21 agosto,2023 5:26 am

Interés individualista y subdesarrollo democrático

Jesús Mendoza Zaragoza

 

La legítima aspiración a una cultura democrática y a una democracia participativa sigue siendo necesaria y urgente. Tenemos que reconocer que aún padecemos un subdesarrollo democrático en México y, particularmente en el estado de Guerrero. Este subdesarrollo tiene un carácter cultural, a la vez que estructural. Aún hay mucho que hacer para lograr que la participación de los ciudadanos se forje en la conciencia personal y para que las instituciones políticas se distancien de las inercias antidemocráticas que hemos heredado a través de los corporativismos, los clientelismos y los mecanismos internos de los partidos y de los gobiernos.
En particular, quiero referirme a la oferta, patente o latente, de un puesto en la administración pública o de un empleo o de alguna ventaja personal que los partidos suelen hacer para conseguir el apoyo de líderes sociales, promoviendo aspiraciones políticas facciosas. A la vez, muchos ciudadanos tienen la aspiración de conseguir un empleo o un cargo en la administración pública al apoyar a un político o a un candidato. Se trata de un intercambio de favores que rompe con el espíritu de la democracia.
En el actual contexto de las “precampañas”, porque eso son, tanto del partido en el poder como en los partidos de la oposición ya se están manifestando esos intereses de los políticos y de los ciudadanos. Es que esa cultura de “intercambio de favores” tradicional sigue teniendo mucho peso en la práctica. No es un “proyecto de nación” ni las políticas públicas que incidan en la democracia, en el desarrollo o en la justicia lo que mueve a muchos ciudadanos ni a políticos y precandidatos.
El bien común, la nación, el bienestar de todo aún no tiene peso en las prácticas políticas, puesto que el individualismo sigue prevaleciendo como un cáncer difícil de extirpar de las conciencias y de las instituciones políticas. ¡Cómo prevalece la idea de convertir al gobierno en una agencia de empleos para los allegados de sus titulares! Por eso, cada gobierno acomoda a su “propia gente”, y no sólo a quienes estarían en la administración, sino a muchos más, por los compromisos de campaña. Y por eso, muchos gobiernos municipales y estatales están tan obesos y con una baja productividad. Y se vuelven costosos con burocracias ineptas.
Hay que entender que a los gobiernos no les toca dar empleo a nadie. Esa no es su finalidad. Les corresponde poner las condiciones para que haya abundantes empleos y mejores condiciones de trabajo. Les corresponde mejorar las condiciones de las economías locales y regionales, mediante legislaciones, reglamentos, planeaciones y ejecución de políticas públicas para el desarrollo.
Cuando los políticos ofrecen puestos o empleos a quienes les apoyen para alcanzar el poder, pierden de vista la finalidad democrática de la política porque pierden de vista el bien público y los derechos de todos los ciudadanos a mejores condiciones de vida. Si, de todos, y no sólo de sus allegados. Y cuando los ciudadanos andan buscando un empleo o un puesto en el gobierno, restringen su participación a sus propios intereses y no la vinculan con la democracia.
Es necesario largar esta subcultura de “intercambio de favores” por su carácter antidemocrático y por los daños que genera en la sociedad. Y largar, también, la dañina cultura individualista que aún permea los espacios de la política. Es necesario que la política recupere su dignidad y deje de estar secuestrada por grupitos y grupotes de favorecidos.