Gibrán Ramírez Reyes
Septiembre 19, 2018
Lo que se inventó Reforma –y secundaron otros medios– este domingo pertenece al género de las noticias falsas, sin ambages. Un reportero insiste con una pregunta, el periódico convierte un “sí”, seguido de una explicación, en una sentencia: “Dice AMLO: Robles es ‘chivo expiatorio’”. Y después fomenta la ignorancia y dispone una interpretación políticamente intencionada (un poco más abajo hablo de qué quiere decir chivo expiatorio). ¿Y la verdad? Por ahí andará, escondida en el cuerpo de la nota. AMLO afirma con todas sus letras que “no vamos a hacer lo que se hacía anteriormente, de que había actos espectaculares, de que se agarraba a uno, dos, tres, cuatro, cinco como chivos expiatorios, y luego le seguían con la misma corrupción”, pero Reforma escucha “que Rosario es un chivo expiatorio y que no es su intención meterla a la cárcel” –así lo escribió en su columna Templo Mayor–. Una vez asimilada la función expiatoria a la inocencia, el diario procedió a preguntar por ello a conspicuos miembros de Morena, algunos despistados, como Lily Téllez, que también creyó que chivo expiatorio era igual a inocente, y así validó su versión con voces de la nueva mayoría.
El hecho es interesante como síntoma. El discurso de la oposición es hoy tan vacío, además enunciado sin autoridad moral, que algunos medios tienen que poner en juego su prestigio y encabezar la oposición al gobierno entrante, aunque sea con cuentos. No sé cómo fuimos a meternos en este berenjenal. En redes sociales, pero también en televisión y radio, ha cobrado más relevancia una frase dizque exculpatoria a Rosario Robles que no es tal, que la cuenta de muertos que sigue su ritmo con cada vez más obscenidad, con la misma con la que se pasean cuerpos putrefactos en una caja de tráiler en Jalisco, y con la tranquilidad de quien sigue apurando sus tequilas en la plaza de Garibaldi, casi ajeno a los asesinatos ejecutados por falsos mariachis allí mismo. Y eso que somos un país centralista. De repente nuestra realidad imita a la caricatura que los gringos se hacen de nosotros. Garibaldi y los mariachis asesinos. Está de no creerse. Pero volvamos al tema.
La expresión “chivo expiatorio” viene de la Biblia, del Levítico. Se refiere a la cabra –al cabrón, en realidad– a la que se cargaba simbólicamente con la culpa de todos los pecados del pueblo judío y que se enviaba al desierto, cargada de esas culpas, llevándoselas lejos de la gente que entonces podía renovar la limpieza de su conciencia. Esto no implica pronunciarse sobre la inocencia del chivo, aunque así lo diga Wikipedia, evidente fuente del Reforma para interpretar la declaración. Si era un chivo y no otro animal, era precisamente porque se les atribuía a estos animales una inclinación demoniaca. Eso es, si se quiere ser elemental, pero lo del chivo expiatorio tiene una larga historia: es un mecanismo que utilizan algunos colectivos para lavar sus culpas depositándolas todas en un individuo o en un colectivo más pequeño, a veces incluso en animales, a veces en otras personas que, teniendo defectos, se hacen pasar por causa de los males de todos con bastante credibilidad. Uno de los chivos expiatorios favoritos de algunas sociedades fueron los judíos. Muchos podrían coincidir en que éstos fueron a menudo culpados injustamente de todos los males sociales, cuando su responsabilidad podía reducirse a algunos, y no por el hecho de ser judíos.
Eso hace Reforma y eso ha hecho el discurso público con unos cuantos políticos corruptos, a los que es del todo correcto culpar, aunque no sea válido quedarse sólo en eso. Hablan de Rosario Robles, política corruptísima y sus desvíos en Sedatu, pero sabemos poco o nada de sus cómplices empresariales, o de Carlos Salinas de Gortari, uno de sus jefes y el responsable de revivirla después de los escándalos de Robles por corrupción en el PRD. ¿Cómo se utilizó el dinero robado por Robles en la Sedatu?, ¿a qué tipo de operación política pertenece y quién jefatura ese tipo de operaciones?, ¿todo se lo metió Robles a la bolsa o puede saberse algo más?, ¿con qué empresarios lavan ese dinero, ¿quiénes son los proveedores de ese grupo político? La última vez que Salinas mereció un titular de Reforma, por ejemplo, fue para dar la gran noticia de que había bailado en una fiesta al ritmo de Tiburón tiburón. Meses antes, para hablar de máscaras que se hacían con su cara. Y antes para dar cuenta de su fiesta de cumpleaños con sendas notas. A los capos de la mafia se les tiene en paz, mientras se castiga a sus sicarios como si fueran los culpables del entramado mafioso. Se pide sacrificar al chivo, pero no que la máquina de la corrupción deje de andar.
Desde luego, ni hablar de tocar a la oligarquía. Para Reforma, el problema son sólo los operadores políticos corruptos, aunque el dinero que pierde el país por evasión y elusión fiscales sea tanto o más que el que pierde por lo que se roban. Pero, eso sí, no veremos nada en el diario acerca de los millones que Claudio X. González deduce de los impuestos que tendría que pagar y que utiliza para operar políticamente mediante organizaciones como Mexicanos Primero –usa dinero que corresponde al fisco para operar políticamente: sí, como Rosario Robles, eso hace, en nuestro sistema de corrupción legalizada. Eso, por hablar de un oligarca que operó para el Pacto por México, pero podrían mencionarse unos cuantos más, aunque después se hayan desligado del gobierno de Enrique Peña. Para mantener la llama del régimen oligárquico, pero perfumadita, a veces hace falta quemar algunos de sus soldados de media jerarquía. Está bien, pero eso no acaba ningún problema, no toca ningún fondo, no da ninguna batalla de largo aliento, como se pretende. Apenas envía un chivito al desierto, un chivito nefasto, diabólico, infernal, y que debería estar en la cárcel, porque a veces hace falta para mantener la buena conciencia. Pero ver un engrane, o un par, por fundamentales que sean, sirve de poco si no se atiende al mecanismo. Para mí, eso es todo el mensaje –y es esperanzador.