EL-SUR

Lunes 15 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Postales: Florencia

Raymundo Riva Palacio

Enero 03, 2016

Florencia. La Iglesia de la Santa Cruz, construida en el siglo XIII, es más que el templo más grande que tienen los franciscanos en el mundo y una joya del arte florentino al plasmar en su arquitectura, diseño y pinturas, la obra de algunos de los más grandes artistas del Renacimiento, como Giotto, Brunelleschi, Donatello y Vasari. Es una hermosa iglesia en la cual descansan quienes le dieron una perspectiva diferente a la naturaleza humana. Miguel Ángel y Galileo están ahí enterrados, en tumbas junto a la de Dante Alighieri, el más grande escritor italiano que murió de malaria en Ravenna, que está vacía porque hasta hoy no han querido regresar sus restos, y muy cerca de la de Nicolás Maquiavelo, el fundador de la ciencia política moderna.
Galileo, el matemático, conocía bien el trabajo de Maquiavelo, que a su vez había abrevado de Dante, y que había conocido a Miguel Ángel a través de César Borgia, cuya familia fue mecenas del admirado artista, con quien tuvo su primer encuentro la noche del 24 de junio de 1501, en el Palacio Ducal de Urbino, a unos 100 kilómetros al este de aquí, para asegurar que el creciente poder de los Borgia que quería ampliar los Estados Pontificios, no alcanzara a Florencia. Maquiavelo iba en calidad de embajador y quedó impactado por César Borgia, a quien describió en una carta a la Señoría de Florencia, la sede del gobierno, como alguien “espléndido y magnífico”, que “no conoce el miedo o la fatiga”, lo que lo hace “victorioso y temible”.
Maquiavelo tomó a César Borgia como el modelo central del consejero de El Príncipe, un libro de recomendaciones políticas para Lorenzo de Médici, Lorenzo El Magnífico, que gobernó Florencia en la primera cúspide del renacentismo, y que tuvo dentro su mecenazgo a Leonardo da Vinci, a quien Maquiavelo recomendó con César Borgia como su ingeniero militar, para que les construyera fortalezas papales –su padre fue el papa Alejandro VI. Pero si Roma era de los Borgia, Florencia fue, durante 300 años, de los Médici, cuya fuerza política se inició con su fortaleza económica. Los Médici eran banqueros en su origen, y la racional de la familia era que el dinero lo utilizarían para llegar al poder, y una vez en él, lo ejercerían para mantenerlo.
Eran los banqueros de los papas y con el poder en la familia, extendieron sus territorios financieros por toda Europa. Florencia son los Médici, en sus construcciones y en su arte, que utilizó esa dinastía como lo que hoy se conoce como poder suave, que combinó con fuerza militar. Juan di Bicci de Médici, el primer mecenas de todos, ordenó la reconstrucción de la Basílica de San Lorenzo, que sirvió para todas sus bodas, bautizos y funerales dinásticos, cuya fachada quedó incompleta porque el proyecto arquitectónico de Miguel Ángel nunca se concretó, pero que tiene la última obra maestra de Donatello, el segundo escultor más importante en la historia de Italia, que son dos púlpitos de madera tallados como cortador de diamantes, La Resurrección y La Pasión.
Junto se encuentra la Capilla de los Príncipes, un mausoleo de 28 metros de diámetro de mármol oscuro y piedras semipreciosas, madre perla, lapislázuli y coral, con seis monumentales sarcófagos, que sólo es comparable en poderío dinástico a la iglesia de los Santos Pedro y Pablo en San Petersburgo, donde se encuentran todos los sepulcros de los Romanov, a la Cripta de los Capuchinos en Viena, donde está el mausoleo de los Hasburgo, o El Escorial en las afueras de Madrid, donde descansan los restos de los reyes de España.
La Capilla de los Príncipes es una de las maravillas de Florencia que más atrapa, como también el domo en la Catedral de Santa María de las Flores, con su majestuosa cúpula montada en un andamiaje volado que aún intriga a los arquitectos del mundo por cómo puede mantenerse erguida aún, y fue pedida por Cosme de Médici, Cosme El Grande, a Brunelleschi, quien recurrió a Da Vinci para que diseñara una grúa –más sorprendente en diseño que la propia cúpula–, que sirviera para levantar los materiales de la construcción.
Esta catedral se encuentra en el corazón político del centro histórico, que en sí mismo es una ciudad, la del resplandor y el poderío de los Médici, que también fue testigo en 1478 de un intento de golpe de Estado contra Lorenzo El Magnífico, la llamada Conspiración Pazzi, durante una misa en donde el duque quedó herido pero sobrevivió, a diferencia de su hermano Giuliano, quien falleció bajo el domo con 19 puñaladas en el cuerpo. Durante seis meses los Médici cazaron a los complotistas y terminaron ejecutando a 80, sin compasión. Juicios sumarios y castigo ejemplar. Sus 300 años de poder están salpicados por historias de intriga y asesinatos de todos aquellos que se les obstruían el paso.
Los Médici construyeron con su dinero a papas y reyes y fueron banqueros, precursores de los agiotistas del mundo actual. La cercanía y observación que hizo Maquiavelo de algunos miembros de la dinastía fueron parte también de la construcción de El Príncipe, la obra a la que todos los políticos recurren con la convicción de seguir sus consejos. Lo que ven es la suma de las experiencias de la familia más famosa en la historia del mundo y de César Borgia, que combinaron la técnica de gobernar, reprimir y suprimir, con el impulso al arte y la cultura. La síntesis que se encuentra precisamente en la Iglesia de la Santa Cruz, donde debería de empezar y terminar una vista a Florencia.

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