28 enero,2022 5:36 am

Juchitán y Huehuetán

La política es así

Ángel Aguirre Rivero

 

Una pieza musical con fuerte sabor de la Costa Chica, infaltable en fiestas, bailes y discoteques de nuestra tierra suriana, es la chilena Alingo Lingo, del compositor Manuel Mejía Hernández, musicalizada por Álvaro Carrillo:

Juchitán y Huehuetán, andan peleando terrenos
Juchitán dice ganamos, Huehuetán dice veremos

Este episodio del conflicto entre ambas comunidades, que es parte de la famosa chilena, está ligado al reparto agrario impulsado por el general Lázaro Cárdenas del Río en Guerrero.
Para quien ama a Guerrero, reconstruir o rescatar estos episodios tiene un alto valor, en ese sentido, me parece valioso retomar el trabajo sobre este tema, de Rubén Mújica Vélez.

El general Lázaro Cárdenas tuvo plena claridad que la impaciencia de los campesinos mexicanos y la sistemática recuperación de la fuerza de los terratenientes que confrontaban una gradual y precaria reforma agraria, devendría necesariamente en conflictos de proporciones insólitas. O se repartía la tierra o se volvería al choque armado.

Lo urgente era aplacar la insoslayable demanda de tierra que Bassols acuñó lapidariamente: “Toda la tierra, ahora”.
Así, con el tiempo emergieron los problemas de linderos, especialmente en ejidos con población que se multiplicó rápidamente o en donde la calidad de los recursos impuso su uso integral.

Llama la atención este diálogo entre comuneros de ambos poblados: Jerónimo Cruz, de Juchitán espetaba: –pero amigo, uté quiere llevarse el santo y la limo’jna. Ta’ bien que somo’ negro inorantes, pero tampoco se vale que u’jtede quieran lo mejor y todo.
Otro de Huehuetán respondía: –caray amigo. Pero u’jté habla y habla y no propone nadita, nada. Diga que piensa d’eso. Porque e’ tiempo de arreglar e’jta bronca. Sería bueno que ante de la fie’jta de Huehuetán, pa’ celebrá el arreglo.
Los dimes y diretes menudeaban; solamente Porfidio Vergara se mantenía aislado de la prolongada sesión. Su cara reflejaba una honda preocupación que parecía avizorar dificultades mayores.

–Todo va bien –dijo el presidente municipal. Pero hay algo que me extraña mucho. ¿A ver, Porfidio, qué te sucede que no participas? ¿Estás o no de acuerdo con el arreglo de todo esto?

–Señó Presidente, estoy muy de acuerdo. E bueno que de’jpué de tanta sangre que redamaron nue’jtroj viejo ora se acabe con el problema. Pero mire ciudadano, tengo una gran congoja que me e’jtá carcomiendo. Como u’jtede saben soy jaranero en toa la Co’jta Chica; de’jde Acapulco a Ometepé voy cantando por nue’jtra feria, boda, quinceaño y demá. De eso vivo y gracia a “Tata Cri’jto” que me tiene fre’jca la memoria y entonadilla la vo’j pa’ segui tumbándola por el rumbo y lográ dinerito pa’ mantené a mi vieja Prisciliana.

Quiero deci’le que en toa la región ej e’jta tonadita que me piden y vuelven a pedi y tengo que canta’la varia vece. La má pedida son la chilenita. Etas levantan a un muerto y le afilan la mirada a un tuerto. Son la sal de la fie’jta. La má’j aplaudida e’j la chilenita que habla de no’jotro, de Huehuetán y de Juchitán y de su viejo pleito que ora se e’jtá acabando. E’jto me puede por mi música, porque e’j lo mío, lo del diario.

¿Ahora, yo digo en mi inorancia: ¿qué va a pasá? ¿Cómo le voy a hacé pa cambia’le la letra a la canción. ¿Qué voy a hacé pa’ decí que Juchitán y Huehuetán ya no andan peliando terreno? Ni modo que diga “Chi’jme” y ahora tenga que decir lo que no e’. E’jta e’ mi preocupación.
–Pos cántale que ahora, entre Juchitán y Huehuetán ya se chin&#

aron la tierra. Que ya no la dejaron a media; ni peliean (afirmó Frumencio Mújica, mientras las risotadas clausuraban la Asamblea).

Del anecdotario

Espíritus charlatanes.

El escritor Alejandro Rosas narra un episodio cuando con humor, Plutarco Elías Calles, secretario de Gobernación, compartía cierta preocupación con su amigo el gobernador Adolfo de la Huerta: –la prensa ha estado publicando noticias referentes a que el estado de Sonora y muy principalmente Hermosillo, están siendo visitados por los espíritus y he estado muy temeroso de que tú seas uno de los escogidos para sus comunicaciones.

La respuesta de Fito seguramente tranquilizó a Plutarco: –felizmente sólo son infundados tus temores.
La historia era simple. Hasta Hermosillo habían llegado varias hermanas que orgullosas se presentaban como médiums. Con ayuda del ex gobernador Francisco Elías (quien recurría a sus facultades adivinatorias para conocer su futuro político) se establecieron en la ciudad y en poco tiempo su domicilio se vio repleto de gente.

En las sesiones montaban una actuación digna de las mejores escuelas teatrales: los espíritus poseían a una de las señoritas que se retorcía frente a los espectadores, de la boca de otra se escuchaban lenguas desconocidas.
Ya no hallo la manera de cómo hacerlas salir del estado (continuaba De la Huerta) poniendo coto a los mil embustes que diariamente se propagan sobre acontecimientos sobrenaturales.
El gobernador decidió retirarles el apoyo, y consideró que el futuro de las señoritas no estaba escrito en el mundo de los espíritus, sino en el de la farándula.
“Mucho me alegro que los espíritus inquietos de esas señoritas no te hayan trastornado”, escribió un Calles bromista dando por terminado el asunto.