EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

ESTRICTAMENTE PERSONAL

Un diablo para Presidente

Raymundo Riva Palacio

Febrero 18, 2005

 ESTRICTAMENTE PERSONAL

 

Debajo de su insolencia política, la eficiencia económica liberal del jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, lo hace ser un gran candidato a la Presidencia.

Maneja un discurso revolucionario y beligerante contra el poder, los ricos, la opulencia, pero les ha entregado a ellos buena parte de la ciudad.

Los mensajes críticos que ha hecho Estados Unidos sobre México en las últimas semanas, ya tienen sentido. El Departamento de Estado y el embajador de Washington Tony Garza, hablaron fuertemente por la crisis de la seguridad pública, no de deficiencias en la lucha contra el narcotráfico, el aparente motivo por el cual se dieron esas declaraciones. ¿Sobre qué hablan en el fondo? Se puede pensar que se inscriben en la lógica de garantizar la seguridad jurídica para las inversiones, un punto de mayor interés para la administración Bush que, para resaltarlo, nombró como número dos en su cancillería al ex negociador comercial Robert Zoellick. Ahora la CIA advierte el riesgo de inestabilidad en México por que una contaminada campaña presidencial va a impedir las reformas fiscal, energética y laboral. ¿De qué habla? De la economía, naturalmente.

Los estadounidenses, como nunca antes en la memoria contemporánea en tiempos de paz, se están metiendo a fondo en la sucesión presidencial, sin que nadie diga nada ni nos enarbolemos en la bandera nacional y nos arrojemos desde la torre del Castillo de Chapultepec. Sí ha cambiado la percepción sobre la relación con Estados Unidos, pero también se debe a que nuestras fuerzas vivas se encuentran pensando obsesivamente en el horizonte del 2006, y quienes financiarán las campañas presidenciales cavilan sobre quién será el candidato al cual le apuesten, en función de las garantías y seguridades que les dará a su inversión política. En estos medianos y largos plazos, hay plena coincidencia sobre lo que le preocupa a Washington.

Lo que está en duda es quién pueda ser su mejor candidato a la Presidencia.

La lógica empresarial mexicana, que no pasa por la ideología, busca siempre quedar bien con todos. Antes solían invertir sólo en el candidato del PRI, y con montos casi simbólicos en el del PAN. La situación fue cambiando en la medida en que los opositores fueron teniendo posibilidades reales de derrotar a los priístas, como se vio en la campaña del 2000. Hoy, el salto cualitativo es que no ven a dos sino a tres partidos con posibilidades de acceder al poder, y aunque por el momento no están inyectando recursos a nadie —entre otras cosas porque ni hay campañas ni hay candidatos definidos—, sí están evaluando quién podría ser, coloquialmente hablando, su gallo.

Lo superficialmente razonable sería la elección entre el candidato del PRI o el del PAN. Sin embargo, lo que buscan los barones del capital nacional y extranjero, es quién les de más por su recurso electoral. Lo que desean, como lo están planteando claramente los estadounidenses, es seguridad a sus inversiones, garantías a su dinero, y reformas estructurales. Han comprobado, aunque no quieren terminar de verlo, que ni el PRI ni el PAN han sido capaces de llevar a cabo los cambios que demandan. Esto no quiere decir que, en automático, el candidato del PRD sí sería capaz de hacerlo. Cuauhtémoc Cárdenas, por ejemplo, quien ha sido muy bien recibido por los capitanes del Grupo Monterrey, no demostró cuando fue jefe de gobierno del Distrito Federal, la fuerza política suficiente para concretar, desde una posición de izquierda, acciones puramente capitalistas.

Quien sí ha sido capaz de hacerlo es el actual gobernante capitalino, Andrés Manuel López Obrador, quien reúne un conjunto de características políticas que lo hacen ver, de cara a lo que buscan los dueños del dinero, como el mejor Presidente que pudieran tener. López Obrador es un producto típico del viejo priísmo. Es fundamentalmente clientelar —el subsidio a la tercera edad y los réditos políticos que ha tenido con ellos es el botón de muestra más evidente—, y corporativista —el control sobre grupos urbanos como los taxistas piratas llamados “Panteras”, es un ejemplo claro—. Maneja un discurso revolucionario y beligerante contra el poder, los ricos, la opulencia, pero les ha entregado a ellos buena parte de la ciudad.

Las obras urbanas más importantes de su sexenio, se encuentran en el poniente de la capital, donde viven las clases más acomodadas, entregándole la construcción a un grupo de constructores muy bien definido y adquiriendo, mediante trueques audaces, cemento de Monterrey. Les ha regalado proyectos altruistas, como la recuperación del Lago de Chapultepec y, lo que no habían podido hacer desde hace casi una década, construir puentes que conectaran en tres minutos recorridos de más de una hora, también en el poniente de la capital, lo resolvió negociando con los opositores y retirando a los invasores de tierras que habían impedido cualquier obra en la zona durante todos esos años, en sólo 72 horas. Retomando un proyecto de la época de su Némesis Carlos Salinas, le entregó a los empresarios todo el Centro Histórico de la ciudad de México, en un proyecto de bienes raíces de plusvalía creciente y les está limpiando las calles de esa zona para que no les echen a perder el negocio.

Todo esto lo ha podido hacer sin protesta social, demostrando ser refractario, todavía, a muchos ataques. Por ejemplo, cuando decidieron retirar a los clásicos Reyes Magos de la Alameda, donde habían estado por generaciones, y desplazarlos fuera de la zona de regeneración urbana, las autoridades explicaron que “afeaban” el paisaje, lo que le motivó cero críticas. El desalojo para la construcción de los puentes tampoco ocasionó confrontación alguna. La no utilización de la policía en marchas ha tenido censuras aisladas, pero en todo su gobierno, que ha estimulado el discurso de pobres contra ricos, no se ha registrado la toma de ninguna empresa por parte de los marginados a los que, con migajas keynesianas, controla López Obrador.

Si quieren apostar a un Presidente con la fuerza que necesitan los empresarios para que se hagan las reformas, ese parece ser López Obrador. El caso de éxito empresarial de la izquierda más cercano es el de Lula en Brasil, pero también les convendría revisar lo que no pudo hacer Valery Giscard D’Estaing en Francia y sí logró Francois Mitterrand, o lo que consumó Felipe González en España, que fue la reconversión de sus economías hacia el modelo neoliberal. La explicación es sencilla. Los líderes social demócratas tienen a sus bases electorales en los grupos que se oponen a ese tipo de cambio. Si un líder ajeno a ellas lo propone, lo más probable es que fracase. El que tiene en ellos su clientela y fuerza, puede negociar, transar, pactar y consensuar. A la mano las experiencias. Ahí está, debajo de su insolencia política, la eficiencia económica liberal de López Obrador. Los empresarios y los estadounidenses no necesitan quien les hable bonito, sino quien les entregue resultados sobre sus objetivos de largo plazo. De todos los aspirantes para el 2006, el que reúne esas características sería, sin duda alguna, el gobernante capitalino, a quien le encanta disfrazarse de diablito.

 

 

[email protected]

[email protected]