EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Pequeñas picaduras… grandes males; cuidado con la fiebre amarilla

Fernando Lasso Echeverría

Abril 04, 2017

A mediados de febrero de este año leí en el diario nacional El Universal una nota que me alarmó y quisiera transmitir esta preocupación al personal de la Secretaría de Salud del estado, sobre todo en aquel involucrado en la lucha contra las enfermedades transmisibles y específicamente en el Programa contra Vectores. La nota era de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y decía que en una región de Brasil había reaparecido en la población humana la fiebre amarilla, contabilizando hasta la fecha 448 enfermos de los cuales murieron 114. ¿Cuánto tiempo pasará para que este viejo flagelo erradicado de nuestro país desde 1923 y peor que el dengue, el chikungunya y el zyka juntos, llegue a nuestro país?, sobre todo si los brasileños no logran poner un cerco sanitario adecuado y eficiente… y llegué a la conclusión de que no lo sabemos, pero que va a suceder más temprano que tarde, dadas las migraciones permanentes y las rápidas comunicaciones que actualmente existen en el mundo.
Precisamente estos factores facilitaron la llegada a México de las tres enfermedades virales mencionadas, y al igual que ellas, esta “nueva” enfermedad es también transmitida por el mosquito Aedes Aegypti; el viernes pasado 31 de marzo, vuelvo a leer en el mismo periódico otra alerta epidemiológica –ahora de la Secretaría de Salud federal– en la cual se informa de casos de fiebre amarilla no sólo en Brasil, sino también en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Surinam, situación que hace cada vez más elevado el riesgo de que esta enfermedad llegue pronto a México, y recomendaban a la población que tuviera planeado viajar a Sudamérica, que se vacunara contra esta enfermedad antes de hacerlo, o que si iban y regresaban enfermos de allá (con fiebre, escalofríos, dolores musculares, náuseas o vómito) no se automedicaran y acudieran de inmediato para su atención médica, avisando a las autoridades sanitarias los antecedentes de su viaje.
Por lo anterior, no hay duda de que este padecimiento llegará a nuestro país en cualquier momento y por ello, la Secretaría de Salud de Guerrero debe intensificar en forma enérgica la lucha contra el aedes aegypti (que transmite las cuatro enfermedades mencionadas), pues aunque sabemos que contra este “nuevo” padecimiento sí hay vacuna, ésta no se encuentra disponible en nuestro país en forma masiva, y no se usa rutinariamente; y por otro lado, tal como sucede con las otras tres enfermedades virales mencionadas, tampoco hay medicamentos para curarlo; es decir, en forma práctica, la única herramienta con la que seguimos contando para evitar una epidemia de cualquier enfermedad transmitida por mosquito, es acabar con estos insectos por ser los transmisores.
Institucionalmente, los insecticidas y larvicidas son los medios que se usan para ello, pero el método más efectivo definitivamente es la eliminación sistemática de posibles fuentes de reproducción, en aquellos recipientes capaces de acumular agua en tiempos de lluvia –dentro y alrededor de la casa– llamados cacharros por la misma secretaría y descacharrización a su levantamiento y desecho, y esto no se puede efectuar sin la decidida participación de la población, que debe ser promovida institucionalmente. También merece mención que la prolongada falta de agua durante el estiaje –cada vez más severa en todos lados– obliga a los habitantes de las ciudades o comunidades a acumularla en cubetas y otros recipientes, que también sirven al mosco de criaderos, si estos no se tapan para evitar que los mosquitos pongan en ellos sus huevecillos que dan lugar a las larvas (maromeros).
La fiebre amarilla es otra enfermedad viral que como ya se dijo, es transmitida por el mosquito aedes aegypti; que se caracteriza por un periodo de incubación de tres a seis días, que causa fiebre, escalofríos, dolor muscular referido en espalda, náuseas y vómito, que desaparecen a los 3-5 días en el 85% de los casos; el 15% de ellos presenta también dolor abdominal, ictericia y presentan hemorragias (orales, nasales, gástricas, oculares) y deteriora la función renal notablemente, causando la muerte al 30-50% de los enfermos con este cuadro. Esta enfermedad se erradicó en México en una época con mayor retraso desde el punto de vista de la infraestructura sanitaria y de los recursos científicos, y se eliminó del panorama epidemiológico de nuestro país, acabando con el mosquito transmisor con menos recursos humanos y con técnicas primitivas, comparadas con las que tenemos ahora –por ejemplo usaban petróleo o derivados de este combustible como larvicidas– pero se logró gracias al interés que las autoridades sanitarias y los mismos trabajadores de aquella época pusieron para hacerlo. Así pasó también con la erradicación del paludismo en el estado; con recursos suficientes y conductas laborales responsables de parte de los trabajadores que luchaban contra el anopheles, mosco transmisor de esta enfermedad, y que a la fecha está desaparecida en la geografía guerrerense.
Sin embargo, a distancia, me da la impresión de que actualmente en la Secretaría de Salud, a pesar del número tan elevado de trabajadores en todos los sectores, éstos desempeñan sus funciones con muy poco interés o pasión laboral; parece que los valores han cambiado para mal; que los trabajadores no se ponen la camiseta más allá de las quincenas; que su comportamiento laboral es frío y desinteresado. Y los motivos de ello son conocidos: todos los experimentados trabajadores de base que luchaban contra los mosquitos transmisores de enfermedades en forma científica y capaz, ya se fueron –generalmente por jubilación– y los que los han suplido son jóvenes trabajadores de contrato semestral, con una capacitación muy raquítica para desempeñar sus funciones, o peor, sin capacitación alguna, y con sueldos muy bajos, que no les estimula el interés por conservar su empleo y cumplir adecuadamente sus funciones, entre las cuales está fundamentalmente la promoción de la salud, que no es otra cosa que la de orientar a los habitantes de las viviendas visitadas para que sepan cómo disminuir la densidad vectorial en la casa (número de mosquitos en el medio ambiente casero) y evitar las picaduras, así como la de proporcionarles a éstos el abate, polvo que funciona como larvicida en las piletas.
Otro grave problema para que estos trabajadores cumplan su cometido lo es la falta casi permanente de recursos materiales y económicos para lograr buenas metas en las actividades rutinarias del programa específico contra vectores; el desabasto de abate y otros materiales es crónico; es notorio el desinterés de las cabezas de sector por algunas actividades que no consideran prioritarias, y solamente cuando aparecen los “picos” epidémicos –generalmente en tiempo de lluvias en el caso de estas enfermedades– y las presiones mediáticas para las autoridades sanitarias, es cuando empiezan a surgir recursos en forma milagrosa (dinero para viáticos, combustible, disposición de vehículos, existencia de insecticida y larvicidas en cantidades suficientes, etc.) además de las exigencias que le hacen a los trabajadores para que cumplan “cuanto antes” con las metas y objetivos, que debieron haberse cumplido antes de la crisis precisamente para prevenirla.
¿Cuánto ha influido también en ello, la situación de inseguridad que vive la población de nuestra entidad? Seguramente mucho, pues los trabajadores dejan de ir a las colonias periféricas o poblaciones distantes por temor, y por otro lado, con frecuencia, los habitantes de algunas de las viviendas visitadas –con mucha desconfianza– no los dejan penetrar a sus casas y por ende no los dejan trabajar, frustrándose el esfuerzo institucional. De allí la trascendencia de una buena capacitación técnica, así como la de mejorar el aspecto o presentación de los trabajadores que andan visitando los domicilios para hacer promoción de la salud, los cuales deben ser personal perfectamente uniformado e identificable por medio de credenciales oficiales, respetuoso pero firme en su comisión, con capacidad de convencimiento para sensibilizar adecuadamente a la gente visitada; acompañado de personal del Centro de Salud más cercano, para que facilite que les abran las puertas y los acepten en las casas visitadas, con la finalidad de que puedan observar la presencia de factores que permiten los criaderos de mosquitos y planteen la solución.
Estos trabajadores deben aprender en su capacitación la historia natural de las enfermedades contra las que está luchando; deben saber todo lo relacionado con las fumigaciones: cómo, cuando, a qué horas y con qué se fumiga (aunque ellos no lo hagan), qué se usa como larvicida y en dónde se puede aplicar y en dónde no, y aclarar cualquier pregunta que les hagan al respecto; deben saber concientizar a los vecinos que visitan para que su esfuerzo tenga éxito, y por supuesto, estos trabajadores deben tener un salario más que decoroso y simbólico, hecho que les hará cumplir con interés y eficiencia sus labores, y todo ello debe contar con apoyo de actividades de una supervisión efectiva, que le permita saber al responsable del programa si se están cumpliendo estas funciones básicas; aquí es necesario hacer hincapié en que si estas funciones de promoción de la salud no se llevan a cabo debidamente (previa capacitación) ningún programa contra el mosquito tendrá éxito, y todo el gasto en insecticidas, larvicidas y otros insumos así como los correspondientes a los desplazamiento del personal serán inútiles.
Así mismo, ante una epidemia en la población por estos padecimientos transmitidos por una sola variedad de mosquitos, las instalaciones hospitalarias del estado podrían verse rebasadas causando un gasto excesivo a las instituciones por no llevarse a cabo estas actividades de prevención que son obligadas en estos casos. Y con los recortes presupuestales hechos por el gobierno federal, esto es doblemente importante. Debemos recordar e insistir ante el Ejecutivo estatal o ante las autoridades federales correspondientes, que la salud pública no se logra sólo con buenas intenciones; se requiere dinero, y a su vez, la administración de la Secretaría de Salud debe abstenerse de intentar “ahorros” mal entendidos, porque las consecuencias sanitarias y económicas para la institución vendrán después y serán peores.
Aún si la fiebre amarilla no llegara al país –difícil de creer, con el fenómeno migratorio internacional tan acentuado– es indiscutible que el daño material que le producen a la población y a las instituciones los otros tres padecimientos virales transmitidos por el mosquito aedes aegypti, es alto, si analizamos el costo de las numerosas ausencias laborales y escolares de los enfermos, y el del consumo de medicamentos que usan cuando se presenta cualquiera de estas enfermedades en los ciudadanos, independientemente, de que el dengue hemorrágico en especial, causa todos los años costos elevados por las obligadas y –a veces– prolongadas hospitalizaciones de los pacientes, y muchas defunciones perfectamente prevenibles, si hubiese habido una actividad permanente y efectiva contra el mosquito transmisor; y que el zyka ya ha provocado daños neurológicos en muchos productos prenatales, cuando el mosco transmisor ha picado a embarazadas en su primer cuatrimestre de gestación, afectando la futura vida del niño que tuvo contacto con el virus en esta etapa tan temprana, y por supuesto a la de la familia entera, que tendrá que cargar con un minusválido durante toda su vida, situación que pudo haberse evitado de haber persistido una lucha eficaz contra el mosquito de parte de los responsables. Todo lo anterior hace ver la importancia de las actividades preventivas contra el mosquito transmisor, que deben realizarse durante todo el año en forma permanente, y en la cual, la información reiterativa –por todas las vías– de este problema de salud, sea la principal actividad institucional.
Las estadísticas oficiales de los casos habidos de estos padecimientos virales ya existentes en la población siempre serán poco reales, porque la sintomatología de los tres padecimientos es muy parecida, y el personal encargado de diagnosticarlos, difícilmente lo hace con precisión basándose exclusivamente en la clínica; por otro lado, la toma de muestras sanguíneas que debe hacerse para precisar el diagnóstico diferencial, no se hace en forma general sino aleatoria, lo cual tampoco se cumple en épocas epidémicas, debido a que el Laboratorio Regional de Salud Pública se satura de muestras que generalmente no procesa totalmente por la abundancia de éstas, hecho que supera su capacidad para analizarlas, aun cuando haya suficientes reactivos para hacerlo; sin embargo, es precisamente la deficiencia de este material, una de las causas más frecuentes por las que no se efectúan oportunamente. Los familiares de los pacientes, se cansan de estar acudiendo a su centro de salud durante meses en forma inútil, para saber los resultados y conocer qué enfermedad tuvieron sus parientes.
La crisis que está viviendo el país y que sin duda está agudizada en nuestro estado, obliga a nuestras autoridades sanitarias a emplear más prevención, porque es una acción más barata que la solución del problema sanitario cuando éste se presenta; es el momento de reorganizar y fortalecer cuanto antes el programa contra vectores en el estado, con la finalidad de que se disminuya al mínimo el riesgo de que la población guerrerense sufra más el embate de las tres enfermedades virales existentes en nuestro medio ambiente, y se eviten oportunamente los daños sanitarios que podría provocar la inevitable vuelta al país de la temible fiebre amarilla, que confirma una vez más la sapiencia de un gran maestro médico que tuve, que nos afirmaba que las enfermedades infecciosas son como las modas: siempre vuelven al paso del tiempo. En el caso que nos ocupa, el contrario sólo es uno: el mosquito transmisor, y se deben enfocar todas las baterías sanitarias, en contra de este diminuto pero peligroso enemigo de la población, que de no existir, tampoco habría en la población de Guerrero ninguna de las enfermedades que hemos venido mencionando.
Ex presidente de la Sociedad Médica de Chilpancingo y del Colegio Médico Estatal.