El proyecto de reestructuración, postergado durante el sexenio, ya cuenta con el visto bueno de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria y está a la espera de ser aprobado por la Consejería Jurídica de la Presidencia
Junio 12, 2024
Francisco Morales / Agencia Reforma
Ciudad de México
A unos meses de concluir la administración actual, la Secretaría de Cultura (Secultura) federal ha propuesto una reforma integral a su estructura, con lo que busca zanjar un pendiente acarreado durante todo el sexenio.
Entre los principales cambios, está la desaparición de cuatro direcciones generales, entre ellas la de la Fonoteca Nacional y el Cenart, así como la creación de dos áreas nuevas y una reestructuración importante en una de las dos subsecretarías de la dependencia.
Estos cambios están asentados en el anteproyecto del nuevo Reglamento Interior de la Secultura, que ya cuenta con el visto bueno de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (Conamer) y que está a la espera de ser aprobado por la Consejería Jurídica de la Presidencia.
La necesidad de esta reingeniería institucional quedó patente desde 2019, cuando la Secretaría encabezada por Alejandra Frausto presentó un primer anteproyecto de Reglamento Interior, pero que fue desechado.
La tardanza de concretar estas modificaciones ocasionó, entre otros efectos, que durante prácticamente todo el sexenio la Secultura tuviera que afrontar la responsabilidad presupuestal de la Dirección General de Publicaciones (DGP), un área que, en los hechos, operó bajo el mando del Fondo de Cultura Económica (FCE), adscrito a la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Por otro lado, la falta de modificaciones en el reglamento produjo que la Subsecretaría de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura, sin titular desde la renuncia de la poeta Natalia Toledo en 2020, operara durante años con funciones y responsabilidades desactualizadas.
En términos generales, la nueva estructura de la Secultura estaría compuesta por 14 unidades administrativas, en lugar de 16, con cuatro direcciones generales que desaparecen, pero cuyas funciones, con excepción de la DGP, se redistribuyen.
Asimismo, se propone la creación de la Dirección General del Sistema de Estímulos a la Creación y Apoyo a Proyectos Culturales, donde habrían de operarse los programas del extinto Fonca, que fue disuelto como fideicomiso.
También quedaría instaurada la Dirección General de Cooperación y Economía Cultural, cuyas tareas incluirían las que hoy le corresponden a la Dirección General de Asuntos Internacionales.
De manera notoria, la subsecretaría cuya titularidad hoy está vacante recibiría el nombre de Subsecretaría de Diversidad y Patrimonio Cultural, dejando así de lado prácticamente todas las facultades en el fomento a la lectura que fueron delegadas, desde el inicio del sexenio, al FCE.
Reforma consultó a la Secultura para conocer el sustento de cada propuesta de modificación, pero la dependencia declinó conceder una entrevista al respecto.
De igual manera, se consultó al equipo en materia de Cultura de la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo, para conocer su opinión sobre la estructura que podría heredar. En respuesta, Ana Francis Mor, quien la representó en foros relativos al sector, dijo desconocer del tema.
Consultado, el especialista en políticas culturales Eduardo Nivón observó a REFORMA algunos cambios en el nuevo reglamento que podrían causar problemas operativos.
“En general, hay que dar el beneficio de la duda a la experiencia de quienes han estado al frente de la gestión de la Secretaría para mejorar lo que se considere adecuado. Sin embargo, se pueden hacer algunas observaciones muy puntuales de lo que puede resultar problemático”, explicó.
En su análisis del documento, Nivón encuentra que la SC perdería atribuciones con la disolución de algunas direcciones generales.
“Es lo que tiene que ver, por ejemplo, con la oficina de Asuntos Internacionales de la SC, que en el anteproyecto desaparece, supongo que para dejar esta tarea a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). En lo que toca a Publicaciones, sucede otro tanto para dejarla, me imagino, en manos del Fondo de Cultura Económica”, expuso.
“Pero en el caso de ambas áreas hay ciertos matices específicos que la Secretaría buscaría hacer valer y que pueden perder de vista tanto la SRE como el FCE, por lo que las funciones de la Secretaría de Cultura se verían afectadas al ya no tener un ente preciso para ello”, abunda.
En particular, señala que el caso más complejo es el de las publicaciones, pues considera que un organismo de cultura debería contar con un departamento que se encargara de esta importante forma de difusión.
El académico señala también que, a diferencia del reglamento vigente, de 2016, la propuesta de modificación retira a la titularidad de la SC la facultad de aprobar el anteproyecto de su Presupuesto de Egresos.
“Ésta es una función que considero básica de cualquier responsable de un organismo público. No me imagino que en la Secretaría de Salud o de Educación Pública se excluyera a su titular de la decisión sobre esta materia”, alertó.
Nivón encuentra también riesgos en los cambios propuestos para la Subsecretaría de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura (ahora, de Diversidad y Patrimonio Cultural), puesto que tendría facultades que hoy corresponden a órganos administrativos desconcentrados.
“Este cambio es uno de los más notables y riesgosos en términos administrativos porque traspasa o centraliza tareas que ya hacen el INAH y el INBAL en esta materia”, detalló.
Éste es el caso de nuevas atribuciones de la Subsecretaría, como proteger y recuperar patrimonio cultural en México y el extranjero, y como coordinar las propuestas de nombramientos de patrimonio mundial, ambas tareas que hoy realiza el INAH.