Rogelio Ortega Martínez
Abril 01, 2016
Si viviera el poeta mexicano Octavio Paz Lozano, ayer cumpliría 102 años. Nació el 31 de marzo de 1914 en la casa de su abuelo Ireneo Paz Flores (1836-1924) en el barrio de Mixcoac aledaño entonces a la Ciudad de México. Dicen los que saben, como decía mi abuela, que origen es destino, para bien y para mal, pero de que marca, ni duda cabe. Su abuelo juarista, la casa solariega y la amplia biblioteca; su padre, zapatista, herencia de infortunio y dolor; su barrio, lleno de historia; su México en plena revolución; su tiempo, convulso, bifurcado. Todo marcó su vida y su obra. Él, en la constante búsqueda, entre la vuelta al pasado para construir el futuro.
Mixcoac es uno de los asentamientos poblacionales perteneciente a nuestros pueblos originarios de raíz nahua, radicados en las inmediaciones del lago de Texcoco. Hoy podemos observar con especial admiración los vestigios arqueológicos de Mixcoac. Mixcoac, que es una variante de la palabra Mixcóatl, nombre que corresponde a una de las principales deidades mexicas: Mix, que es apócope de Mixtli, y que significa nube; Coac proviene de Cóatl y expresa: serpiente o culebra. Por lo tanto, Mixcoac puede traducirse como “Lugar donde radica o se venera a la Serpiente de Nube”, y esta es: la Vía Láctea, nuestra galaxia en la más plena intensidad de la cosmogonía de nuestros antepasados. Mixcoac, pueblo ubicado al sur de la Ciudad de México, población que como Tlalpan, Coyocacan, Copilco y Xochimilco, entre otras, se convirtieron con el tiempo en barrios y colonias de la gran urbe. Esta circunstancia, la raíz, el origen influyó en el poeta. El ambiente pueblerino, el sabor a provincia, la casona solariega del abuelo y la higuera en el patio, a la que se encaramaba de forma asidua el niño poeta, la que parecía que se secaba pero volvía a vivir y a reverdecer cada año. Este entorno, más la biblioteca de su abuelo, serán con certeza una de las grandes vetas en la inspiración de Octavio Paz Lozano.
Alberto Ruy Sánchez, en su libro Una introducción a Octavio Paz, recupera la reflexión del poeta, al respecto, así: “En mi casa faltaban muchas cosas –éramos una familia arruinada por la Revolución– pero abundaban los libros y también las flores. Había un jardín, descuidado, un poco selvático, con yerbas y unos cuantos árboles: fresnos y algunos pinos. Entre todos aquellos árboles mi predilecta era la higuera. Ella marcaba el paso del año. Seis meses era, desde el otoño, un esqueleto negro, y luego reverdecía. Los frutos también eran misteriosos: el higo era una flor frutal o un fruto floral. La piel es negra y cubre una florescencia roja, sombría. He pensado que comer higos es como comer sol y comer noche”. (Ruy Sánchez, 2013, 33).
La presencia del árbol impregna para siempre su poesía. El árbol, como Paz, es vida, sujeto siempre a la tierra, aferrado con su raíz a ella. El árbol que es tronco robusto o frágil, esbelto o desvaído; pleno de ramas, de follaje y nidos; lleno de fruta o sólo bosque. El árbol muere y vuelve a la tierra, la abona, la renueva y la hace fértil para seguir dando vida. Paz nos sigue dando vida.
El árbol está en toda la obra de Paz, como nos reitera Elenita Poniatowska en su libro iconográfico: Octavio Paz. Las palabras del árbol. Cita en su libro Poniatowska: “(…) rozar su piel de musgo, su piel de savia y luz, más suave que la estatua de sal en la playa; hablar con ella un lenguaje de árbol distante, callar con ella un silencio de árbol enfrente”. (Poniatowska, 2012, 13). Y, cito a Poniatowka, para fundamentar y reafirmar con otro botón más de muestra la inspiración del poeta y el árbol: “(…) ninguna me llega tanto [se refiere Poniatowska a los motivos de inspiración de los poemas de Paz] como el árbol porque alguna vez me escribiste de tu puño y letra en la primera página de mi ejemplar de ¿Águila o sol? Un poema inédito: “El fresno somnoliento// En el alba de agua// Te mira, todavía oscuro.” Me diste esa hoja verde y la puse en mi mejilla como una manita del árbol”. (Poniatowska, 2012, 20).
De prosapia rebelde. Su abuelo combatió contra los franceses a lado de Porfirio Díaz, y su padre Octavio Paz Solórzano, trabajó como escribano y abogado para Emiliano Zapata. El poeta, en su niñez, padeció el exilio por la militancia zapatista de su padre. En 1916, se trasladó la familia con su padre a Estados Unidos, como representante de Zapata y regresaron hasta 1920, después de la muerte del Caudillo del Sur. Su padre, además, fue diputado y activo vasconcelista. En 1928 se retiró de la política y murió de forma trágica al ser arrollado por un tren en 1936. Esta tragedia acompaña al poeta y convierte en poesía su dolor y sentimientos. He aquí un fragmento: Del vómito a la sed,// atado al potro del alcohol,// mi padre iba y venía entre las llamas.// Por los durmientes y los rieles// de una estación de moscas y de polvo// una tarde juntamos sus pedazos. (Ruy Sánchez, 2013, 30)
Las trayectorias políticas de su abuelo y su padre influyeron decisivamente en toda la etapa formativa del poeta. En 1929 participó en su primera huelga estudiantil en la secundaria 3 de la Ciudad de México. Fue proclive al socialismo y al nacionalismo revolucionario en sus años de juventud. Al culminar sus estudios de derecho en la UNAM, se trasladó a Yucatán como brigadista alfabetizador, seducido por la educación popular y rural impulsada por el general Lázaro Cárdenas. En 1936 el poeta y comunista español Rafael Alberti, en su paso por México, conoció y elogió la novel poesía de Octavio Paz. En su trato y convivencia, Alberti convenció a Paz para que se incorporara a la lista de intelectuales que asistirían al Congreso de escritores antifascistas que se realizaría en Valencia. Paz asiste al Congreso acompañado por su bella novia, la escritora mexicana Elena Garro, con la que se casó en 1938. Se enrolan en las filas de los internacionalistas que combatieron al fascismo al lado de los republicanos españoles. Elena Poniatowska recupera un relato de Elena Garro en el que afirma que en las trincheras, las balas pasaban silbando el rostro y el cuerpo de Octavio, y él ni se inmutaba. Dos poemas dejaron la inspiración y la huella imperecedera de Paz y su compromiso revolucionario e internacionalista: ¡No pasarán!; y, Elegía. A un compañero muerto en el frente de Aragón. Con la primera Alberti lo llamó “revolucionario del lenguaje” (Poniatowska, 2012, 33). Yo me quedé para siempre con la segunda. He aquí un fragmento: Has muerto, camarada,// en el ardiente amanecer del mundo.// Y brotan de tu muerte,// tu mirada, tu traje azul,// tu rostro sorprendido entre la pólvora,// tus manos sin violines ni fusiles,// desnudamente quietas.// Has muerto. Irremediablemente has muerto.// Parada está tu voz, tu sangre en tierra.// Has muerto, no lo olvido.// ¿Qué tierra crecerá que no te alce?// ¿Qué sangre correrá que no te nombre?// ¿Qué voz madurará de nuestros labios// que no diga tu muerte, tu silencio,// el callado dolor de no tenerte?//…
El 25 de mayo de 1938 contrajo nupcias con la escritora mexicana Elena Garro, al año siguiente nació su hija Laura Helena Paz Garro y, 21 años después se concretó su divorcio. En 1959, el poeta se unió a Bona Tibertilli de Pisis, con la que vivió seis años. En 1966 se casó con la pintora francesa Marie José Tramini, con la que vivió hasta su último aliento. En la armonía del disfrute de la vida y la fama con su amada esposa Mary Jó, quizá como deferencia y tributo a la emotiva pintora, llegó a decir que la mayor de las bellas artes era la pintura. En mi opinión y en coincidencia con Gabriel García Márquez, creo que la más grande de las creaciones artísticas es la poesía. Con la poesía se rinde tributo a la síntesis condensada de lo sublime. Con la poesía se logra lo que Policleto de Argos logró definir en su Canon como la capacidad humana de lograr la excelsa armonía del ritmo perfecto, la simetría absoluta y el contraste diverso. La exacta dimensión del todo con las partes y de estas entre sí. Entre muchos méritos del Maestro Paz, el más grande es haber sido nuestro poeta mayor
Otra singular acción de congruencia política y ética de Paz fue su renuncia a su cargo de embajador de México en la India, como protesta por la matanza de estudiantes el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Su sentido de responsabilidad de intelectual crítico al poder y su compromiso social lo llevó a proponer, junto con Heberto Castillo y una amplia pléyade de intelectuales, la fundación de un nuevo partido político en México, independiente y con plena autonomía del régimen presidencialista autoritario de partido hegemónico.
Julio Scherer invitó al Maestro para que se hiciera cargo del suplemento cultural del periódico Excélsior, el poeta aceptó. Plural, consolidó la obra de Scherer y consolidó a Excélsior como ejemplo de profesionalismo crítico, objetivo, veraz, en la época en que la comunicación en México se dictaba desde la Secretaría de Gobernación. Y, en congruencia, cuando desde el gobierno del presidente Luis Echeverría se influyó para quitarle a don Julio Scherer la dirección del periódico, el Maestro junto con las plumas más sobresalientes se solidarizaron y abandonaron Excélsior al lado de Scherer. De esa experiencia surgió el éxodo exitoso del nuevo periodismo en México. Scherer fundó Proceso; Manuel Becerra Acosta el Unomásuno; el Maestro Paz fundó su propia revista y con ella su vocación y su añoranza por la raíz, la bautizó con el nombre de Vuelta. Más tarde, surgió La Jornada. De estas experiencias del nuevo periodismo crítico surgió El Sur en Guerrero, Juan de La Jornada y Maribel del Unomásuno.
En la ruta de su vida ideológica, el maestro evolucionó del nacionalismo revolucionario al socialismo y al comunismo; luego se volvió liberal y crítico acre e irreverente de todos los autoritarismos. Al final de su vida, dicen sus críticos que fue complaciente con el autoritarismo mexicano, en especial con los presidentes mexicanos Salinas y Zedillo. Lo indudable es que terminó su vida como demócrata y liberal irredento. Sus ensayos políticos más relevantes de crítica al poder, caracterización de la cultura de los mexicanos y el rol de México en el mundo globalizado son El ogro filantrópico; El laberinto de la soledad; Posdata; y, Pequeñas crónicas de grandes días. Su poesía mejor lograda, en mi opinión: Piedra de sol.
Octavio Paz fue galardonado con los reconocimientos de mayor relieve mundial: el Premio Internacional Menéndez Pelayo; el Príncipe de Asturias; el Cervantes y el Nobel de literatura, por sólo mencionar cuatro. Vale la pena destacar dos grandes distinciones y reconocimientos otorgados por prestigiadas universidades, el Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional Autónoma de México, y por la Universidad de Harvard.
El maestro Octavio Paz fue en mucho incomprendido, me-nospreciado erróneamente por la izquierda mexicana e incluso por las instituciones mexicanas. Su obra, desafortunadamente y a pesar de los esfuerzos del Fondo de Cultura Económica y otras casas editoras como Joaquín Mortiz y Seix Barral, es poco conocida por las y los mexicanos. Falleció en la ciudad de México el 19 de abril de 1998.
Hago votos hoy, para conocer y reflexionar sobre la y obra de Octavio Paz Lozano. Para seguir trabajando, con su inspiración, por la armonía y la paz para el desarrollo de Guerrero, de México y del mundo. Con especial optimismo, con Paz. Para ir de Vuelta a la raíz y construir la necesaria modernidad.