EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Tierra Caliente

Raymundo Riva Palacio

Febrero 04, 2005

Raymundo Riva Palacio

 

Guerrero es un estado con estatura mediana dentro del promedio electoral nacional. Por su número de votos, no es imprescindible para ganar una elección presidencial como lo pueden ser el estado de México o el Distrito Federal, ni es uno de los fieles de la balanza como pudiera ser Veracruz. Sin embargo, Guerrero es un estado simbólicamente estratégico para el PRI, cuyo candidato a gobernador Héctor Astudillo se juega la silla este domingo ante el candidato del PRD, Zeferino Torreblanca, en una elección que será un laboratorio de prueba para el 2006 y un examen riguroso para el líder nacional priísta, Roberto Madrazo.

Si el PRI pierde Guerrero, el siguiente bastión que quiere consolidar Madrazo en el sureste con miras a conquistar la nominación presidencial, se verá fracturado y sus aspiraciones minadas. Para el PRI, si Astudillo pierde, será una derrota muy dolorosa, pues habrá perdido una plaza que el PRD no ha logrado arrebatarle y subrayará el avance de ese partido en una región que fue granero electoral priísta, sin contar con los intangibles de la pérdida de futuros apoyos financieros para la campaña presidencial, toda vez que Acapulco y Zihuatanejo son destinos de descanso muy frecuentados por aquellos empresarios que pueden financiar una campaña presidencial.

La encuesta que publicó El Universal esta semana sobre Guerrero, establece un empate técnico entre los dos contendientes, aunque Astudillo comenzó su campaña con una desventaja de poco más de 20 puntos frente a Torreblanca, un empresario popular en Guerrero que comenzó a perder el impulso por los conflictos dentro del PRD. El partido llamó al ex gobernador perredista de Zacatecas, ex priísta connotado Ricardo Monreal, quien empezó la tarea de unir a los grupos enfrentados y sumarlos al proyecto nacional del partido. Con el empate entre los dos, Torreblanca necesita ganar ampliamente Acapulco, donde se concentra un 26 por ciento de la votación estatal, y buscar márgenes confortables en la Costa Grande, hacia Zihuatanejo.

Si Torreblanca no es capaz de lograrlo, consideran estrategas que conocen la historia electoral de Guerrero, el PRI se impondrá. No basta para el PRD que tenga un voto cautivo en las zonas más marginadas de Guerrero, pues una victoria priísta en las ciudades –la capital Chilpancingo con seguridad votará mayoritariamente por ese partido–, permitirá que sus operadores capturen votos en las zonas rurales y de La Montaña. Monreal lo sabe y se ha dedicado a hacer lo que necesita para garantizar la victoria del PRD: reclutar a los operadores del PRI.

Monreal ha tenido aciertos. El último de ellos fue Héctor Popoca, quien era el secretario de Desarrollo Rural de Guerrero, quien no sólo saltó de bando sino que denunció que el PRI preparaba un fraude electoral. Otras figuras habían salido previamente, aunque ninguno tan prominente como Carlos Sánchez, ex coordinador de los diputados priístas en el Congreso local, que se fue del partido y lanzó una candidatura independiente a la gubernatura, antes de sumarse al PRD, en venganza porque el mandatario actual, René Juárez, no lo designó para buscar sucederlo.

Sánchez, compadre de Juárez, era el político al cual estaba preparando el gobernador para que fuera su relevo, pero un accidente en una comunidad indígena a mediados de 2003, lo tuvo fuera de toda acción durante un largo tiempo y finalmente quedó con dificultades al hablar como resultado del accidente. Después de ello, Juárez le dijo que no podría ser candidato al gobierno estatal. Sánchez se inconformó y se convirtió en su opositor, iniciando la diáspora de ex priístas que están dispuestos a combatir a su anterior jefe en las urnas.

Están alineados detrás de Torreblanca, quien pareciera el mejor candidato sobre el papel, y es un hombre carismático que tiene los suficientes arrestos personales para imponerse a la maquinaria del PRI. Este es uno de los escenarios del 2006 que empiezan a ponerse a prueba: un candidato popular sin un partido muy fuerte, frente a un partido fuerte sin gran candidato, como es el caso del PRI y Astudillo. No obstante, la reciente historia electoral en Guerrero muestra contiendas muy parejas. Hace seis años Juárez le ganó al candidato del PRD y actual coordinador de la campaña de Torreblanca en Acapulco, Félix Salgado Macedonio, por dos puntos. En las elecciones municipales del 2002, el PRD aventajó al PRI por un punto, y en las pasadas federales, en 2003, el PRI le sacó tres puntos de ventaja.

Otro fenómeno que arroja un nuevo escenario para el 2006 está relacionado con el cambio político del electorado, de una relación clientelar con los partidos, a una utilitaria. Los electores le han tomado la medida a los partidos y están aprendiendo a jugar con ellos para sacar mejores réditos materiales. Varios operadores del PRI han llegado a zonas rurales de Guerrero a ofrecerles bienes de consumo a cambio de votos, y los electores están preguntándoles cuánto les van a dar porque el PRD les ha ofrecido más cosas. “Al final van a tener en sus casas despensas del PRI, del PRD y del PAN, y cuando les pregunten por quién van a votar se callarán y dirán que el voto es secreto”, comentó un estratega priísta.

El clientelismo era uno de los pilares del sistema político cuando el PRI tenía la hegemonía del poder, pero lo que se está viendo es que no se trasladó al PRD, como sucedió en la zona metropolitana de la ciudad de México, sino que el electorado se ha vuelto más pragmático, diagnosticando la desesperación de los partidos para garantizar votos. Dentro del PRI han notado que, pese a los resultados de las últimas encuestas, sí van perdiendo terreno frente al PRD. En las últimas semanas los operadores priístas han intensificado su trabajo, y Madrazo persuadió a los diferentes grupos para que trabajen por Astudillo, logrando que vayan juntos figuras antagónicas, como los ex gobernadores Rubén Figueroa y Ángel Heladio Aguirre.

La apuesta del PRI es revertir la tendencia perdedora que están arrojando sus propios estudios. Hace tres semanas, la encuesta diaria de seguimiento electoral (los llamados tracking polls) del PRI le daba a Torreblanca una ventaja de 2.8 por ciento de votos arriba de Astudillo, pero la del lunes pasado mostraba una diferencia mayor, llegando a 6 puntos. Si la tendencia se mantiene, Torreblanca se levantará el lunes con la victoria. Pero el PRI, pese a la alarma, no está cruzado de brazos. Sobretodo, si el futuro de Madrazo tiene, en la tierra caliente, su primera gran prueba de fuego.

 

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