Silvestre Pacheco León
Después de vivir el apabullante triunfo electoral de Claudia Sheinbaum en México todos podemos pensar en que algo similar suceda en Norteamérica, que la rebeldía de la 4T pueda contagiar a nuestros vecinos y que en el futuro próximo veamos a Kamala Harris despachando en la Oficina Oval de la Casa Blanca igual como lo hará desde el Palacio Nacional nuestra presidenta.
Creo que después de la renuncia de Joe Biden de continuar en la competencia para su reelección, vista su avanzada edad y su no muy envidiable estado de salud, las condiciones están dadas para que su compañera de partido, la actual vicepresidenta Kamala Harris gane la candidatura demócrata y con ello abone a la unidad de ese partido cuyos principales líderes, empezando por el propio presidente Joe Biden, la poderosa Nancy Pelosi que lleva en su historial haber sido la primera mujer presidenta en la Cámara de Representantes, así como el matrimonio de los Clinton quienes fueron los primeros en haberle manifestado su apoyo, y los Obama.
Desde el primer momento en que Kamala Harris aceptó convertirse en el relevo de Biden en la candidatura demócrata, bajo su propio método de ganar primero el apoyo de la base, en pocos días logró reunir el número suficiente de delegados para la Convención en la que será ungida oficialmente como candidata.
La popularidad de Harris y el acierto de su candidatura se mostró de inmediato con la cantidad de recursos recaudados dos días después de haber aceptado jugar en las elecciones: más de cien millones de dólares de donantes entusiasmados por su aceptación, mientras el candidato republicano, dos días después de haber sufrido el atentado en un mitin de Pensilvania, anunciaba que reunió 25 millones de dólares.
Pensar en que la próxima presidencia del país más poderoso de la tierra pueda estar en manos de una mujer, no es algo ocioso ni ilusorio y todo apunta a que la mayoría del pueblo norteamericano podría estar pensando en la importancia de participar en la continuidad de la política social del gobierno de Biden, al que despectivamente el candidato republicano ha llamado izquierdista y socialista.
Como todos sabemos, el gobierno demócrata de Joe Biden incorporó a su programa demandas sociales muy sentidas de la izquierda como la ley de atención médica “asequible” iniciada en el gobierno de Barak Obama y que consiste en ampliar la cobertura de los seguros médicos y servicios preventivos contra el cáncer a los miembros de la familia, así como el plan de recuperación económica que resulta más radical que el de AMLO porque incluye un impuesto a las grandes fortunas de las empresas trasnacionales para financiar los programas sociales. Más de 800 mil millones de dólares para ampliar la clase media norteamericana.
Kamala Harris, doctora en Derecho, politóloga y economista que gana a Donald Trump hasta en la juventud, tiene 59 años de edad, 23 menos que su contrincante republicano que alcanza los 78.
Mujer afrodescendiente que se levantó desde abajo mirando siempre por el bien de los demás, acumuló amplia experiencia como fiscal de distrito en San Francisco y luego como fiscal general en California, después como senadora y ahora como vicepresidenta. Tiene el perfil para derrotar al engreído fascista Donald Trump y lo está haciendo con clase al declarar que un migrante sin papeles no es un delincuente, sino una persona con derechos, contradiciendo al republicano quien sigue acusándolos de prácticamente todos los males que padece la sociedad norteamericana porque asegura que los sin trabajo son quienes llevan la droga a su país y por eso los causantes de los cientos de miles de muertos por fentanilo, la droga más mortífera que se conoce.
Relajada, la candidata demócrata ha dicho lo que es casi imposible escuchar de un político en campaña, que será divertida, y comienza por reírse de la avanzada edad de su contrincante y de ese modo desquitarse de quien hace poco hacía chistes pesados contra la avanzada edad del presidente Joe Biden, tres años mayor que él.
Por eso Donald Trump comienza a darse cuenta de que su futuro se ve complicado frente a Kamala Harris que conoce minuciosamente los delitos que el millonario ha cometido.
En adelante cada declaración o acusación sin fundamento de Donald Trump será contraproducente, se le revertirá como sucedió en México cuando Xóchitl Gálvez tuvo el atrevimiento de decirle mentirosa y narco candidata a Claudia Sheinbaum, creyendo que de esa manera se haría más popular y se anotaría puntos a su favor.
Ya sabemos de la inclinación belicista de Trump, proclive a las amenazas y a la descalificación de sus adversarios con sus ruidosas declaraciones, y también de la infalible eficacia de quienes saben evitar las provocaciones y salir al paso de las bravuconadas que a veces parecen ser de temeridad pero resultan insostenibles cuando chocan con el carácter recio y sereno del oponente, exactamente lo que vimos en el debate del año 2000 entre el panista Diego Fernández de Cevallos contra el entonces perredista Andrés Manuel López Obrador.
El furibundo político panista se vio disminuido cuando López Obrador se burló de él diciéndole que no se creyera el apodo de Jefe Diego porque todos sabían que el verdadero jefe mafioso era Carlos Salinas y que él era un simple sirviente de aquel.
Kamala Harris tiene la ventaja de ser una mujer carismática y preparada, con una visión del mundo mucho más avanzada que la de su rival. Sus ventajas para ganar son vastas. Su origen viene de lejos y desde abajo a pesar de que sus padres fueron lumbreras en sus campos. Su padre Donald Harris de origen jamaiquino y profesor de economía y su madre la doctora Shyamala Gopalan nacida en la India, investigadora del origen del cáncer. Un dato para la anécdota de la relación de la vicepresidenta y candidata demócrata norteamericana con México. Ocurrió en su primera visita el 8 de julio del año 2021, en plena pandemia. López Obrador fue el único que no usó cubrebocas en aquella ceremonia ocurrida en Palacio Nacional haciendo crecer la leyenda de su inmunidad por sus estampitas. Todos los que miraron la escena recuerdan que el presidente recibió a la vicepresidenta confundiéndola de cargo.
–Bienvenida presidenta –le dijo y luego se equivocó en el nombre–- Kabala Harris.
De allí surgió el dicho de que el presidente mexicano “sabía cosas” y por eso pudo adelantarse a los hechos que hoy estamos viviendo.
Pero más allá de la anécdota lo cierto es que se inició una buena relación entre los dos personajes, sobre todo respecto al tema de los inmigrantes en el que la candidata ha mostrado mayor sensibilidad compartiendo la interpretación local de que en su tratamiento y solución es conveniente ir a la raíz del problema que se genera por la falta de oportunidades de trabajo en los países expulsores.
En términos generales no se sabe de discrepancias en el modo de apreciar el desarrollo que tendrían las dos mujeres para sus respectivos países, y más que ver el caso de la creciente presencia de China como un enemigo ideológico a combatir al estilo trumpista, mediante la imposición de aranceles a sus productos, las dos optarían por fortalecer la integración económica trilateral como lo ha propuesto el presidente López Obrador. De allí que nos convenga que también en Estados Unidos se repita el fenómeno de Claudia en las elecciones de noviembre.