido a esta pobreza descrita, Nicolás nunca tuvo una educación formal y apropiada; no obstante, debido a sus aptitudes naturales, siempre fue superior a los profesores o tutores que logró tener; de hecho, fue un notable autodidacta, pues estudiaba más libros en su casa que en las mediocres escuelas a las que asistió generalmente obligado. Esta auto educación íntima y personal lo libró de los los errores y exageraciones de todo el entorno que se daba en la educación humanista de su tiempo, preservando principalmente su sólida originalidad de pensamiento y la fuerza única e inmensa de su estilo, que indicaba las raíces de su personalidad, pues tuvo un modo de escribir elaborado y complejo, pero sencillo y comprensible; elevado y sofisticado a la vez que con gran arraigo popular, congruente todo ello con la situación de ser un ilustre florentino en toda la extensión de la palabra.
En el año de 1498, Nicolás Maquiavelo –justo cuando tenía 29 años de edad– fue nombrado jefe de la Segunda Cancillería de Florencia, con la anuencia de los clanes familiares que cogobernaban este país de la península itálica, y tenían en sus manos este tipo de decisiones. Poco antes había habido cambios forzosos en la administración gubernamental de Florencia, motivados por la ejecución de Jerónimo Savonarola, intolerante monje y predicador dominico de oratoria fogosa y elocuente, que trató de establecer en Florencia una democracia teocrática que respondiera a los intereses de los pobres y desposeídos, pero fue quemado en la hoguera acusado de herejía, sentenciado por el Papa en confabulación con los intereses de los grandes señores feudales de Florencia; después de ello, todos los movimientos de reforma instituidos por Savonarola se vinieron abajo, y triunfó el conservadurismo, que trataba de preservar los intereses creados desde los clanes instalados en el pasado. En ese tiempo, Maquiavélico era completamente desconocido.
El cargo de Maquiavelo, si bien no tenía la autoridad ni la jerarquía comparable en poder e influencia a la del primer canciller, al paso del tiempo y dada su habilidad política y su inteligencia nata, sus funciones se volvieron indispensables y estratégicas dentro del Consejo Ejecutivo Supremo del Gobierno –el célebre Consejo de los Diez– pues si bien al principio debía ocuparse solamente de los asuntos concernientes a los problemas internos de la República, poco a poco Nicolás fue manipulando la situación de tal manera que pronto, utilizando su cargo, su membresía y la delicada información privada de la que era depositario, alcanzó la calidad de miembro permanente del Consejo de los Diez, que lo hacían asumir deberes y responsabilidades cada vez mayores, así como óptimos privilegios y fueros de magistrado ejecutivo y de vicecónsul indispensable; es decir, Maquiavelo fungía ya en ese entonces como Delegado Ejecutivo y Plenipotenciario del Consejo Supremo del Gobierno de la República, gracias a lo cual se le confería autoridad e influencias correspondientes no solamente al rol de decisión en problemas internos de la ciudad, sino de manera importante, en lo relacionado con los asuntos militares de guerra y defensa, además de deberes diplomáticos que lo hacían intervenir en las relaciones con otros países.
Cumplió varias misiones diplomáticas en toda Italia y en diferentes cortes extranjeras, cuyo funcionamiento fue ampliamente estudiado por Nicolás en sus largas visitas, así por ejemplo se destaca su misión diplomática, política y comercial en las cortes de Francia –la nación más poderosa de esa época– en el año de 1500, en donde durante los seis meses que duró su misión, enriqueció su experiencia y sus habilidades políticas, su sagacidad y otras condiciones personales, al conocer las costumbres y los hábitos de gobierno de ese país, regido bajo la férula impositiva y absolutista de un solo monarca, cuyo mandato era definitivo y total.
Cada vez que regresaba a Florencia de alguna misión diplomática, Nicolás encontraba mucho por hacer; las impresiones políticas que traía de los viajes eran tantas y tan profundas, que en su mente bullían múltiples ideas de cómo llevar a cabo modificaciones radicales en la administración pública florentina, pero no por medio de reformas “savonarolescas”, sino mediante innovaciones que por su eficiencia proba y elocuente, convencieran y persuadieran inmediata e incondicionalmente a las personas ubicadas en los puestos imprescindibles para llevarlas a cabo. En ese momento, Florencia se encontraba en la bancarrota y al borde de la destrucción total, como resultado de la nefasta ambición de César Borgia –hijo del Papa Alejandro VI– quien asumiendo una actitud dictatorial y obstinada, estaba empecinado en crear un principado florentino para sí mismo, hecho que le daría el control total de la Italia central. César había sido nombrado cardenal por su padre, pero él rechazó la carrera eclesiástica y asumió la de las armas y la política.
Fue Maquiavelo quien frustró al clan Borgia esta pretensión; Nicolás defendió a Florencia dictando y dirigiendo cartas así como otros documentos sumamente importantes a la Cancillería de la República, asumiendo funciones que no se le habían encomendado protocolariamente, pero que en virtud de la enorme necesidad del momento histórico, asumió con serenidad y pleno conocimiento de causa sus responsabilidades, aun sabiendo que su vida corría peligro. Maquiavelo siempre se mantuvo en primera línea en esta lucha, y surgía en donde fuese necesario, para frenar y contener las ambiciones de los Borgia. Es en ese momento cuando decide con plena conciencia enfrentar los riesgos de escribir textos políticos de difusión masiva, entre legos, letrados, y el populacho semiilustrado de la ciudad. Su primer escrito es sumamente importante, a pesar de su brevedad; se titula Sobre el modo de negociar con los rebeldes sujetos a los validichian, acabado e impreso en 1503, y marca el principio fundamental de toda una nueva doctrina filosófica política, que apenas se anunciaba en forma resumida: El mundo ha sido siempre habitado por los seres humanos. Pero éstos siempre han tenido las mismas pasiones y los mismos instintos. Es necesario percatarse de esta uniformidad de lo diverso. Y por tanto sabiamente saberla manipular en beneficio del Estado. Este escrito fue enviado personalmente por Maquiavelo dos veces a César Borgia, quien en ambas ocasiones lo mandó llamar para discutir y pactar con él, de tal modo que de alguna manera Nicolás fue testigo adicional y suplementario de las maniobras de Borgia, para constituirse como Príncipe de Florencia, sirviendole la experiencia para escribir otros textos.
De esta manera, Borgia, como político y militar siniestro y cruel, violento y fuerte, capturó la imaginación del hombre público florentino en más de un sentido, tejiéndose entre los dos personajes una trama natural, no solamente de complicidad y de mutua observación, sino de reflexiones y de abstracciones teóricas. César Borgia era implacable, resuelto, decidido, feroz y sangriento, características que le habían permitido ganar el dominio –por conquista– no solamente de sí mismo, sino de muchos más, y para Maquiavelo esto no pasaba inadvertido; de hecho lo tomó como modelo y pronto comenzó a adaptar las cualidades gubernativas del dictador Borgia, racionalizando sus tácticas y sus métodos para imprimir por medio de la palabra escrita, los ideales del Nuevo Príncipe, el cual en visión racional y objetiva, fríamente calculada por Maquiavelo, debía recurrir a todos los medios, aún los más desesperados y terribles, para proveer de esplendor y brillo, de esperanza y fe, a la debatida y anárquica Italia. No solamente para prevenir sus males y defectos, sino para remediarlos y darles una solución definitiva y necesaria, por medio de la astucia y sobre todo la energía, sin importar cuán grande fuera el derramamiento de sangre.
Es claro y evidente pues, que este fue el auténtico origen de la idealización y admiración de Maquiavelo por El Príncipe, aunque esto no fuera totalmente de la mano con la idealización y admiración por el ser humano, representado por Borgia; Maquiavelo prefería lo concreto a las abstracciones, y solamente hacía uso depurado de las reflexiones, de los razonamientos teóricos, cuando éstos podían conducir a soluciones prácticas que a su juicio fueran inaplazables y urgentes. Su ideal se cifraba en forma irrestricta sobre la fría y calculada evaluación de los defectos y virtudes de los seres humanos inmersos en la espiral de la influencia y el poder, en los roles de la autoridad, la fama y la riqueza.
El papa Alejandro VI fallece en el año de 1504 y es sustituido por Pío III, quien también muere al poco tiempo; entonces Maquiavelo es enviado a Roma en representación de la aún República de Florencia, para asistir al cónclave que habrá de elegir al nuevo pontífice, siendo seleccionado como nuevo papa Julio II, un hombre astuto quien resulta ser un enemigo feroz e implacable de los Borgia. Maquiavelo entonces colabora con el derrumbe total de su héroe, maestro, supuesto guía y líder, al extremo de que públicamente llega a congratularse y celebrar el encarcelamiento de César, el cual se lo merecía totalmente por ser no sólo un rebelde contra la humanidad y la civilización, sino por ser así mismo la encarnación persistente de un sangriento enemigo de Jesucristo. Con ello, Maquiavelo no mueve en ese momento un solo dedo en favor de su ex protector; al contrario, con la más fría y calculadora decisión personal, lo hunde aún más en la desgracia y en lo que será posteriormente su cautiverio, su fuga hacia España, y su muerte en el país de sus ancestros.
Mientras tanto, en Florencia, Piero Soderini había sido electo Magistrado en Jefe de por vida, y Maquiavelo se propuso –desde que volvió de Roma– ganarse su favor y gracia y llegar a ser su mano derecha y su hombre de confianza. Su influencia, indiscutiblemente favorable a los intereses florentinos, había de reflejarse en enormes beneficios para el Estado, por ejemplo, la realización de muchas medidas militares inaplazables para su defensa. Maquiavelo, como gran observador y testigo de su momento histórico, había notado en las guerras locales e interiores de las que fue testigo, una carencia de fidelidad y disciplina de las fuerzas militares de los estados italianos, formadas con mercenarios con los que funcionaban los ejércitos, quienes además, se caracterizaban por una falta absoluta de escrúpulos y por una arrogante actitud pretoriana, perjudiciales para los estados que los contrataban; todo lo contrario –según estudios analíticos hechos por él– con lo que pasaba con las empresas militares del poderoso imperio francés, y de los ejércitos de la antigua Roma, que actuaban con levas forzosas en el propio territorio, supliendo a los mercenarios con gente local; por ello, a Maquiavelo siempre lo había perseguido la idea de dotar al Estado de Florencia de una propia e imbatible milicia; una milicia reclutada entre los mismos habitantes florentinos, bajo el control jurisdiccional del Estado, a la que habría que dotar de armamento, de capacitación militar, de mando, y sobre todo de anhelo patriótico y lealtad, salvando todos los obstáculos habidos. Los prejuicios de otros tiempos debían suprimirse y superarse, al igual que la reticencia de los hombres pobres, quienes eran los más afectados con las levas. Y Nicolás supo llevar a cabo su trabajo, con eficaces resultados para el Estado florentino.
A su regreso de Roma (1505) Maquiavelo se dio a la tarea inmediata de convencer a Soderini y luego, aprobar con él las legislaciones correspondientes, para empezar a concretar la formación de la milicia florentina. En ese momento, nuestro personaje escribe un pequeño poema en terza rima, un ritmo de tres versos lineales, el cual es un llamado fervoroso y elocuente a la defensa armada de Florencia, a sus legados históricos y a sus tradiciones, tanto políticas como económicas y financieras. Florencia debía ser defendida, organizándola militarmente a toda costa, bajo la dirección inexorable del Estado y de las clases dirigentes beneficiadas con la gran maniobra maquiavélica. Un año después, la importancia política, económica, financiera, social y religiosa de la nueva milicia florentina, es altamente debatida en todos los estados italianos y europeos en general, que se sienten amenazados por este súbito desarrollo de la organización militar florentina.

* Presidente de “Guerrero Cultural Siglo XXI” A. C.