EL-SUR

Miércoles 17 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Relevo estratégico

Raymundo Riva Palacio

Julio 27, 2005

ESTRICTAMENTE PERSONAL

 

Dentro del PRD hay una rebelión silenciosa contra la posible candidatura de Marcelo Ebrard al gobierno del Distrito Federal. No olvidan cómo en el gobierno de Carlos Salinas, cuando era el número dos de Manuel Camacho en la regencia capitalina, desarrolló la estrategia de golpeteo contra ese partido, en ese entonces enemigo a muerte del salinismo, y cómo de la mano de Andrés Manuel López Obrador, bajo su regazo protector, lo estaba imponiendo como su posible sucesor en el próximo sexenio sacrificando al partido. El momento para la definición de López Obrador sobre lo que sucederá en la capital federal se encuentra en su último cocimiento, y en buena medida definirá una campaña presidencial exitosa en el corazón político del país.

Ebrard es el delfín de López Obrador, pero el fracaso de su otra candidata impuesta en el estado de México, Yeidkol Polevsnky, y las presiones internas contra el actual secretario de Desarrollo Social capitalino, provocaron que en el círculo interno del jefe de gobierno estén pensando las cosas de nueva cuenta. ¿Sería el mejor candidato Ebrard? Una nueva imposición, como fue la de Polevsnky o de Leonel Cota en la presidencia del PRD, podría estirar demasiado las ligas dentro del partido. Todas las corrientes de izquierda con influencia en el PRD y en la capital, salvo la urbana que encabeza el recién liberado René Bejarano, ya expresaron su oposición a que Ebrard aspire a ese cargo, temiendo en privado que sea la consolidación de la marginación del partido por parte de López Obrador.

La posibilidad de una fractura obliga a reevaluar la candidatura de Ebrard. Hasta principios de esta semana, sobre la mesa de planeación estratégica había una alternativa: Ebrard no sería el candidato al gobierno del Distrito Federal, sino que entraría como gobernante interino en sustitución de López Obrador, quien dejará el cargo el próximo viernes. Las apuestas a relevarlo estaban cargadas hacia el sustituto natural, el secretario general de Gobierno Alejandro Encinas, cuyas posibilidades de que su futuro político se encuentre en la candidatura del partido para el máximo cargo capitalino, aumentaron fuertemente en los últimos días.

Encinas sería un candidato de consenso. Inteligente y moderado, que ya dio pruebas de su capacidad negociadora y conciliadora, es bien visto por todas las fuerzas de la izquierda, en las cuales abrevó, trabajó y con las que luchó, a diferencia drástica de Ebrard. Si Encinas fuera el candidato, la izquierda no se fracturaría en el Distrito Federal y el PRD podría capitalizar su fuerza como partido y la de López Obrador como un político impresionantemente popular. Al mismo tiempo, entraría a su relevo una persona de todas sus confianzas que podría jugar un papel estratégico de altísima relevancia para las aspiraciones presidenciales del jefe de gobierno en el apoyo logístico durante la campaña y para el fondeo de diversos gastos durante la larga contienda.

López Obrador puede jugar varias cartas en la capital, pero no todas le resultan tan atractivas como el nuevo escenario que plantearon sus asesores con el diseño de mantener a Ebrard en la jefatura del gobierno, ante las realidades a las que se están enfrentando. La principal es que no han podido recaudar fondos privados para la campaña, pues su esfuerzo de recolección ha sido prácticamente un fracaso. Los instrumentos altruistas que se intentaron utilizar para recaudar fondos políticos fueron rechazados por los sectores privados que supuestamente colaborarían con López Obrador y por el Instituto Federal Electoral. En ambos casos, argumentaron, incurrirían en ilegalidades. No hay mucha imaginación creativa para la recolección de fondos con fines políticos, por lo que López Obrador necesita echar mano de los recursos públicos disfrazados, que es un camino en el cual tanto él como varios de los integrantes de sus redes ciudadanos conocen perfectamente.

Ebrard es la mejor carta para ello, y desde su cargo de gobernante interino en el Distrito Federal durante la campaña presidencial, podría aportar el apoyo necesario para tener éxito, sin contar con los recursos intangibles y difícilmente contabilizados por el IFE que pudiera inyectar a la campaña. Un ejemplo de ellos son los permisos y los amparos para los más de 30 mil taxis piratas que circulan en la capital, y que forman un segmento clientelar importante en cualquier elección, o la tolerancia a las invasiones de tierra por parte de grupos orgánicos que responden a los intereses de diversos operadores del PRD en la capital, como la organización Francisco Villa, y que les generan lealtades políticas. Igualmente sería capaz de dar un impulso a las organizaciones ciudadanas al margen del PRD, como pueden ser los ambulantes y los movimientos urbanos y culturales, que también suman clientelas.

Con una mayor experiencia en la administración pública por sus intensos años en el PRI, Ebrard podría operar de mejor manera esos apoyos a López Obrador que el propio Encinas, quien en cambio, resuelve un problema político que está generando una gangrena en el perredismo capitalino. Es lo menos que necesitaría López Obrador en este momento, que el partido se le partiera en dos en el principal bastión electoral que tiene. El enroque propuesto surge como la mejor alternativa estratégica para las aspiraciones de López Obrador. ¿Por qué el soldado Ebrard estaría dispuesto a ese sacrificio? Muy sencillo, según lo explican en el círculo íntimo del todavía jefe de gobierno: al llegar a la Presidencia, que es lo que esperan, sería secretario de Estado. Pero como todo lo que sucede alrededor de López Obrador, nada puede darse por concluido hasta que él mismo así lo decida.

 

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