Raymundo Riva Palacio
Julio 13, 2005
ESTRICTAMENTE PERSONAL
Elba Esther Gordillo, líder del magisterio oficial y secretaria general del PRI, debe estar en estos momentos empapada en la ira porque sus enemigos y aliados acordaron que no existen las condiciones para que ella asuma la presidencia del partido, como ha sido su ambición desde hace casi una década. Aunque físicamente no puede, pues tiene una enfermedad hepática que por no haberse tratado a tiempo la obliga a mantenerse con el reposo que un cargo político como el que ambicionaba jamás le daría, la maestra tiene razones para ello al sentir que todos le están dando la espalda.
En el ámbito público los priístas han tratado de proyectar que no pasa nada, y que con el líder nacional del PRI, Roberto Madrazo, acordó los tiempos para que pueda entrar al relevo. Tras bambalinas, las cosas son distintas. A través de voceros –que ahora descalifica–, advirtió que si no permiten el relevo natural, provocarán que el PRI pierda la Presidencia en 2006. La negociación no es tanto que ella asuma la presidencia del partido, aunque sea en forma efímera para salvar cara, sino para que a cambio que se vaya sin mucho lío no asuma la secretaría general, y eventualmente la conducción del partido, José Ramón Martell, un incondicional de Madrazo.
Gordillo, en realidad, se ha vuelto un lastre. ¿Qué ha hecho la maestra para acumular tanta desconfianza política? Varias cosas. Desde antes de que arrancara el sexenio de Vicente Fox, se auto ungió como el enlace que tendría el Presidente en el Congreso. Combatió contra Emilio Chuayfett por la coordinación de la bancada y perdió ganando pues los priístas se dividieron en la Cámara de Diputados. Aún así, Gordillo ofreció a Fox que le sacaría adelante su reforma fiscal, pero no sólo fracasó sino que la destituyeron como coordinadora. Al voltear la espalda a su partido por acercarse a Fox se fue vaciando de discurso priísta.
Como secretaria general del PRI, a donde llegó de la mano de Roberto Madrazo tras la debacle del partido en la elección presidencial de 2000, no operó. Inclusive, jamás ocupó sus oficinas del PRI, y cuando no estaba en la Cámara de Diputados, utilizaba cafés de hoteles para despachar sus asuntos. En no pocas veces esos asuntos fueron para resolver problemas de Fox, y no para articular estrategias por su partido. Hace más de un año se fue del país recorriendo hospitales y sometiéndose a tratamientos para que le controlaran la hepatitis C, lo que la llevó a largas temporadas en absoluto descanso. Al juntar los dos tiempos, para efectos políticos prácticos, ella fue una secretaria general ausente.
Lejos de fortalecer sus alianzas dentro del PRI, las fue desmontando. La maestra comenzó a ver hacia otros lados para colocarse, y colocar al sindicato de maestros, en una buena posición dentro del escenario de la elección presidencial. Por eso siempre se sospechó que Gordillo dejó de pensar en un candidato del PRI a la Presidencia y optó por el delfín de Fox: Santiago Creel. La percepción creció cuando en uno de los últimos actos de Creel como secretario de Gobernación, limpió todos los obstáculos jurídicos que tenían los maestros para la integración de una nueva central sindical que enfrentara a la priísta Federación de Trabajadores al Servicio del Estado.
Su relación con el foxismo era evidente, y colocó a dos fieles colaboradores, Miguel Ángel Yunes y Tomás Ruiz, en la subsecretaria de Seguridad Pública y en la dirección de la Lotería Nacional, respectivamente. Poco antes de ser nombrado, Yunes fue el cerebro político de la campaña del panista Gerardo Buganza para la gubernatura en Veracruz, frente al priísta Fidel Herrera. La maestra apoyó también a Gabino Cué en su frustrada búsqueda por la gubernatura de Oaxaca, quien competía por el PAN, el PRD y Convergencia. Pese a esas inclinaciones contrarias al PRI, el grupo de Unidad Democrática que se conoce mejor por las siglas Tucom (Todos Contra Madrazo), que busca enfrentar un candidato al presidente del PRI en la contienda por la nominación presidencial del partido, estableció una alianza con ella, y durante un buen tiempo le dio la cobertura política necesaria para impedir que la lincharan dentro del partido. Pero por alguna razón no aclarada todavía, en los últimos días se evaporó el respaldo.
La maestra se volvió indeseable. Una alta figura del priísmo comentó poco antes de anunciarse que no la deseaba nadie como secretaria general, que “no permitirían que Elba Esther asumiera la Presidencia del partido”. Otra figura dijo que eso sería “inadmisible”. Desde distintos frentes priístas, algunos de ellos rivales entre sí, creció la oposición contra la maestra, quien durante un largo tiempo amenazó con que cualquier agresión política en su contra tendría repercusiones electorales por la fuerza del magisterio. Ese es el mismo argumento, más sibilino, que ha utilizado en sus últimas amenazas. Pero nadie dentro del PRI hubiera tomado esa decisión de no haber calculado la embestida política de Gordillo.
¿Sigue siendo poderosa? Es importante, consideran, pero no indispensable. Uno de los estrategas del PRI hace los números: el sindicato de maestros tiene un millón 200 mil personas, de las cuales unos 250 mil ayudaban antes en las elecciones, particularmente colaborando con su presencia en las casillas el día de la elección. Esa cifra se ha venido diluyendo en las últimas elecciones hasta en un 30% y, en algunos estados, como señaló el gobernador de Oaxaca Ulises Ruiz, ya habían perdido al magisterio oficial. Es decir, para el PRI, dicho por los priístas, la fuerza electoral de la maestra es más mito que realidad. A este diagnóstico deben haber llegado también sus aliados que vieron en su ascenso a la presidencia del partido un lastre más que un activo. Es decir, el paso del tiempo fue imbatible: la maestra se convirtió en una política desechable.