Marcos Matias Alonso
Agosto 20, 2005
La noche del pasado 7 de febrero en la Plaza del Primer Congreso de Anáhuac, miles de guerrerenses festejaron el triunfo de Zeferino Torreblanca Galindo (ZTG), como gobernador electo. Esa noche, miles de simpatizantes gritaron a su candidato: “No nos vayas a fallar”. Entre el alboroto, multitud de ciudadanos lanzaron la consigna: “No nos falles Zeferino”. Cientos de guerrerenses manifestaban preocupación sobre el destino político de gobierno en nuestro estado.
Desde el primero de abril, fecha en que tomó posesión Torreblanca como gobernador constitucional, ha batido récord en ser uno de los gobernantes que más ha desilusionado a la ciudadanía guerrerense. Lejos de aprovechar su fuerza postelectoral, el gobernador dilapida día tras día su capital político. Preocupan sus mensajes desconcertantes, su constante desaire y su vacilante comportamiento político.
Diversos analistas coinciden en que la composición y selección del gabinete político de alto nivel, fue una de las primeras discrepancias y fuente de discordia entre diversos actores sociales. Fiel a la tradición de la administración pública mexicana, la composición global del gobierno refleja acuerdos pactados y compromisos para saldar deudas políticas. Esta es una de las razones fundamentales de la presencia de emisarios de la administración pasada. Llegan para enquistarse en los nuevos sistemas de gobierno, aunque se trate de hombres con trayectoria controvertida e indeseable ante la opinión pública.
Con frecuencia aparecen cartas, artículos y entrevistas en donde se manifiestan preocupaciones, críticas e inconformidades. La voz del pueblo hace comentarios adversos en los cuales el novel gobernador no queda libre de la censura popular. Ciertamente, la formación del gabinete de gobierno no debería ser un reparto de cuotas y puestos a espacios institucionales. La formulación y el diseño de políticas públicas dependen, en gran medida, de la selección de un gabinete con alta visión política, formación académica profesional, experiencia probada en la administración pública y honestidad incuestionable.
Estas y otras cualidades, capacidades y talentos están ausentes en el gabinete del actual gobierno. Sin una política pública clara, no hay rumbo fijo. Por ello, en los primeros meses, el ejercicio de gobierno naufraga y las tormentas amenazan con hundir al barco. Hace falta conducir el timón con firmeza, sin titubeos ni vacilaciones que generen desconcierto. La aventura institucional apenas comienza, quizá falte dar más tiempo al gobierno para definir su política pública. Esperemos que, cuando ello ocurra, no aumente el divorcio entre los guerrerenses que lo llevamos al poder y no terminen de desmoronarse las expectativas de quienes contribuimos en su triunfo el pasado 6 de febrero.
Mis afirmaciones de que “lo llevamos al poder” y “contribuimos en su triunfo”, están sustentadas en las cifras de las pasadas elecciones a gobernador, en las cuales, en once distritos con mayor presencia de electorado indígena, nuestros pueblos aportaron 55 mil 194 votos a la Coalición Guerrero Será Mejor. Por lo menos el 9.37 por ciento del triunfo de ZTG provino de los pueblos indígenas. Estos votos no son base de poder de ningún diputado federal o local. Es patrimonio político y soberanía de cada ciudadano que decidió inclinar su voto por la coalición encabezada por el PRD.
La primera actitud de respeto de ZTG hacia nuestros pueblos la vimos con simpatía y reconocimiento. Por ello festejamos que el 7 de noviembre del 2004, arrancara su campaña en Tlapa. Allí sostuvo un primer acercamiento con Abel Barrera, principal líder de Tlachinollan y escuchó, de su voz, las principales preocupaciones de los pueblos indígenas de La Montaña y del estado de Guerrero.
En materia de pueblos indígenas, después vino su gira de trabajo del 26 de enero en Acatepec y en una de sus entrevistas manifestó su interés en dar prioridad a los temas de derecho y cultura indígena, el reclamo a la autonomía, justicia, derechos humanos, territorialidad, gobierno indígena, el marco jurídico para la policía comunitaria y la universidad indígena como parte de la agenda política del futuro gobierno democrático. En aquella entrevista a los medios de comunicación, manifestó una afirmación que en su momento pensamos era un desliz: “Hay falsos redentores en el indigenismo que se aprovechan para escalar peldaños políticos”. ¿Quién era el destinatario de su mensaje, señor gobernador? ¿A quién se refería?
El interés manifiesto de ZTG en el tema indígena desató reacciones altamente positivas en la mayoría de los pueblos indígenas de Guerrero. Por nuestra parte, a finales de enero pasado, organizamos el Foro Estatal Indígena sobre Políticas Públicas en el cual se debatieron temas medulares. Se diseñó la Agenda Indígena de Guerrero y su ideario político. Sus propuestas deben ser parte de la plataforma básica para la política pública, con el propósito de garantizar la diversidad cultural, jurídica, política y económica de los pueblos indígenas.
Las conclusiones de ese foro fueron entregadas a ZTG. El entonces candidato refrendó su palabra para incluir el tema indígena en su programa de gobierno y ofreció continuar con otras reuniones para profundizar la política pública sobre los pueblos indígenas de Guerrero. Después del 6 de febrero –fecha de la victoria electoral– las puertas se cerraron. Por más intentos que hizo la dirigencia del Foro Permanente para los Pueblos Indígenas, no pudo darse una nueva entrevista con el gobernador electo. Y después del primero de abril –fecha de la toma de posesión de ZTG–, la relación, lejos de mejorar, se complicó. Vino un silencio sepulcral y por más puertas que se tocaron, parecía imposible intercambiar opiniones con el equipo político del flamante gobernador constitucional.
Por su parte, las organizaciones indígenas que elaboraron la Agenda Estatal para el Desarrollo y Autonomía de los Pueblos Indígenas, decidieron presentar su propuesta el 19 de marzo en Yoloxóchitl, San Luis Acatlán. El gobernador electo, a pesar de haber recibido la invitación con tiempo, decidió no asistir a la reunión con los pueblos indígenas.
Abel Barrera fue contundente con su primera crítica a ZTG: “Se demuestra que el gobernador electo ignora y ningunea a los pueblos indígenas… no existe disposición para dialogar… Se falta a la palabra empeñada y se traiciona las altas expectativas que la gente ha puesto en el nuevo gobernador. Se desmorona el gesto de agradecimiento que tuvo para visitar Tlapa. Con este desprecio, nos quedamos con un mensaje hueco y con unas palabras que el viento se las llevó”.
La respuesta a las palabras de Abel Barrera no se hicieron esperar y ZTG las consideró como declaraciones “fuera de lugar… Me parece protagónico…, yo consideraba a Abel Barrera una gente seria”. Nuevamente criticó a “quienes hacen grilla con los indígenas y a quienes lucran” en su nombre. ¿Quién es el destinatario de su mensaje señor gobernador? ¿A quién se refiere? ¿Sus insinuaciones tienen nombre y apellido? Quienes conocemos el trabajo de Abel Barrera consideramos condenables ese tipo difamaciones que dañan la imagen de un hombre comprometido con las mejores causas indígenas.
Tlachinollan y las organizaciones indígenas que elaboraron la Agenda Estatal para el Desarrollo y Autonomía de los Pueblos Indígenas siguen insistiendo en el diálogo político con el gobierno de ZTG. Es casi seguro que en el Plan Estatal de Desarrollo 2005-2011 no ha tomado en cuenta sus propuestas ni las iniciativas y recomendaciones del Foro Estatal Indígena sobre Políticas Públicas. Majestuosamente está excluyendo las principales voces indígenas de Guerrero. En ambas propuestas están los pilares fundamentales de la política pública para pueblos indígenas de Guerrero. Su elaboración ha llevado años y refleja acumulación de experiencias. No hay improvisación, son propuestas surgidas del sentir de los pueblos indígenas.
En este sentido, es inexplicable e incomprensible que, a estas alturas, no se cuente con un documento básico para orientar el debate y la discusión. Nuevamente, sin un buen operador político en el tema indígena, no sólo no habrá una interlocución digna, sino una parálisis por falta de visión y claridad en el ejercicio de gobierno. Las declaraciones mal intencionadas del gobernador en poco ayudan para construir el proceso. El pasado 9 de agosto reiteró sus prejuicios sobre el tema: “La marginación en que se encuentran los indígenas, no se resolverá a través de falsos redentores que sólo les interesa mantenerlos postrados, sino en la medida en que se organicen para producir”. Nuevamente pregunto: ¿Quién es el destinatario de su mensaje señor gobernador? ¿A quién se refiere? ¿Sus insinuaciones tienen nombre y apellido?
Sus mensajes lesivos hacia los indígenas pueden levantar una tormenta semejante a la que observamos en días pasados en la prensa nacional. Así como no puede ni debe renunciar a su responsabilidad de combatir el crimen organizado, tampoco puede, ni debe, eludir su responsabilidad de tratar con respeto y responsabilidad el tema indígena. En nada ayuda, absolutamente en nada, su actitud de ver a los “falsos redentores” como los obstáculos para promover el desarrollo de los pueblos indígenas en nuestro estado.