4 octubre,2024 5:32 am

José Eugenio Sánchez y las otras formas de belleza, por Adán Ramírez Serret

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Adán Ramírez Serret

La poesía, siempre la poesía como lo que se “debe” leer, pero siempre lo más complicado: “es otro lenguaje” (esto siempre lo digo yo), “es considerado el género más genial de la literatura” o “sólo leyendo poesía se puede tocar lo inefable”. Todas estas aseveraciones las he dicho y escuchado a lo largo de mi vida. Y todas las veces, incluso sucede conmigo mismo, me pongo a leer otra cosa y muchas personas a simplemente no leer cuando flotan en el aire y expulsan a propios y extraños.
Hacer un exhorto por los Grandes Géneros dando ejemplos de hace 2 mil años casi siempre es contradictorio. Porque cuando se piensa en poesía el auditorio se pone serio y en general el poeta adquiere otro tono de voz para enunciar su obra. Nada de esto es una crítica, a lo mucho una descripción de un acto que disfruto, pero entiendo que a muchas personas esto les parezca muy aburrido. Que la poesía nos haga tocar la divinidad o la eternidad (que sucede por supuesto) no es muy divertido y que la poesía nos haga mejores personas es otro lugar común, que ese sí que no comparto.
Sucede que durante mucho tiempo se pensó que el arte y la literatura se pensaba que nos hacían mejores personas, este no es el momento para discutirlo, sino para contar que todo esto cambió con algunos autores del siglo XIX, como Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud, que comenzaron a escribir sobre cosas oscuras y a describir muchos aspectos negativos; descubrimientos poéticos que comenzaron a revolucionar la poesía y la literatura contemporánea en general. La tensión entre belleza y fealdad, entre vulgaridad y refinamiento se volvieron el pan y la sal imprescindibles en la poesía. Así nacen todo un grupo de poetas que iluminan la oscuridad del ser humano y oscurecen sus virtudes. A esta familia pertenece josé eugenio sánchez (Guadalajara, 1965) quien ha sido una voz activa y contestataria de la poesía mexicana en los últimos años. La primera vez que lo vi recitar sus poemas caí en esa cálida extrañeza de la que habla Harold Bloom que se encuentra en los grandes autores, pues en su poesía habita la ironía en donde se unen puntos tan en desencuentro en nuestro mundo como el erotismo y el humor. Las felaciones, penetraciones y sodomías son parte esencial de su obra que es divertida y pornográfica al mismo tiempo; en la página es extremadamente ágil, pero su poesía adquiere un clímax cuando josé eugenio interpreta sus poemas, acompañado de una batería y un bajo mientras él cuenta el poema ante un micrófono moviendo el cuerpo y comportándose como una estrella de rock.
Su más reciente entrega es un incesante caer de estrellas en la nada, en donde aparece el poeta irreverente que escribe mucho en redes, que usa las plataformas para hacer una voz desde allí, no necesariamente nada en particular: libre de agencias es capaz de tocar los temas que se le antojen. selfie es el poema inicial “y hay días que uno es un finísimo jarrón de porcelana / hecho añicos en el suelo / donde es más fácil tirarse a la basura / que buscar un arreglo”. josé eugenio decide siempre escribir en minúsculas. Su mundo es el presente, las noticias, la humanidad “cuando los pobres se mueran y ya / y los ricos hereden y ya / o sea: cuando todo vuelva a la normalidad”.
El punto de vista objetivo que se transforma en humor negro en donde lo único que resta es seguir leyendo para aguantar esta caótica humanidad. “topas con una niebla como muro / es una canción que trata sobre las múltiples formas de volverse loco”. Los capítulos de los libros son reales, poemas con la fuerza de estar son tangibles, que demuestran que la poesía habita todas las posibilidades reales y deslumbrantes del lenguaje, como los fascículos del interior de un iglú que se está derritiendo.
josé eugenio sánchez, un incesante caer de estrellas en la nada, Ciudad de México, Vaso Roto, 2024. 66 páginas.