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Cultura  

La pesca del tiburón: tres días en el mar para venderlo a 24 pesos el kilo

 Xavier Rosado * Son las 12 de la noche, a 50 millas náuticas del puerto se encuentra la Carolina, una lancha con motor fuera de borda de 15 pies de largo que mantiene a flote a tres pescadores que velan en búsqueda del llamado tiburón feroz, (carcharias ferox), un escualo que llega a medir hasta … Continúa leyendo La pesca del tiburón: tres días en el mar para venderlo a 24 pesos el kilo

Octubre 15, 2002

 Xavier Rosado * Son las 12 de la noche, a 50 millas náuticas del puerto se encuentra la Carolina, una lancha con motor fuera de borda de 15 pies de largo que mantiene a flote a tres pescadores que velan en búsqueda del llamado tiburón feroz, (carcharias ferox), un escualo que llega a medir hasta cuatro metros, a pesar 250 kilos y cuyo habitat está muy adentro del oceáno Pacífico.

Después de una jornada de tres días y con cinco o diez ejemplares de ese pez, regresan a tierra firme guiándose por el resplandor luminoso de las luces del puerto que en la oscura noche, sirve como guía a los pescadores.

La pesca es un proceso largo y difícil, los marineros especializados ya no necesitan protección contra el sol, su piel requemada, morena por el sol ya está curtida; sus manos, regordetas y callosas, resisten estoicas el embate de la incisiva cuerda, que podría cortar de tajo su carne, si no estuvieran acostumbrados al trajín en alta mar.

“Antes de subir el tiburón a la lancha tenemos que darle de garrotazos en la cabeza hasta que esté bien muerto, porque si lo dejamos vivo, de una tajada te arranca una mano o hasta una pierna”, advierte Ricardo Calixto Camacho, uno de los pescadores que ha estado en este oficio más de treinta años, desde que tenía 13.

Para llegar a mar azul, como ellos le llaman, es necesario navegar un día completo, salen a las seis de la mañana y llegan a su objetivo hasta las 10 de la noche y después se dan a la tarea de localizar bancos de tiburón, huachinango, pez vela, dorado o robalo.

Las cosas más importantes que hay que cargar en la embarcación es el hielo y el agua, sin esto será mejor no intentar la jornada. Tres barras de hielo cubiertas con pesadas lonas serán suficientes para los días que dure el viaje, tres o cuatro; se calcula un galón de agua por persona para cada día, un tanque de gas para las lámparas, un anafre de carbón para cocinar huevos o cecina y varios kilos de barrilete, la “carnada internacional” para el tiburón, según los marinos.

“Usamos este pescado porque es gordo y su carne es roja, su olor es muy penetrante y tiene mucha sangre, es un manjar para los tiburones y lo detectan de inmediato. Hay que agarrar la línea (cuerda) con las manos desnudas, sin guantes, para sentir el tirón del animal, cuando pica la carnada, hay que darle cuerda, dejarlo ir unas tres o cuatro brazadas para que se trague el pescado, cuando se lo traga es cuando lo paras con un jalón muy fuerte para que agarre el anzuelo, despúes, solo queda jalar y jalar hasta que dejes al tiburón pegado a la lancha”, describe Ricardo.

Los peligros de alta mar

Antes de encender el motor de 50 caballos de fuerza y enfilar la proa de sus embarcaciones hacia alta mar, los pescadores se encomiendan a la virgen de los mares, “y a diosito”, porque nunca saben si regresarán o no.

Uno de estos trabajadores del oceáno, quien se hace llamar Juan Camaney, platicó que hay que ser muy prudente y tenerle un gran respeto al mar.

“Hay muchos de nosotros que no han regresado, se van un día en la lancha y nomás ya no regresan. Hace como año y medio se fueron tres a la pesca del tiburón y nunca los volvimos a ver. Supimos por la capitanía de puerto que hubo una tormenta en el mar, por lo que pensamos que se les volteó la lancha y cayeron al agua. Y pues ahí en alta mar, con el tiburonal que hay, pues ahí quedaron”, relató el pescador.

“Pero así como es de inestable, también es bonito, a todos los que estamos aquí nos encanta ir a alta mar, nos gusta lo que hacemos, yo por ejemplo llevo 35 años trabajando aquí y me va a seguir gustando yo creo hasta que me muera. Tiene algo de magia todo esto, la brisa del mar, la luna, el aire fresco, las estrellas, la inmensidad es algo que no cambiamos por nada”, expresó Juan Camaney.

Pescado fresco y barato

Ya en tierra, los propios pescadores se convierten en los vendedores de su pesca.El proceso de comercialización de la carne es mucho más sencillo, solamente hacen una llamada a los distribuidores en el mercado central, quienes acuden a la playa con sus camiones equipados con básculas especiales para pagar a los intrépidos cazadores hasta 24 pesos el kilo de tiburón.

Las aletas, utilizadas por siglos por los orientales para hacer una sopa benéfica al sistema sanguíneo e inmunológico, se llegan a vender en plena playa hasta a 250 pesos el kilo. Las mandíbulas, de hasta 60 centímetros de diámetro, se venden a los coleccionistas y artesanos según el valor que el pescador y el interesado les den, éstas cuentan con más de 200 dientes triangulares y filosos que representan la ferocidad de esta especie.

Existen unos 300 pescadores en la Sociedad Cooperativa de la Playa Hornitos. quienes también comercializan la captura del día.

Ahí mismo, en la playa pegada a la Costera, mucha gente se detiene a preguntar, atraídos por la frescura y los vibrantes colores del pescado recién atrapado.

Son pequeños distribuidores directos que dan precios de mayoreo al público. Muchos detallistas llegan a comprar grandes cantidades para después vender el producto a un precio mayor, sin embargo, ahí en la playa Hornos, el pescado es fresco y barato, sin ir más lejos.

El cuerpo entero de un pez vela, unos veinte kilos de filete, puede costarle al comprador unos doscientos pesos, unos diez huachinangos de tamaño mediano, 50 pesos. La variedad es enorme: hay cuatete, agujón, mojarra japonesa, ojotón, sardina, barrilete, calamar, pulpo, cabrilla, cazón (el tiburón pequeño), sierra, cuche, mantarraya, marlin y muchas más.

Ricardo Calixto Camacho explica que nunca hay problemas en torno al dinero entre ellos, el sistema es muy simple: si tres son los que sacan el pescado, lo que se venda se divide entre tres. El precio de lo capturado lo otorga el mercado, según la demanda y la delicadeza de la carne.“Pásele señito, hay barrilete, huachinango, agujón, a 20 el montón, pásele”, pregona.