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Lunes 07 de Octubre de 2024

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Cultura  

Celebra Emerenciano Remigio el Día del anciano tapando baches en la carretera

 Gregorio Urieta, Corresponsal, San Lorenzo * Para Emerenciano Remigio, de 79 años, marido de Lucrecia Hernández, de 82, no hay Día del anciano. Para él solo hay “chingas”, todos los días, de nueve de la mañana a tres de la tarde, en que se dedica a tapar una y otra vez los hoyos de la … Continúa leyendo Celebra Emerenciano Remigio el Día del anciano tapando baches en la carretera

Agosto 29, 2002

 Gregorio Urieta, Corresponsal, San Lorenzo * Para Emerenciano Remigio, de 79 años, marido de Lucrecia Hernández, de 82, no hay Día del anciano. Para él solo hay “chingas”, todos los días, de nueve de la mañana a tres de la tarde, en que se dedica a tapar una y otra vez los hoyos de la despedazada carretera Coyuca-Ajuchitlán, en el tramo de Los Terrones a San Lorenzo, en donde él vive.

“¿Y qué es eso?”, contesta cuando se le pregunta si sabe que el 28 de agosto se festejó el Día del Anciano. Es un día que las autoridades dedican a festejar fiestas, comidas y baile, a las personas de la tercera edad, que ya están  ancianos, se le dice. “Noooo, qué va, festejos pura chingada”, dice, aventando una paletada de tierra a uno de los cientos hoyos que hay en la carretera que va hasta Ajuchitlán. Emerencino Remigio puede ser visto en ese tramo de la carretera casi todos los días “porque hay días que no me puedo ni levantar, ya por lo viejo y el dolor de huesos”. Tapa hoyos, haciendo una y otra vez lo que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes o el gobierno del estado o el municipio, no han hecho desde hace varios años, lo que ha dado como resultado que la carretera esté destruida en varios tramos. También ha dado como resultado que varios desempleados como Emerenciano, se repartan los tramos para tapar los hoyos.

La encorvada figura del anciano, se recorta en la distancia. Avienta la paletada de tierra y tímidamente pide “p’al refresco, señor”.

Con su mano extendida ve pasar una  y otra vez los vehículos particulares y las combis de pasaje foráneo que ignoran su súplica. Cuando alguien detiene su vehículo, se quita el sombrero y lo muestra volteado para que el donante le entregue lo que quiera de dinero. Recibe la moneda, la saca de la copa del sombrero y la observa. A veces se desalienta cuando algunos le dan un peso o dos, pero luego sigue echando tierra a los hoyos, una y otra vez.

–¿Por qué a su edad hace este trabajo tan rudo?

–Y bah, cual más. En otro lado no hay trabajo y yo ya no sirvo para escarbar o para ser pión. Ya estoy viejo.Emerenciano es menudo, pero ancho de espaldas, en su juventud debió hacer trabajos pesados, lo que puede pensarse por lo grueso de sus brazos. Su figura regordeta se balancea ante unas piernas curvas que difícilmente lo sostienen. Su camisa está empapada por el sudor. Ve acercarse una combi. Le extiende su sombrero. El chofer le hace una seña que podría significar “ a la vuelta te doy”. Sin bajar su sombrero, Emerenciano sigue el vehículo con la mirada durante largos segundos.

–¿Le va bien, señor? ¿Saca para comer?

–Pues sí, sale algo. Cincuenta, setenta pesos al día. De aquí a las tres de la tarde ya me voy.

–¿Tiene a quién mantener o vive solo?

–No, pues tengo mi mujer. Ella tiene ochenta y dos años y pues el dinero sirve para comer, nomás, o por si nos enfermamos.

Su mujer se llama Lucrecia, y vive en San Lorenzo. Emerenciano dice que nunca ha sido invitado a esos festejos del Día del Anciano, que ni siquiera sabía que se hicieran, que el DIF de Ajuchitlán no les da ni despensas porque luego no tiene para pagarlas. “No me alcanza, porque luego mi mujer se enferma”. Con su carretilla y su pala, Emerenciano se ha convertido en el salvador de muelles, amortiguadores y demás suspensiones de los vehículos ante la magnitud de los hoyos que tapa, por eso dice que a veces se desanima y que ni ganas le dan de venir a tapar hoyos de la carretera. A las tres de la tarde, se retira en una combi de pasaje y le pide al chofer que le suba su carretilla en la parte trasera. Es un chofer amigo suyo que no le cobra el pasaje en agradecimiento a que tapa los hoyancos. Emerenciano se sube trabajosamente a la combi, pujando y resoplando; se quita el sombrero, se ventila con él y se despide. Al arrancar la combi  se alcanza a escuchar: “este amigo me pregunta del Día del anciano, Yo qué chingados sé de eso”.