EL-SUR

Sábado 05 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión  

Renato Ravelo Lecuona

Nourit Pered: la razón humana contra la razón de Estado* (Tercera y última parte) La razón humana que encarna Nourit Pered, de evidente justicia, de innegable bondad y beneficio para todos los pueblos, será posible sólo con un avance cultural que determine un cambio en la naturaleza de los Estados, los extinga, suprima, reduzca, limite, … Continúa leyendo Renato Ravelo Lecuona

Enero 11, 2002

Nourit Pered: la razón humana
contra la razón de Estado*

(Tercera y última parte)

La razón humana que encarna Nourit Pered, de evidente justicia, de innegable bondad y beneficio para todos los pueblos, será posible sólo con un avance cultural que determine un cambio en la naturaleza de los Estados, los extinga, suprima, reduzca, limite, etc., cambios determinados desde la sociedad civil en constante lucha por rescatar las atribuciones que se abrogan los Estados para actuar con impunidad en defensa de intereses torcidos.

No debe ser posible, por ejemplo, que el Estado mexicano firme convenios como el 169 de la OIT y que su Senado por unanimidad aplaste y se burle de la propuesta de ley que se concertó entre numerosos, legítimos y representativos negociadores en San Andrés, quienes recogieron en la propuesta de la Cocopa el espíritu y la norma de validez universal en ese Convenio. No debe ser posible, en otro ejemplo, que los crímenes, desde la matanza de Tlatelolco, pasando por muchas otras como la de Acteal, Aguas Blancas, El Bosque, El Charco, queden impunes y que el propio Estado nombre a sus fiscales acusadores, cosa que hizo el actual gobierno panista al decretar una fiscalía oficiosa para investigar los cientos de desaparecidos en la guerra sucia desechando la propuesta de una comisión de la verdad formulada por la sociedad civil y en momentos que desarrolla este tipo de guerra en Guerrero y en Chiapas, los fiscales quedan atrapados en la propia legislación tramposa y se trata de juzgar a quien nombra los fiscales.

Las respuestas que está dando el pueblo argentino ante la expoliación de capital financiero está preñada de la globalidad, está señalando a los gobiernos administradores de la crisis mundial y su aparente irracionalidad está sin embargo representando una razón humana sentida por todo un pueblo, que puso las cosas en términos de fin a la expoliación financiera o saqueo de tiendas, fin a los gobiernos administradores de la globalización del capital con moratoria de la deuda pública o resistencia popular, como grito desesperado del pueblo argentino. La razón humana implícita en esta demanda, difícilmente alcanzará la hegemonía y determinará la marcha del Estado. Habrá más represión y sangre, sin que la razón humana alcance aún la dominación social sobre el Estado, pasará tiempo antes que los argentinos sepan cómo inscribir sus intereses y cómo organizar su vida, lograr una sobrevivencia elemental, básica, sin sometimiento a las leyes del mercado de capitales. Las respuestas, planes y visiones para la razón humana, están tan lejos de alcanzarse y éstas no pasan por los partidos de Estado, sino de otros medios en que estén inscritos los fines humanos que se persiguen.

La razón humana se abriría socialmente paso en México, por ejemplo, si instancias como esas comisiones de la verdad se constituyeran por iniciativa de la sociedad civil para sacar al conocimiento público todos los crímenes cometidos por el Estado, y si se restablecieran los jurados populares donde quedara descalificado el Estado en la determinación de sus responsabilidades en esos crímenes.

Como el Estado no acepta someterse a un  veredicto de la sociedad civil, la pujanza y avance de ésta se mediría por su capacidad de crear esas comisiones y sus propios jurados que determinen quiénes son los responsables, cuáles fueron sus crímenes, no para establecer una venganza antiterrorista al estilo estadunidense, sino para alertar a toda la ciudadanía, para recordarle las reglas al propio poder público y construir un país donde se respeten los derechos humanos. El fin está en los medios. El descubrimiento o develamiento de la verdad, su amplio conocimiento público, es el medio para la construcción de ese orden social conducido por la razón humana. El peor castigo para los infractores de las leyes humanas es el señalamiento público. El hacerlo es el medio y fin de las comisiones de la verdad. ¿Estamos en posibilidad de gestar desde la sociedad civil e imponerle al Estado esas comisiones de la verdad? Aún no, pero la conciencia de su necesidad es ya un primer paso.

Si Nourit Pered afirma que la muerte tiene gobierno en Israel, cuántos israelíes y cuántos palestinos lo saben y sienten así? ¿Por qué no son capaces de detener esa matanza recíproca? ¿Quiénes y cómo han sido llevados ambos pueblos a ese sacrificio inútil para ellos, aunque resultara beneficiado alguno de los Estados? El pueblo afgano tiene que pagar con sangre de miles de inocentes la deuda del grupo de terroristas que derribó las Torres Gemelas. ¿Así lo quiere el pueblo de Estados Unidos? ¿Qué pueden hacer las pocas voces de la razón humana para detener a Bush o convencerlo que sólo siembra muerte y más odio a Norteamérica, y los únicos beneficiados serán industriales de la guerra representados o apoderados del Estado yanqui?

Poner la razón humana por encima de los intereses económico-corporativos de los Estados, es algo que tenemos que aprender a hacer en nuestra vida cotidiana. En toda la estructura del Estado, ese mal necesario, permea la corrupción. Los intereses más turbios de la sociedad se realizan a través del poder y en el poder se amparan, no sólo donde se toman decisiones y se manejan recursos públicos que son malversados de manera descarada y escandalosa, sino en todo el andamiaje de las instituciones de todo tipo, por ejemplo las universitarias o educativas. En todas se pervierten sus fines, se malversan para saciar intereses egoístas, mezquinos y se desvirtúan sus fines. Debemos por tanto aprender a poner orden en nuestras propias instituciones, como vía de cambiar nuestro país, así como empezar en nuestro hogar, en nuestro fuero interno, como un medio capaz de buscar los fines de un cambio en el mundo que nos rodea.

Cuando Nourit Pered perdió a su hija en un atentado terrorista, no pensó como un Bush cualquiera, en una venganza. Si ella, o alguien con las ideas y sentimientos de ella fuera llevada a la presidencia de la república, precisamente por saberse guiar por la razón humana, significaría que la humanidad habría avanzado a un nivel de inteligencia superior.

* Basado en un artículo de Nourit Pered publicado en Le Monde Diplomatique, octubre 1997, reproducido por Masiosare, suplemento político de La Jornada, el 16 de diciembre 2001.