EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Sobre la alianza Morena-PES

Gibrán Ramírez Reyes

Diciembre 20, 2017

Desde 2005, la sentencia era clara para aliados como Manuel Camacho o Marcelo Ebrard, pero también para los más acérrimos críticos del naciente lopezobradorismo: AMLO tenía que ser más pragmático. La pureza no lo iba a llevar a ningún lado, porque las elecciones se ganan con votos, y mal que bien los partidos pequeños tenían su representatividad. Unos dijeron que López Obrador debió hacer más por acercarse a Patricia Mercado; otros, que debió aceptar la oferta de Elba Esther Gordillo de cuidar las casillas e incluso aceptar financiamiento de magnates que se habrían sentido más tranquilos si las puertas se les hubieran abierto. Pero con un argumento principista quedó establecido que no se trataba de ganar como fuera. Las alianzas no debían limitar un posible ejercicio de gobierno, es cierto, y a López Obrador le pareció siempre que las alianzas propuestas lo harían, para plantear un cambio en la educación o para acabar con los regímenes de privilegios fiscales a grandes empresarios, por ejemplo. Se dijo entonces que era su cercanía con la Iglesia católica la que lo impedía para hacer una alianza con el partido Alternativa Socialdemócrata.
Puede ser, por otra parte, que López Obrador haya rechazado sumarse con la izquierda progresista porque nunca ha tenido el peso suficiente ni siquiera para mantener el registro en los partidos que ha postulado. El partido Democracia Social, que era un bonito proyecto donde estaba la izquierda rosa de Gilberto Rincón Gallardo, pero también la izquierda roja de Othón Salazar, obtuvo menos de 600 mil votos en el 2000 y perdió su registro. En esas elecciones, y no debe olvidarse, el PRD sumó al partido de la Sociedad Nacionalista, un negocio familiar de los Riojas. El mismo destino sufrió México Posible en las elecciones de 2003, todavía con menos votos: 242 mil. Fue hasta 2006 que esta izquierda rosa alcanzó el registro como partido político, aliándose con grupos corporativos mafiosos, como el de Ignacio Irys, o mafiosos a secas, como el de Alberto Begné, que terminaron por quitarles el partido, chamaqueándoselos después de la elección. Por otra parte, el Subcomandante Marcos, representante de la izquierda anticapitalista, se dedicó a ofender a AMLO y sus seguidores. No sólo dijo que López Obrador incubaba el huevo de la serpiente, sino que le lanzó decenas de invectivas cuando a Felipe Calderón apenas lo mencionó durante la campaña. Es decir, que hay desencuentros previos y un magro incentivo para caminar con la izquierda más progre –María de Jesús Patricio ha colectado menos de 100 mil firmas, al último corte. Lo que pasa es que, como hay en los periódicos y en la televisión un ambiente predominantemente progresista, ese rasgo acentúa su importancia (eso, por ejemplo, toman de Marichuy, y nunca el anticapitalismo).
Y no me entiendan mal, yo también creo que esa alianza desdibuja a Morena como partido de izquierda y me causó un profundo malestar. Mi primer artículo en la revista emeequis, por ejemplo, fue justamente sobre la nueva derecha evangélica, antes de que el PES obtuviera su registro nacional. En él advertía que la próxima incursión de los evangélicos significaba una acechanza al Estado laico, de una derecha religiosa que era además neoliberal. Basta ver sus estatutos para que nadie se llame a engaño: a diferencia de lo que dijo López Obrador, el PES es un partido claramente de ultraderecha. Pero sigue siendo cierta otra cosa también: los evangélicos han demostrado capacidad estratégica y saber movilizar los votos. Se trata de un partido disciplinado, sin duda alguna, que ya ha dado muestras de saber organizarse. No pesan sobre él, por otra parte, los grandes intereses corporativos que había sobre Elba Esther u otros con quienes antes se rechazó tener alianzas pragmáticas.
La suma de Encuentro Social a la candidatura de López Obrador resta un aliado al bloque neoliberal y lo suma al lopezobradorista. Es decir, el cambio es más fuerte para ellos. En esta operación, el PES gana en el sentido de que casi asegura su registro y ocupará muchas posiciones en los distritos, pero es también una apuesta arriesgada. Si la alianza Juntos Haremos Historia gana, la jefatura política de hecho del Partido Encuentro Social terminará por recaer en el presidente López Obrador, pues todos los incentivos apuntarán en ese sentido. Si la alianza pierde, por otro lado, el empuje de AMLO dará al PES muchos diputados para empujar su agenda retardataria.
Pedro Salmerón escribió en junio de 2017 un artículo que me habría gustado escribir para esta ocasión. En él recuerda que Lázaro Cárdenas hizo alianzas con grupos de poder claramente de derecha, y con caciques indeseables, generando un bloque que le permitió, primero, gobernar y después, transformar sustancialmente al país y sus relaciones de poder. Es el mismo caso de otros grandes dirigentes populares: Juan Domingo Perón, o el gran colombiano Jorge Eliécer Gaitán, a quien le gustaba decir que el pueblo conservador ha sido igualmente oprimido, y que el hambre no es de izquierda ni de derecha, ni tampoco la violencia. Deberá ir eso por delante, sin duda, y después cada partido con su agenda (el PES con la suya, contra el Estado laico, y Morena con su juarismo).