27 octubre,2020 5:13 am

INPI, CEAV, CNDH: nos resistimos a morir

TrynoMaldonado

Tryno Maldonado

Metales pesados

 

Son ya tres edificios de la administración federal que han sido ocupados, hasta la fecha, por colectivos y organizaciones en acciones de protesta: 1) la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), tomada desde el 17 de febrero; 2) la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), desde el 14 de septiembre; y 3) el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), tomada en la simbólica fecha del 12 de octubre por parte de la comunidad otomí en Ciudad de México que es integrante del Congreso Nacional Indígena.

Ninguna de estas tomas es casual, ni mucho menos gratuita, si se observa a qué sectores de la población deberían atender supuestamente estas tres instancias y la manera en que sus titulares en la actual administración se han desenvuelto.

La demanda central de las mujeres otomíes que ocuparon el edificio del INPI es, como desde hace 30 años, por vivienda justa. Hace dos semanas que hicieron un llamado a la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum; sin embargo, el gobierno capitalino y el gobierno federal han guardado el más absoluto silencio. Lo único que obtuvieron fue un pronunciamiento del INPI por medio de un simple tuit. El titular del Instituto, Adelfo Regino, sí ha tenido tiempo para compartir tuits de simpatizantes de la 4T atacando o reprobando la toma digna y las demandas justas de la comunidad otomí. Ésta, mientras tanto, en más de dos semanas no han recibido ni un solo oficio de su parte. Por ello, en un comunicado del 24 de octubre, la comunidad otomí se pronunció: “Ante la sordera de los gobiernos locales y federales, decimos: No nos iremos del INPI hasta que se solucionen nuestras exigencias. Si ya aguantamos más de 30 años sin una vivienda digna, podemos permanecer en estas instalaciones el tiempo que sea necesario. Denunciamos nuevamente el despojo, desprecio, racismo y discriminación con que nos trata el gobierno de (Andrés Manuel) López Obrador y de Claudia Sheinbaum”.

Durante el encuentro Nuestra lucecita de resistencia y rebeldía sigue encendida, del Congreso Nacional Indígena con organizaciones sociales y otros pueblos, efectuado el 17 de octubre en la ocupa del INPI, concejalas de distintos pueblos del Concejo Indígena de Gobierno del CNI tomaron la palabra. Magdalena García Durán, del pueblo mazahua, dijo: “Es la primera vez que entro a este lugar como indígena residente en la Ciudad de México. Ya me imagino lo que tienen aquí: nos tienen como en un museo”. En una de las salas del edificio, las mujeres otomíes colocaron un gran cartel con esta leyenda: “La comunidad otomí no somos pieza decorativa”. Carlos González, abogado e integrante de la coordinación del CNI, declaró desde la sala de juntas del INPI en ese mismo encuentro: “La toma que hicieron nuestras hermanas es un hecho histórico, pues desde 1948 el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas ha sido el brazo del Estado para desintegrar y forzar su asimilación de los pueblos originarios de México”.

“Vamos entrando a este edificio y vemos que nos tienen en las paredes, nos tienen como objetos de presunción; es la misma dinámica de explotación a la que nos han sometido: ‘te tengo decorada y ya existes’. Existir no es estar en los aparadores; existir no es que hablen bonito de nosotros o de nosotras. La realidad dista mucho del discurso: nosotras sabemos el dolor que tenemos en común en todos los pueblos originarios. No hay de otra más que organizarnos, alzar la voz, hablar, ya no callar lo que por muchos años nos han venido oprimiendo”, dijo Estela Hernández Jiménez, del Concejo Autónomo de Santiago Mexquititlan, Querétaro. “Esta toma no es nada comparada a lo que nos han hecho en estos largos años; esta toma significa que aún existimos, que aún seguimos vivos y que nos resistimos a morir. No nos queda ya mucho: o resistimos o morimos, como cultura, como identidad, como esa dignidad que nos caracteriza”.

El desprecio de los gobiernos de la 4T hacia las denuncias de los pueblos indígenas contra sus megaproyectos de despojo, dista mucho de la interlocución, la tolerancia y la importancia que dedica en su agenda a grupos de la extrema derecha, como FRENA y su plantón en el zócalo de la capital. El único interlocutor para el que tiene oídos y palabras la 4T parece ser, de hecho, la derecha. Quizá porque le conviene y no afecta en absoluto a su discurso y acciones vacías, sino que lo valida, lo justifica y lo refuerza. A quien realmente parecería temer y no interpela la 4T, por ser una real oposición que la rebasa en dignidad histórica, es a todos los abajos organizados con sus luchas y rabias justas, como las mujeres, los familiares de víctimas de esta guerra y los pueblos indígenas.

No es casual, de nuevo, que hayan sido las tres instancias federales dedicadas con desidia, prepotencia, cinismo y lejanía de la realidad a estos tres sectores, las que han sido tomadas: CEAV, CNDH e INPI. Y las ocupas de estos edificios irán para largo. Tanto como sea necesario, hasta que la dignidad se haga costumbre.