21 octubre,2022 5:41 am

Juan R. Escudero

La política es así

Ángel Aguirre Rivero

 

Juan Ranulfo Escudero fue sin lugar a dudas un líder de la izquierda en Guerrero de los albores el siglo XX. Sin embargo, su lucha social, su legado político, las vicisitudes de su vida y su trágico final son poco conocidas fuera de Acapulco. Es un héroe y mártir que ha sido poco reconocido, lo que me motiva a escribir estas líneas.

Juan R. Escudero fue una de las voces más enérgicas emergidas de las tierras acapulqueñas, un personaje que tuvo el temple y el carácter para oponerse al autoritarismo y abusos de las élites españolas de su tiempo.

Escudero nació en la clase acomodada, era un hombre alto, blanco, hijo de padre español y madre ometepequense, poseedores de terrenos, casas, y cuya actividad era de comerciantes en telas y abarrotes, lo que le permitió salir del país a cursar estudios a California, en Estados Unidos.

Años después renunció a una vida de comodidades que le permitía su origen, para abrazar las causas de los obreros y las clases desprotegidas.

De Juan R. Escudero hay testimonio de que bailaba al lado de los pobres (quienes escuchaban la música a metros de distancia de donde bailaban los ricos), pero no sólo eso, sino que se quitaba las botas para bailar a la par de ellos: con los pies descalzos.

Escudero se puso del lado del pueblo, inició una lucha en contra del monopolio de españoles que acaparaban las actividades comerciales, pesca, transporte de mercancías, a la vez que ejercían el control político, poniendo y quitando alcaldes y regidores, nombrando funcionarios y pagando la nómina de la policía del puerto.

Su influencia se extendía a las Costa Chica y Grande, regiones en las que actuaban como caciques de horca y cuchillo donde despojaban, atropellaban, asesinaban… para lograr sus propósitos.

De la situación que vivieron los porteños de la época, es ilustrativo un párrafo del libro Las dos Muertes de Juan R. Escudero, de Paco Ignacio Taibo II: “Sociedad cercada, aislada; con un solo trayecto de movilidad: rumbo al abismo, hacía sentir sobre el costeño de cada día la opresión y el racismo, junto con la imposibilidad del progreso. El horizonte del común era un horizonte clausurado que enmarcaba una vida en la impotencia ante el poder y el privilegio”.

Sobre Juan R. Escudero existió una gran influencia de Ricardo Flores Magón, intelectual que avivó la llama de la Revolución Mexicana, fundador del Partido Liberal Mexicano, y que para esa época, planteaba ideas revolucionarias, como la supresión de la reelección, de la pena de muerte para presos políticos y comunes, la obligatoriedad de la enseñanza elemental hasta los 14 años, el establecimiento de un salario mínimo, la expropiación de latifundios y tierras ociosas, así como la regulación y reducción de las jornadas de trabajo.

Al final, a ambos los une el final trágico que sufren quienes luchan por cambiar la historia y el destino de un pueblo.

Lejos de ser un junior dormido en el privilegio, Escudero supo empatizar con la causa de los trabajadores, sumando voluntades por medio de su temple, elocuencia en su voz y liderazgo.

Como lo demuestra el episodio en el cine Salón Rojo, en el que nuestro personaje aprovechó el intermedio de la función para arengar a la concurrencia a rebelarse en contra de los gachupines, la policía intentó aprehenderlo, pero encontró la resistencia de los acapulqueños. La función de cine se convirtió en un enfrentamiento a golpes y gritos. Eran los dolores del parto de un líder social.

Liberalista, socialista fundador del Partido Obrero de Acapulco y del periódico Regeneración, Escudero fue algo que muchos en la actualidad sólo aspiran, un agente transformador de conciencias y de acciones políticas.

La lucha del héroe acapulqueño la hizo de la mano de lugareños como los hermanos Diego, y apellidos de hombres de variados oficios como Solano, Tellechea, Otero, Dorantes, Chávez, Riestra, Rosales, Barrera, Camerino, Benítez, Pérez.

Y en el periódico Regeneración tuvo como colaboradores a Jorge Joseph, Gustavo Cobos Camacho, Ventura Solís, Mario de la O y Juan Matadama, detalla Paco Ignacio en otra parte de su libro.

Juan R. Escudero fue un hombre que sufrió atentados, a lo que se sumó un exilio instigado por élites que veían en él una amenaza, pero se mantuvo firme en sus principios y fiel a la lucha por los derechos de los ciudadanos.

Pese a haber perdido la vida de la forma más infame, la obra de Escudero siguió, como todo gran ideólogo y activista, las heridas cobardes infligidas a su carne habrán callado su voz, pero no la fuerza y la trascendencia de sus ideas.

Del anecdotario

Hace unos días leía el anuncio del presidente López Obrador de suspender el tramo final del Tren Maya que conduce a Chetumal, a causa de la oposición de un grupo ejidatarios que reclaman pagos que les deben hace 50 años.

Esta situación me hizo recordar las presiones que tuvimos que enfrentar cuando detonamos grandes proyectos como el Acabús, el Macrotúnel o algunos libramientos.

Era común que surgieran propietarios que no lo eran. Otros abusaban por cuanto al valor de sus tierras, pensando siempre en su beneficio.

Pero hubo también quien de manera desprendida como la familia de mi amigo Eleazar González El Chef. Cuando entramos a la negociación junto a sus hermanos, expresaron a quien fuera mi excepcional secretario general de Gobierno, Humberto Salgado Gómez: –dígale al señor gobernador que él le ponga precio a nuestro predio y nosotros lo acataremos, pues sabemos el beneficio que representa para Acapulco la construcción de este Macrotunel. Ojalá hubiera muchos mexicanos y guerrenses con esa actitud, nuestro estado y Acapulco serían otros.

Lo anterior me hizo recordar un pasaje en la vida de Gabriel García Márquez El Gabo, autor de Cien Años de Soledad, cuando pretendía adquirir una casa en la hermosa ciudad amurallada de Cartagena de Indias, Colombia.

Cada vez que los propietarios de las casas o los predios que el Premio Nobel de Literatura pretendía adquirir, le pedían una millonada, ya que argumentaban que él tenía mucha plata, sin tomar conciencia de lo que significaba que el gran literato tuviera su casa de descanso en este histórico lugar.

Un día su corredor le llamó para decirle que había conseguido una propiedad a un precio justo, García Márquez un tanto incrédulo le preguntó de quién se trataba; el corredor le dijo que se trataba de un hombre ciego y por tanto no lo iba a identificar.

El Gabo tomó comunicación con el propietario para confirmar la noticia y cuál sería su sorpresa, que el invidente lo identificó por su voz y le dijo : –¿usted es García Márquez, verdad?

El escritor quedó verdaderamente sorprendido, a lo que contestó: –sí, yo soy Gabriel García Márquez.

–Es un honor hablar con usted, y mi propiedad está a su disposición.

Días después, el corredor habló con el dueño para afinar los detalles, pero éste le dijo que ya no sería el mismo precio que habían acordado.

Molesto le dijo: –pensé que usted era una persona más seria, ¿cómo se atreve a proponerme una modificación?

–Sí señor… Se la voy a vender, pero en menos de lo que habíamos acordado, por todo el legado que García Márquez nos ha heredado a los colombianos y a todos los latinoamericanos.

El corredor inmobiliario enmudeció.

–Y dígale también al Gabo que cuando salió a la luz su libro Cien años de soledad, yo establecí una imprenta y elaboré muchas copias de su libro con lo que me ayudé económicamente.

Así fue como adquirió su famosa propiedad Macondo, nombre del pueblo que José Arcadio decide fundar en la novela más emblemática y de realismo mágico escrita en América Latina.

Bonita historia… ¿verdad?

La vida es así…