EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Otra vez en primer lugar 

Jorge Camacho Peñaloza

Febrero 24, 2017

Un choque de doctrinas no es un desastre, es una oportunidad. Alfred North Whitehead.

Otra vez Guerrero es el estado más violento en cuanto a homicidios dolosos de acuerdo con la estadística del Sistema Nacional de Seguridad Pública con 165 durante el mes de enero igualado sólo por el Estado de México, y de los municipios los que concentraron más casos, el 77.57 por ciento, fueron Acapulco, Chilpancingo, Iguala, Zihuatanejo, Coyuca de Benítez, Taxco, Chilapa y Tlapa; enero de 2017 fue el segundo inicio de año más violento desde 1997, diariamente ocurrieron en promedio 5.32 homicidios dolosos.
De esos casos, 117 fueron a balazos y 22 personas fueron heridas con arma de fuego de acuerdo a esa estadística, y en cuanto a casos de secuestro Guerrero pasó del quinto al cuarto lugar nacional, con una tasa de 0.17 víctimas por cada cien mil habitantes, con seis casos durante enero, 12 extorsiones, 230 robos de automóviles con violencia y 195 sin violencia, y en los casos de robo de vehículos con violencia se registró a 230 víctimas, el doble de enero de 2016 que sumó 126, y dos menos que en diciembre que se contó 232 casos.
No obstante la magnitud del problema de violencia que reflejan estas estadísticas, lo paradójico es que son menores a las reales porque sólo son casos denunciados ante las autoridades por los agraviados, en el entendido de que mucha gente afectada por la delincuencia no denuncia ante el Ministerio Público por la total desconfianza que existe hacia estas autoridades por parte de la sociedad.
Pero además, la violencia en la entidad se da en el cobro de piso y las extorsiones por parte de la delincuencia organizada que sus afectados no denuncian; en casos de intolerancia religiosa en comunidades alejadas de la Montaña; en la disputa por las comisarías y delegaciones municipales; entre policías comunitarias que se han convertido, de garantes de la seguridad, en generadoras de violencia contra la sociedad; en los bloqueos a vialidades y carreteras que afectan la vida de miles de personas que no tienen nada que ver con los motivos de sus acciones, que además son violatorias de la ley; en la violencia intrafamiliar y contra las mujeres.
Pero además, a  la violencia la favorece también que es tolerada y hasta fomentada por políticos y sectores sociales como el del transporte público y algunos empresarios, agentes de las distintas policías municipales, estatales y federales y hasta por elementos del Ejército mexicano, situación que se torna más grave porque no obstante el cúmulo de factores, el tamaño del problema no corresponde a las políticas de gobierno y acciones sociales para combatirla.
Para empezar, parece no haber una estrategia del gobierno federal para combatir a la delincuencia organizada, ni para inhibir la violencia, y a los estados no les corresponde combatirla y no pueden hacer más allá de lo que haga la federación, la que sólo tiene en mente el uso de los policías, soldados y marinos y párele de contar, no hay una idea más allá. Bueno sí, también la de ejercer jugosos presupuestos dizque para infraestructura y equipamiento de las policías, pero hasta ahí, su imaginación y creatividad no les da para ir más allá de lo policiaco.
En la sociedad el panorama no es muy distinto. Nadie protesta, por temor fundado, nadie propone hacer algo que promueva inhibir conductas violentas y antisociales, sólo acciones dispersas y desarticuladas. Las iglesias, el magisterio, las asociaciones de profesionistas, las cámaras empresariales, que se supone son agentes dinámicos de cambio, no plantean nada contundente más allá de armarse en algunas comunidades para crear policías comunitarias colocándose del lado de la delincuencia, es decir, de quienes actúan fuera de la ley.
La pregunta es ¿quién va a parar la violencia? ¿El gobierno o la sociedad, o ambos instancias articuladas? La respuesta es que ni el Estado ni la sociedad lo podrán hacer por sí solos, se requiere de esfuerzos articulados en un plan que no existe, y mientras no exista los factores que favorecen a la violencia seguirán promoviéndola y todos padeciéndola. ¿Hasta cuándo?
Vuela vuela palomita y ve y dile: Al Peje que ya deje de andar de campaña con su compadre Donald Trump, que ya descubrimos que va a Estados Unidos no ha defender los derechos de los paisanos, sino a aprender cómo hacer decretos pasándose por encima de los derechos humanos.